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domingo, agosto 3, 2025

¿Quién es Israel Vallarta?

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Publicado originalmente por Reforma, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:

Israel Vallarta Cisneros, nacido en 1970 en la Ciudad de México, fue empresario y comerciante antes de convertirse en una figura central de uno de los casos judiciales más polémicos y prolongados de México.

Su historia se entrelaza con el caso de Florence Cassez, una ciudadana francesa radicada en México, y con la presunta banda de secuestradores “Los Zodiaco”.

Vallarta y Florence Cassez eran pareja sentimental al momento de su detención. Ambos fueron acusados en el mismo caso, que escaló a un conflicto diplomático entre México y Francia.

En enero de 2013, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó la liberación de Cassez debido a graves violaciones a su debido proceso (incluyendo el montaje y la falta de notificación consular). A pesar de que los procesos de Vallarta se basaban en los mismos hechos viciados, él continuó en prisión por 12 años más que Cassez.

Detención, acusaciones y prisión prolongada

Su detención, ocurrida el 9 de diciembre de 2005(aunque recreada mediáticamente un día después), estuvo plagada de señalamientos de irregularidades, montaje y tortura.

Vallarta fue arrestado junto a Florence Cassez en un operativo de la entonces AFI, liderada por Genaro García Luna. Se le acusó de ser el líder de “Los Zodiaco” y de participar en varios secuestros. Sin embargo, desde su aprehensión, Vallarta negó su culpabilidad; denunció haber sido torturado y forzado a confesar.

Pasó casi 20 años en prisión preventiva sin recibir una sentencia, un periodo que sus defensores y organismos de derechos humanos calificaron como una grave violación a sus derechos y al debido proceso.

La banda “Los Zodiaco” y el montaje mediático

Según la versión oficial, “Los Zodiaco” era una banda dedicada al secuestro, y Vallarta era su líder junto a su hermano Mario. Las autoridades afirmaron que operaban desde el rancho “Las Chinitas”.

No obstante, la narrativa oficial se desmoronó al revelarse que el operativo y el “rescate” de las víctimas fueron un montaje televisado. Las imágenes de Vallarta golpeado y la participación de Luis Cárdenas Palomino (entonces director de Seguridad Regional de la AFI, hoy preso por tortura) en la escena, llevaron a organismos internacionales a cuestionar la existencia de la banda como tal y las pruebas en su contra.

La absolución y liberación

Este viernes 1 de agosto de 2025, Israel Vallarta salió de prisión tras casi dos décadas. Una Jueza del Estado de México dictó sentencia absolutoria de los delitos de secuestro, delincuencia organizada y posesión de armas, argumentando que la Fiscalía General de la República (FGR) no presentó pruebas suficientes para probar su responsabilidad. Su esposa y abogada, Mary Sainz, confirmó la noticia.

Al salir del penal del Altiplano, Vallarta expresó que “la verdad se iba a imponer tarde o temprano” y que buscaba “justicia“, no solo para él, sino para otras víctimas de montajes y mentiras. Aseguró que el apoyo de su familia y su inocencia lo mantuvieron firme.

Reveló haber tenido contacto con Luis Cárdenas Palomino en prisión, quien le ofreció un arreglo económico, el cual rechazó, afirmando que su búsqueda de justicia no era monetaria.

Implicaciones y contexto político-judicial

La Presidenta Claudia Sheinbaum declaró que el gobierno federal trabajó por la liberación de Vallarta debido a la tortura que sufrió. La Secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, detalló que el proceso de Vallarta estuvo “plagado de quejas, amparos y denuncias“.

Ambas funcionarias hicieron hincapié en que se trató un mensaje televisivo y la implicación de Genaro García Luna, exjefe de la AFI durante el sexenio de Felipe Calderón y hoy preso en Estados Unidos.

El caso de Vallarta mostró las deficiencias del sistema de justicia mexicano, incluyendo las investigaciones archivadas dos veces por la FGR y las batallas legales que involucraron amparos y recursos.

La Jueza que lo absolvió, Mariana Vieyra Valdez,concluyó que la FGR no pudo probar la plena responsabilidad de Vallarta, cerrando un capítulo de casi 20 años de prisión sin sentencia.

