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miércoles, septiembre 17, 2025

Réquiem por Alfonso Lechuga Fosado

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Un primer recuerdo que tengo de Alfonso Lechuga Fosado y sus hermanos fue en 1969. Llegaron a Chicontla, encabezados por el tío Noé, montando unos caballos imponentes, al sepelio de mi padre.

Mi tío Noe y mi papá tuvieron buena relación a pesar de las diferencias, pues en una época mi progenitor trabajó para ellos en el rancho. Contaba mi mamá que una ocasión cuando estaban “posteando” en un potrero a mi papá se le zafó de las manos el alambre de púas y este golpeó el brazo del tío Noé, quien enfurecido sacó su pistola e increpó a mi padre con duras palabras por su torpeza, pero él también desenfundó y contestó categórico; afortunadamente la discusión no pasó a mayores, pues salió a colación que ambos eran familiares por la línea de la abuela paterna Adela Velázquez Lechuga.

Cuando salíamos de Chicontla para viajar a Villa Juárez, siempre pasamos por La Unión, lugar de residencia de mi tío Noé y su familia, quienes vivían en una casa que estaba al costado de la presidencia municipal. Y siempre fuimos bien recibidos.

Un segundo recuerdo vivo que tengo de Alfonso fue en el momento de la inauguración del tramo carretero La Unión-Patla-Chicontla. El gobernador de esa época Mariano Piña Olaya dio el banderazo para el arranque de los trabajos; pero gran parte de los trámites fueron posibles por el apoyo incondicional de Alfonso Lechuga, presidente municipal de Zihuateutla (1987-1990), la gestión de don Alfonso Andrade y de don Gildardo Méndez, presidente auxiliar de Chicontla.

Un tercer recuerdo fue cuando Alfonso, siendo diputado local por Xicotepec (1990-1993), arremetió a golpes contra un diputado del PAN por estar hablando mal del gobierno. Alfonso había heredado el carácter colérico de su padre y así actuaba. Quizá no fue correcto su actuar, no lo estoy juzgando, pero eran otras épocas y a él también lo habían formado a golpes.

También recuerdo que habían invitado a los presidentes municipales de la región a grabar unas canciones en un disco patrocinado por el gobierno del Estado. En ese disco se grabó “El Xiqueño”, con el arreglo musical del talentoso guitarrista Tito Valderrama, un huapango que denota su amor por Xicotepec y que ahora lo hace trascender. En esa ocasión Enoé González Cabrera también grabó un huapango a Huauchinango.

  • ¡Qué onda, pinche pariente! ¿Qué dice Chicontla?

Nos saludaba Alfonso siempre que lo encontrábamos con una sonrisa en los labios. Como hombre tuvo sus virtudes y sus defectos, pero yo no soy quien para juzgar. A mis hermanos y a mi siempre nos trató con gentileza. Y así lo quiero recordar.

Zapateando al ritmo del huapango

El domingo por la tarde llego a su domicilio para acompañar a la familia. Varias coronas de flores en la entrada. Me recibe su hijo y me hace pasar hasta donde estaba colocado el féretro. Me acerco y extiendo mi mano, lo veo, pienso que no es él, la muerte le ha quitado su aire de ranchero bronco, su gesto adusto, ahora es un rostro pálido que refleja paz. – Pariente, descansa en paz. -le digo como si me oyera y la garganta se me vuelve un nudo difícil de desatar. ¿Es acaso la muerte la prolongación de otra vida?

Me siento en una silla. En su casa, forrada de madera de cedro, se ven colgadas espuelas, sombreros, cuernos de toro, astas de venado, cráneos de toro con largos cuernos y sobre la chimenea un leopardo disecado y la fotografía del señor Leonel Lechuga. En otra pared hay una galería de fotografías en blanco y negro de la familia Lechuga que va de 1870 al año 2000. Y varios reconocimientos de su participación como miembro de la Asociación de Charros de Xicotepec.

En mis cavilaciones escucho el rasgueo de una guitarra. Es Tito Valderrama, quien está despidiendo a su amigo con las canciones que le gustaban. De pronto reconozco los acordes de “El Xiqueño”, el huapango que grabaron juntos y que ya forma parte del legado cultural de la sociedad de Xicotepec:

“Caminando, caminando, caminando sin querer,

recordando yo a mi pueblo donde mi vida pasé,

de esa feria tan bonita del ganado y del café,

donde se baila el huapango y se sabe quién es quien

yo hasta mi vida daría por mi gran Xicotepec”.

Más tarde, también llegan los integrantes del Trio Yankuik Tonali de Huauchinango, don Clemente Vázquez y sus hijos Jesús Ramón y José Clemente, acompañados de María Félix Ortíz de Del Ángel, impulsora y fundadora del trío, que se suman al reconocimiento porque sabían que a Alfonso le gustaba el huapango.

Guillermo Prior Leyva, quien fuera maestro de Alfonso en la Escuela Primaria Venustiano Carranza pide permiso para demostrar su duelo e interpreta el poema “En paz” del poeta nayarita Amado Nervo, ese que dice: Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida…

Ya empieza a caer la noche, la lluvia llega como un recordatorio de que estamos en duelo, mientras se preparan para cantar los integrantes del trío Nativos de la Sierra.

En un momento coincido con Dulce, la esposa de Alfonso y con su hermana Enriqueta. Les comento que el velorio estaba derivando en una fiesta. Queta dice: “Ay, primo, ahorita Alfonso ya estuviera bailando”.

Y con esa imagen me quedo: Alfonso Lechuga zapateando al ritmo del huapango.

 

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