El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, presentó este lunes su renuncia tras menos de un año en el cargo, en un movimiento que abre un periodo de incertidumbre política en una de las democracias más estables del mundo.
Ishiba, quien asumió el poder en octubre de 2024 tras una ajustada contienda interna en el Partido Liberal Democrático (LDP), explicó que decidió esperar hasta concluir la negociación con Estados Unidos sobre la reducción de aranceles —que pasaron del 25 % al 15 %— antes de dar un paso al costado, con el fin de no dejar al país en un vacío político.
Su salida responde también a la presión interna por los malos resultados electorales de su gestión: el LDP perdió la mayoría en la Cámara de Representantes y, posteriormente, en la Cámara de Consejeros durante los comicios de julio de 2025, debilitando severamente la capacidad de gobierno.
La renuncia provocó un fuerte impacto en los mercados: el yen cayó frente al dólar a mínimos de varios años, mientras que los bonos a largo plazo subieron y la Bolsa de Tokio alcanzó máximos históricos.
El partido gobernante convocó elecciones internas para el 4 de octubre, en las que ya comenzaron a perfilarse los aspirantes a sucederlo. El exministro de Relaciones Exteriores, Toshimitsu Motegi, fue el primero en confirmar su candidatura. También se mencionan como posibles contendientes a Yoshimasa Hayashi, actual secretario jefe del gabinete; Sanae Takaichi, figura ultraconservadora que podría convertirse en la primera mujer en liderar Japón; y Shinjirō Koizumi, ministro de Agricultura e hijo del ex primer ministro Junichiro Koizumi, quien de llegar al cargo sería el mandatario más joven de la era moderna.
La salida de Ishiba expone las divisiones internas del LDP y deja al gobierno sin mayorías en el Parlamento, lo que dificulta la aprobación de leyes clave. Analistas advierten que Japón enfrenta una crisis de liderazgo sin precedentes recientes, en medio de tensiones con China, Corea del Norte y Rusia, además de los desafíos internos de una población envejecida y una economía estancada.
El futuro inmediato de Japón dependerá de la capacidad del LDP para recuperar cohesión y de la figura que surja de la contienda interna, en un momento en que el país busca estabilidad política y claridad en su rumbo económico y diplomático.