Vallarta libre

Publicado originalmente por Peniley Ramírez de Reforma, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:

Es 22 de febrero de 2006. Israel Vallarta está declarando en la Procuraduría General de la República. Dice que lo detuvieron el 8 de diciembre de 2005, y no la mañana siguiente, como se vio en la televisión. Cuando lo detienen, relata, estaba trasladando muebles de su exnovia, Florence Cassez. La relación había terminado. Ella se instalaba en un nuevo departamento.

Vallarta, dice su declaración, va con Cassez y los muebles en la carretera cuando unos autos sin identificación oficial les cierran el paso. Sin uniformes, unos hombres lo tranquilizan: es solo un chequeo de rutina. Pero no lo es.
Cuando abren la puerta del piloto, cubren la cabeza de Vallarta, lo llevan a una camioneta y luego a un sitio inmundo, bajo tierra. Allí lo desnudan y le vendan los ojos. Le arrojan agua. Un oficial le dice: ya van a empezar las clases de anatomía. Lo golpean. Le dicen que anote cosas en unas hojas. Nombres, teléfonos, signos del Zodiaco. Cerca de la medianoche, lo suben de nuevo a una camioneta. Lo llevan a su propio rancho.

Allí, Vallarta ve que sacan objetos de su casa y los meten a un cuarto exterior, que usa para invitados. Ve cómo llevan a un hombre allí. Luego a Cassez, luego al propio Vallarta. Dentro del cuarto, los hombres (ahora sabe que son policías) colocan diplomas, fotos de Cassez, de los hijos de Vallarta, actas de nacimiento, muebles que se había llevado a su nuevo departamento, y ahora están de vuelta. Un sillón viejo, una mesa, una televisión. Hay credenciales de elector sin imagen ni datos. “Estas tú las vendías a los polleros”, le dice un oficial, a quien luego Vallarta identifica como Luis Cárdenas Palomino.

Pronto, Vallarta observa, en la televisión encendida, la entrada de su propio rancho. En vivo, oficiales y periodistas se acercan, cruzan la verja, caminan hacia el cuarto de invitados.

Adentro, el montaje está listo. Ya están los muebles, documentos, fotos, Vallarta con Cassez como parte de la escena. Cuando la toma de televisión se acerca a él, los policías fingen que lo esposan. En plena transmisión, Vallarta se queja de que lo han golpeado. Nadie se inmuta. Lo sacan del cuarto, lo ponen junto a Cassez frente a las cámaras. Luego lo suben a otra camioneta. Ahora, casi un día después de que lo arrestaran, está oficialmente detenido.

El 22 de febrero de 2006, declara Cassez. Dice que en la mañana del 8 de diciembre los detuvieron en la carretera. “Disculpe la molestia, es una inspección de rutina”, confirma ella. El relato de Cassez coincide con el de Vallarta. Ella también ve cómo los policías mueven muebles, fotos, documentos, tarjetas de crédito. El hombre que manda, vestido de negro, la golpea. “Hija de tu puta madre, culera, va a venir la televisión”, le dice. Cassez también ve la entrada del rancho en la transmisión en vivo, porque los oficiales han dejado la tele prendida en el cuarto de invitados. Ve el montaje en la tele antes de que se convierta en su protagonista.

En 2011, la Suprema Corte libera a Cassez, porque el montaje ha creado un “efecto corruptor” que corroe el caso. La liberación es un escándalo, pero Vallarta continúa preso. Luego, cuatro años después, un documento interno de la PGR confirma la versión de Vallarta.

Este documento, del que muy poco se sabe hasta ahora, revela cómo el primer círculo de confianza de Genaro García Luna es responsable del montaje y del ocultamiento que vino después. Obtuve una copia de esa investigación, que se hizo pero nunca se presentó ante un juez, porque en el gobierno la frenaron. El documento relata una indagatoria, que comenzó en 2006. Confirma los testimonios de Vallarta y Cassez sobre cómo las autoridades fabricaron la escena e inventaron el crimen.

Ayer, una jueza en el Estado de México liberó a Vallarta, tras dos décadas de prisión sin sentencia. La jueza dijo que no hay pruebas de que Vallarta fuera culpable de secuestro, posesión de armas, ni delincuencia organizada y que no debía seguir preso “ni un día más”. Los máximos responsables del caso, Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino, han enfrentado la justicia, por otros delitos. Pero esa investigación interna continúa sin curso. Nadie le reparará a Vallarta la humillación, la infamia, ni los últimos 20 años de su vida.

