Publicado originalmente por Salvador Camarena en El País , compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:
La eventual caída de una corcholata como lo fue el exgobernador de Tabasco no puede hacer mella en la fábula de la transformación.
Un año después del asesinato de Manuel Buendía (ocurrido en mayo de 1984), las investigaciones no avanzaban. Al respecto, la procuradora del entonces Distrito Federal, Victoria Adato, era vista poco menos que como una nulidad. La presión contra el Gobierno crecía, pero eso no fue lo que la hizo caer. Luego del terremoto de 1985, bajo los escombros del edificio de la Procuraduría, se descubrieron cadáveres con huellas de tortura. Escándalo de omisión sobre escándalo de aberración. En diciembre, Adato fue nombrada ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se cayó para arriba.
Cuatro décadas después, ese caso sirve para ilustrar un par de nostalgias equivocadas sobre cómo “el viejo régimen sí corría” a gente que se le volvía un problema, esto en el marco de esa papa caliente que es Adán Augusto López Hernández por el caso La Barredora.
Moraleja número uno: la procuradora Adato era parte del sistema y este la premió. Y un nuevo procurador en poco o nada ayudó, por ejemplo, a los deudos directos e indirectos de Buendía, que tuvieron que esperar años a que hubiera una pesquisa digna de ese nombre.
Moraleja número dos: no solo la premió, sino que la mandó a la mismísima Suprema Corte de Justicia de la Nación. Salvo ella, ¿quién ganó con “la solución política” de los escándalos en la Procuraduría? Las y los mexicanos de a pie, no.
Y moraleja número tres: el sistema priista remoloneaba todo lo que podía antes de ceder. Y como ya se ha dicho, operaba siempre bajo la lógica de resolver problemas sin reconocerlos. Ni mea culpa ni propósito de enmienda. De ahí tanta renuncia por cuestiones de salud.
Este martes al senador Adán Augusto López Hernández la prensa lo cuestionó, en medio de un atropellado chacaleo, sobre si hay en su futuro una embajada. Él lo negó. Bueno, esas también eran reglas no escritas: los rumores de la “inminente” caída, y negar que el fuego asoma en los aparejos. En este caso, sin embargo, lo más probable es que la prensa en general, y los columnistas en particular, apliquemos lentes del pasado al otear el horizonte actual. ¿Hay una embajada en el futuro de Adán Augusto? No creo que pronto.
El viejo régimen operaba, antes que nada, en el entendido de que habría de cuidar la fachada de supuesta democracia. Ese afán era tanto hacia el interior como hacia el exterior. Carente de legitimidad de origen porque surgía de elecciones fraudulentas, el sistema priorizaba el mantener las formas.
Hablando del caso Buendía, si José Antonio Zorrilla fue destituido de la Dirección Federal de Seguridad no fue porque el Gobierno recapacitara sobre la forma de operar de ese policía y de, en general, la DFS, sino porque la muerte, en febrero de 1985, del agente Enrique Kiki Camarena Salazar desató una presión de parte de Estados Unidos que hizo incompatible sostenerlo, dado que se le empezó a mencionar como alguien que dio protección a Rafael Caro Quintero. Y, otra vez, cuando fue despedido no fue procesado: el sistema le dio una candidatura a diputado federal, a la que a la postre renunció para huir a España.
Morena hoy está muy lejos del PRI en eso de autopercibirse como falto de legitimidad.
Su control de la prensa, sus alianzas con el capital, el desmontaje de contrapesos, la colonización de poderes y órganos autónomos y la debilidad de la oposición, y, en contraposición, la capacidad para ganar elecciones y la popularidad de la presidenta hacen que el obradorismo relativice toda crisis.
Encima, al actual Estados Unidos le tiene sin cuidado un sistema de pesos y contrapesos en México en tanto este le sirva de policía migratorio, de servicio de paquetería a la hora de entregar narcos u ordenar su detención, y de eventual aliado para contener a China.
¿Adán es un objetivo de Washington? En el caso de que así fuera, cuando más, sería una carta a negociar entre la presidenta Sheinbaum y el presidente Trump. La mandataria más nacionalista no va a entregar al paisano del expresidente, acaso va a un trueque.
Eso en el plano exterior.
En el interior, la oposición, y lo mismo vale para la opinión pública, no están en condiciones de hacer inviable a López Hernández. Los partidos opositores no tienen votos o peso en las cámaras, no tienen apertura del fiscal, no tienen un grupo de gobernadores, no tienen iniciativa privada que les haga segunda, no tienen autoridad moral en el extranjero —en caso de que el extranjero aún sirva de algo—, no tienen, en una palabra, capacidad de hacer una manifestación que rebose la plaza de Coyoacán.
La presidenta Sheinbaum, por su parte, ha de cuidar otros elementos hacia el interior de Morena en el eventual caso de contemplar una salida para López Hernández. Ahí sí, se trata de cuestiones delicadas.
Primera: solo habrá de proceder al respecto sí y solo sí ahí mate el tema. No puede permitirse decidir algo que haga más grande la sospecha de cuánto más sabían sobre Hernán Bermúdez Requena y que ello genere un efecto dominó o un contagio.
Segunda: Morena es básicamente pura narrativa. Sí, capacidad de movilización, y de acoso a adversarios, pero sobre todo una promesa, una ilusión. La eventual caída de una corcholata como lo fue López Hernández no puede hacer mella en la fábula de la transformación. Quizá en julio, cuando estalló el escándalo de que Bermúdez Requena había huido, una renuncia de Adán Augusto por motivos de salud era viable como mentirijilla. Ahora ya no: cada reportaje, cada filtración del expediente (no son sinónimos) hace imposible esa salida “benigna”.
Tercera: defenestrar a Adán Augusto puede activar apetitos, o romper equilibrios, en el Congreso. El castigo debería ser o muy contundente, lo que abolla la marca del partido sin corrupción (fue ni más ni menos precandidato presidencial y secretario de Gobernación, qué García Luna ni qué nada), o parte de un reacomodo general que, o le sale muy bien a la presidenta o… Por lo mismo, quizá lo más económico sea aguantarlo.
Cuatro: la embajada. Hacerlo pasar por el proceso del Senado luce cuesta arriba en un momento donde el PRI estira la liga en sus acusaciones contra López Hernández, a quien ya denuncian ante agencias de Estados Unidos. ¿Lo someterían a la posibilidad de una humillación al aprobar el nombramiento? Todo sin descartar que el priista Alejandro Alito Moreno en realidad ande en un juego de hacerle imposible al régimen dejar de defender a Adán Augusto. Cosas más raras se han visto.
En lo que la presidenta resuelve el futuro de Adán Augusto, resta insistir en que una salida política es una salida no democrática. Ganaría Morena al borrar una causa de ruido, ganaría López Hernández al asegurar un escudo, pero ¿ganaría México? Dúdolo.
O, quién quita, en 2026 lo convierten en candidato a magistrado o algo así. Como a Victoria Adato: Adán Augusto al Poder Judicial. A la vieja usanza. Mejor no dar ideas.