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jueves, septiembre 18, 2025

Septiemble en sus centros la tierra… Del sismo del 85 al 19-S

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En medio del escombro, ahí: “donde la tierra se abre y la gente se junta”, escribió el autor y periodista Juan Villoro en su poema El puño en alto, surgió un pueblo solidario y único que ha sido reconocido por expertos, rescatistas y medios de todo el mundo. “Llovió sobre mojado después de las fiestas de la patria”, anuncia el mismo texto, en un clarísimo reflejo tanto de las carencias como del hartazgo social precisamente en torno a nuestro patriotismo, a nuestra historicidad, a nuestra clase política actual ya de por sí sacudida y que -simbólicamente- de alguna manera también fue sepultada por los terremotos del ya icónico 19 de septiembre.

El 19 de septiembre es una fecha que se ha arraigado en la memoria de la sociedad mexicana, y es que el destino ha querido dejar huella en diferentes épocas para quedar impresa en más de dos generaciones: 1985 y 2017 son los años en los que, literalmente, la tierra se movió para recordar a los millones de personas que viven en una zona sísmica de alto riesgo que, por encima de las afectaciones, el corazón del pueblo de México es más fuerte.

A pesar del salto temporal de 32 años de distancia entre ambos fenómenos y por encima de la mínima probabilidad de que dos fatídicas tragedias como estas se repitan en casi igualdad de circunstancias, sucedió. Por desgracia o por fortuna, hace ocho años ya se tenía la experiencia de lo ocurrido a mediados de la década de los ochenta.

En ambos casos, la información transmitida a través de los medios de comunicación –y tiempo después por plataformas digitales– fue fundamental tanto para saber la magnitud del trágico escenario como para la organización para las labores de rescate y reconstrucción.

En el 85, el periodista Jacobo Zabludovsky se alzó como una de las principales voces tras el sismo y ante la ausencia de una autoridad gubernamental que diera consuelo a la golpeada sociedad, ya que el entonces presidente: Miguel de la Madrid, tardó 36 horas en dirigirse a la nación. Para 2017, las redes sociales fueron la principal vía para comunicarse, pues la ciudadanía se convirtió en la fuente que informaba desde miles de puntos en las zonas afectadas.

1985: A 40 años del terremoto que sacudió la realidad

El 19 de septiembre de 1985, a las 7:17 horas -tiempo del centro de México-, comenzó un sismo de magnitud 8.1, cuyo epicentro fue cerca de la desembocadura del río Balsas en la costa de Michoacán. Dos minutos después, las vibraciones sacudieron a la CDMX, causando graves afectaciones en la infraestructura capitalina, que no estaba preparada para soportar una tragedia como la que se avecinó.

A la fecha, continúa la incógnita respecto al número real de víctimas fatales, pues mientras la cifra oficial señala que hubo 3 mil 192 muertes, diversas organizaciones apuntan a que ascienden a más de 20 mil, un número difícil de aceptar puesto que refleja la incapacidad que se tuvo de reaccionar ante el golpe de la naturaleza.

La situación del país en aquel entonces no era fácil, y lo fue mucho menos para millones de personas que lo perdieron todo, desde familiares y amigos, hasta su patrimonio económico hundido entre escombros. Poco a poco, los medios de comunicación difundían las imágenes de edificios colapsados, de estructuras derribadas y de miles de víctimas que no lograron sobrevivir al denominado sismo más fuerte que ha afectado a la capital de nuestra nación.

En aquel escenario, una de las historias que acaparó la atención mundial fue la de ‘Monchito’, un niño que supuestamente estaba atrapado en el derrumbe de una vecindad en la calle Venustiano Carranza, en el centro de la Ciudad de México. Durante una semana, los rescatistas trabajaron sin descanso para recuperar el cuerpo; sin embargo, al no encontrarlo, no dejó más que la confusión de lo inexplicable.

La gran enseñanza para México, y sobre todo, para el gobierno federal, fue la de crear una cultura de protección civil para evitar catástrofes a futuro. Tras el sismo de 1985 se creó el Sistema Nacional de Protección Civil en 1986 y, una década después, el Fondo de Desastres Naturales (Fonden).

Para los que no vivimos en carne propia el temblor del 85, las historias de nuestros padres, las crónicas en los medios de comunicación y los compendios de lo que pasó aquel jueves, apenas sirven para entender la magnitud de lo que pasó –a la fecha– cuatro décadas atrás.

Sin embargo, el destino que se antoja burlesco nos tenía preparada nuestra propia experiencia sobre imaginar lo que pasó aquel primer 19 de septiembre, con un terremoto de igual daño para la sociedad mexicana, pero que de alguna manera tuvo poco más de 30 años para aprender a reaccionar ante la tragedia… si es que eso puede aprenderse.

2017: La terrible coincidencia que cimbró la memoria colectiva

El jueves 19 de septiembre de 2017, a las 13:14 horas, un sismo de magnitud 7.1 con epicentro a 12 kilómetros al sureste de Axochiapan, Morelos, removió la memoria y las heridas enterradas bajo escombros del pueblo mexicano.