Libertad

Publicado originalmente por Jorge Volpi de Proceso, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:

Después de casi veinte años detenido bajo el régimen de prisión preventiva oficiosa -siempre contó con la presunción de inocencia-, Israel Vallarta Cisneros ha sido absuelto de todos los cargos de secuestro que se le imputaban por la jueza Mariana Vieyra Valdés, titular del Juzgado Tercero de Distrito en Materia Penal. El 8 de diciembre de 2005 había sido detenido, junto con su expareja sentimental, Florence Cassez; tras pasar una jornada secuestrado y torturado por la Agencia Federal de Investigaciones de Genaro García Luna, atravesó un órdago de dos larguísimas décadas llenas de acusaciones falsas y adulteración de pruebas, invención de testigos y dilaciones intencionadas, en tanto era objeto de un permanente acoso mediático y la manipulación de su historia por parte de cuatro gobiernos.

Primero para cumplir la venganza de un empresario con oscuros vínculos con el poder, y luego para satisfacer el ego del propio García Luna y del presidente Felipe Calderón, el Estado mexicano se dedicó a perseguirlo sistemáticamente a él y a su familia -su hermano Mario y su sobrino Sergio Cortez Vallarta siguen presos, mientras que su hermano René y sus sobrinos Juan Carlos y Alejandro Cortez Vallarta ya fueron liberados-, a la cual vinculó con una banda criminal, Los Zodiaco, que jamás existió, en una de las ficciones más obscenas de nuestra historia. Lejos de ser único, su caso concentra los vicios de nuestro sistema: su corrupción y docilidad a las presiones políticas, su obsoleto diseño institucional y falta de transparencia, su lentitud e ineficacia.

Vale la pena recordarlo: en México, menos del 0.5 por ciento de los delitos que se denuncian se resuelven. En una nación fallida, sin Estado de derecho, donde la impunidad es total, la tentación de detener a cualquiera para ensalzar la labor de las fuerzas de seguridad, ahora para colmo en manos militares, o de aplicar cada vez más la prisión preventiva oficiosa -ese instrumento violatorio de los derechos humanos que ha fascinado por igual a Calderón, López Obrador y Sheinbaum-, se convierte en una tentación permanente para los poderosos.

Si hoy conviene celebrar la liberación de Israel, lograda gracias a su tesón -nunca cejó en su empeño de demostrar su inocencia-, al apoyo de su esposa Mary Sáinz y de su hermana Guadalupe, a sus defensores públicos y a las decenas de personas que han analizado y denunciado su caso, debería servirnos, más bien, para no olvidar que las condiciones que lo llevaron a padecer veinte años de cárcel -la mayor parte en penales de alta seguridad-, calumniado y amenazado sin cesar, continúan allí, frente a nosotros. ¿Cómo el Estado mexicano podría reponérselos?

García Luna, quien sí fue hallado culpable de ser cómplice de los criminales a los que decía perseguir, utilizó a Vallarta para demostrar la supuesta eficacia de la institución bajo su mando; las dos principales televisoras del país -con Carlos Loret como emblema- se aprovecharon de él para aumentar sus raitings; con un torvo ímpetu nacionalista, Calderón lo retuvo entre rejas para consolidar su popularidad; Peña Nieto prefirió desentenderse de él; y López Obrador lo resucitó para atacar a Calderón, en tanto desmantelaba el Poder Judicial que hoy lo liberó y hacía crecer el listado de delitos con prisión preventiva oficiosa, justo aquello que mantuvo a Vallarta injustamente en prisión.

Veinte años luchó Israel para recuperar su libertad: en ese mismo tiempo, México no ha mejorado en nada su sistema de justicia: la reciente reforma solo lo hará todavía más vulnerable a las ambiciones del poder o a la extorsión del crimen organizado. Aunque no los veamos, hay diez, cien, mil Vallartas en nuestras cárceles, acusados sin pruebas o víctimas de contubernios políticos, y muchos más inocentes podrían sumárseles si no transformamos de cabo a rabo policías, peritos y fiscalías -y si no sacamos al Ejército de estas labores-, si no remozamos leyes y procedimientos, privilegiamos la defensa de los derechos humanos y reconstruimos la idea de contar con un Poder Judicial en verdad confiable, eficaz e independiente.

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