La efervescencia que generó el regreso de Oasis a la capital escocesa no solo estuvo marcada por la música, sino también por la contundente crítica que Liam Gallagher dirigió contra el Ayuntamiento de Edimburgo durante su presentación en el estadio Murrayfield ante aproximadamente 70 000 seguidores.
El fuerte desencuentro se originó después de que trascendieran informes municipales —filtrados al diario The Scottish Sun— que describían a los fans de Oasis como “alborotados”, “intoxicados” y con una considerable presencia de “hombres de mediana edad que ocupan más espacio”. Esta caracterización despertó la indignación del cantante, quien exclamó en el escenario:
“¿Por dónde empiezo con todos los del ayuntamiento de la ciudad, los malditos cabrones? El dinero que vamos a traer —más de 1 150 millones de euros en tres conciertos— se lo van a repartir con sus colegas feos. Sigo esperando una maldita disculpa”.
La controversia no quedó ahí. Al día siguiente, durante su segunda actuación consecutiva, Gallagher continuó su arenga repleta de insultos y cifras económicas aún más elevadas. Cuestionó el “descaro” de las autoridades al etiquetar a su público, afirmando que Oasis generará “más de 2 000 millones de libras” para la ciudad y que aun así, “no recibirán ni un centavo de vuelta”.
El incidente también suscitó la defensa pública de la afición. Fans y figuras del entorno musical denunciaron los estereotipos negativos plasmados en los informes como prejuicios elitistas y anticuados. Por su parte, la administración local defendió su planificación multilateral y aseguró que se ha colaborado con residentes y autoridades para garantizar el orden y la seguridad durante los conciertos.