Una vez más, la CDMX sufrió graves afectaciones, aunque la necesidad se vio reflejada más en localidades como Jojutla (Morelos), o en la mixteca poblana, ambos muy cerca del epicentro. Apenas 12 días antes, un sismo de magnitud 8.2 había sacudido las costas chiapanecas, dejado afectaciones en dicho estado y en Oaxaca, lo que quizá mantuvo confiada a la ciudadanía ante la improbabilidad de que dos fuertes sismos tengan lugar con tan poco lapso de tiempo.

El temblor del 19-S fue de categoría ‘intraplaca’ (dentro de una placa tectónica) y no por la interacción de dos placas, como en la mayoría de estos movimientos telúricos. Con una duración de casi 3 minutos y la incapacidad de detectarse a tiempo por el sistema de la alarma sísmica debido al sitio donde ocurrió, aunado a su cercanía a la capital nacional, derivó en una tragedia similar a la de 1985.

A diferencia de lo ocurrido a 34 años de distancia en ese entonces, en 2017 las víctimas mortales se cifraron en 370, la mayoría concentradas en la CDMX, seguida de Morelos y Puebla, aunque con la particularidad de que se destacaron dos puntos de la tragedia. El primero en la actual alcaldía de Coyoacán debido al derrumbe del edificio 1-C del Multifamiliar Tlalpan, en donde lamentablemente se contabilizaron 27 decesos, con 9 rescates con vida por parte del equipo especializado que atendió este lugar.

Igual que en 1985 con ‘Monchito’, en 2017 el caso de la niña ‘Frida Sofía’ acaparó la atención. Los esfuerzos del rescate se concentraron en esta presunta alumna del Colegio Rébsamen para sacarla con vida, junto con otras supuestas acompañantes que habrían quedado atrapadas en la oficina de Dirección. Sin embargo, tras casi 48 horas de supuestas labores de rescate, finalmente la Secretaría de Marina y la Secretaría de Educación Pública (SEP) negaron su existencia, dejando un aire de desolación y engaño en la sociedad mexicana.

En este confuso escenario, las redes sociales fueron fundamentales para conseguir una reacción rápida ante la tragedia, sirviendo como base de organización para llevar todo tipo de ayuda tanto en la CDMX como en las entidades afectadas. Por otro lado, la gran cantidad de (des)información también fue un agente que, en ocasiones, pudo haber desviado la atención de lugares que realmente la necesitaban, como el caso de esta institución educativa.

Mexicanos al grito de ¡Fuerza!

Sin duda, el 19 de septiembre ya está enmarcada como una fecha tabú para millones de mexicanos; para algunos por haber vivido ambos sismos y para otros por tener la experiencia de uno pero, ante la tragedia, el país ha demostrado que la fuerza y grandeza de las y los mexicanos es más grande que cualquier adversidad. Pero más allá de ahondar nuestro patriotismo apenas después de las celebraciones de las fiestas patrias, el “19-S” se tornó devastador, dejando consigo un escenario contrastante.

Por un lado la destrucción, el caos, el dolor y la pena de enfrentarse a la pérdida de familiares, amigos, vecinos, mascotas e importantes bienes materiales, aunque por otro -desde los escombros- en medio de la emergencia y la desesperanza vimos nacer una generación de jóvenes solidarios y dispuestos ayudar que, en una comunión social nunca antes vista, organizó colectas de víveres y recursos, levantando a México piedra por piedra y mano a mano con sus semejantes.

En el epicentro de la tragedia, la ayuda humanitaria se hizo presente desde distintas causas, instituciones y lugares geográficos, gracias a las donaciones de recursos, materiales y capital humano por parte de diversos países pero, sobre todo, México permaneció siempre dispuesto y reconstruyéndose con una mayor fortaleza.

Con lo irreparable de cientos de pérdidas humanas ocurridas durante estos fenómenos, la inmediatez de la solidaridad social para desbocarse en ayudar a las víctimas, así como una serie de caos y problemáticas derivadas de una situación que rebasa a todos en múltiples aspectos, un ‘luto’ colectivo muy arraigado vuelve a hacerse presente cada 19 de septiembre.

De maneras muy similares –ya sea hace 40 u 8 años– tras las acciones inmediatas de rescate, acopio, distribución, censos y evaluación de daños en medio de una intensa sensación de unidad pero también de incertidumbre, casi sin darnos cuenta avanzamos como malabaristas sobre un delgado hilo que invariablemente nos condujo de a poco hacia la planeación, la organización y la sanación… para dar continuidad a la reedificación no sólo de los miles de edificios afectados en cada acontecimiento sino también de nuestra (re)construcción social, de la credibilidad en las instituciones, del nacionalismo de México.

En este contexto, es precisamente la reedificación de una mejor nación el tema primordial que en esta ocasión rememoramos con este Especial, en un recordatorio no sólo de todo lo que los mexicanos somos capaces de conseguir unidos, sino de esperanza y fe en un pueblo que, pese a los grandes retos, es capaz de mantener los puños en alto con cada vez más fuerza, México.

Como un gran motor que impulsó el resurgimiento, los millennials de inmediato dieron respuesta a la tragedia, en una impresionante demostración de organización colectiva y trabajo para con el otro; así, la empatía con el dolor ajeno despertó un llamado interno a jóvenes veinte y treintañeros organizándose por un mismo fin: ayudar.

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