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miércoles, septiembre 3, 2025

Las moscas que anuncian la muerte: la ciencia sofistica el uso de insectos para resolver crímenes más complejos

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Publicado originalmente por María Victoria Ennis en El País, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:

Usted está muriendo. Aún no lo sabe, pero las Calliphoridae, sí. Esa mosca verde tornasolada que acaba de entrar en su habitación, es una de ellas y le ha olido a varios kilómetros de distancia. Ha detectado al instante la inactividad celular de su agonía, imperceptible para los seres humanos. Los diminutos pelos que cubren todo su cuerpo son agudos receptores quimio sensoriales capaces de advertir las primeras señales de muerte incluso antes de que ocurra. Es la verdadera parca.

La mosca posa su belleza lúgubre en la entrada de una de sus fosas nasales, donde está cálido y húmedo; ideal para que su descendencia prospere. Cualquiera sentiría cosquillas y se la quitaría de encima fácilmente, pero recuerde que usted está muriendo y no puede moverse, de modo que la mosca deposita cientos de huevos y se va volando en calma tras dejar a sus hijos en un buen sitio: usted. En pocos días eclosionan y las larvas se hacen fuertes devorando su carne. Cuando estén satisfechas, se irán reptando para convertirse en pupas. Durante semanas serán frágiles gusanos encorsetados en una cápsula marrón hasta culminar su metamorfosis como parodias de mariposas. Entonces, saldrán en busca de un nuevo cadáver donde repetir el ciclo.

El proceso suena tétrico, pero la utilidad de su ciclo de vida infunde respeto y compasión. Las moscas pueden colaborar con la Justicia cuando se halla una persona fallecida en circunstancias desconocidas. En ese caso, un par de científicas bastarán para hacer hablar a las moscas. Como las argentinas Moira Battán, de la Universidad Nacional de Córdoba, y Ana Pereira, de la Universidad Nacional del Comahue, que son entomólogas investigadoras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y, además, peritos judiciales. Con su trabajo, contribuyen a precisar el momento de la muerte, a partir del análisis de la fauna cadavérica. Son expertas en moscas necrófagas, esas que tanto molestan durante una parrillada al aire libre.

Lo primero que hacen estos insectos, explica Pereira, es detectar el lugar donde consideran que su progenie va a estar más protegida. “Si la ves, está como palpando, viendo, tocando. Cuando percibe que está bien, empieza a poner sus huevos. Uno tras otro”. Esta familia de califóridas es capaz de detectar un cuerpo en el instante en el que pierde la vida o, incluso, unos minutos antes; en cuanto se detiene la reproducción celular. Llegan casi de inmediato y colonizan los tejidos muertos fijando, así, el intervalo post mórtem (IPM). Según el estado de maduración de las crías, las científicas pueden estimar con bastante precisión cuánto tiempo lleva un cuerpo sin vida.

El insecto adulto pone huevos y se marcha. La eclosión de sus crías se da en la podredumbre y en soledad. En cuanto salen, las larvas deben comer o morir. Así que emprenden lo primero con voracidad. “Estas moscas necrófagas, tienen tres estadíos larvales que se diferencian por su tamaño. Obviamente, van comiendo cada vez más hasta que llega un momento en el que completan su alimentación y, en general, migran. Se alejan del cadáver para producir la estructura del pupario”, explica Battán. En esa migración, buscan un refugio seguro para afrontar la siguiente etapa, en la que serán más vulnerables y no podrán moverse.

Cuando sean pupas, entrarán en un estado de latencia, como una crisálida de mariposa, durante una o dos semanas —o hasta la siguiente estación del año— hasta que llegue el momento perfecto para su metamorfosis final. “Si el cuerpo está al aire libre, sobre la tierra, buscará alejarse y enterrarse. Si está en un piso, buscará protegerse debajo de una cama, una alfombra, un sofá o en el vértice entre el piso y la pared. Hay una especie en particular, que se ve mucho en mi provincia, que suele esconderse debajo del cadáver o entre su ropa”, explica la experta cordobesa.

Si la policía científica las convocara de inmediato, desde el lugar en el que se halló el cuerpo, el estadío pupario podría también ser parte del análisis, pero la intervención de las entomólogas suele solicitarse ya en la morgue. “Muy pocas veces cuento con material del lugar del hallazgo. Generalmente, tengo del momento de la autopsia. Entonces, si hubo una primera generación de larvas que se criaron en el cadáver y migraron para pupar, me lo pierdo. Solamente veo lo que estaba encima. A menos que sean de esa especie en particular”, lamenta Battán.

Las que comen a su huésped vivo

Hay especies que no esperan. Un pequeño fragmento de tejido muerto es suficiente para que algunas moscas colonicen una herida. Ese fue el caso del cuerpo de una turista que se ahogó en el lecho de un río, a pocos centímetros de profundidad, en la provincia argentina de Córdoba, en 2020. Por motivos que se desconocen, la mujer todavía con vida no pudo quitarse de encima las moscas que infestaron sus heridas antes de morir. La presencia de larvas de ese tipo de dípteros suele evidenciar estados de abandono o negligencia en animales. La Cochliomyia hominivorax es una de ellas. En el borde de una herida, puede depositar hasta 500 huevos que nacen en 24 horas hambrientos, dispuestos a comer sin parar durante una semana, cavando túneles de a bocados que agravan las lesiones y atraen a otras huéspedes voraces.

Su acción es muy dolorosa, por lo que se supone que su presencia en humanos podría ser indicio de un estado de indefensión. “Hay especies que son biontófagas. Es decir, que se alimentan de carne, tejidos o heridas que están necrófagos, pero en organismos vivos. Es lo que comúnmente se ve en los perros como enfermedades dípteras. Esa infección se llama miasis”, explica la investigadora. Considerar estas especies en los estudios de entomología forense permite evitar errores de interpretación en la datación de la muerte.

En este caso, la entomología forense resolvió dos problemas: por un lado, determinar cuándo la mujer estaba viva a partir del período de actividad de los insectos y, por otro, determinar el momento de la muerte a partir de la biología de los insectos necrófagos (sucesión y supervivencia a la inmersión)”, concluye Battán junto a otros tres investigadores en el artículo científico que analiza el caso de la turista ahogada en Córdoba. Fue publicado en la revista de Medicina Forense y Legal, de la editorial Elsevier.

Las que revelan la época del año

Los insectos pueden aportar información no solo sobre el intervalo de tiempo, sino también sobre la estación del año en el que una persona ha muerto. La entomóloga Pereira lo demostró en un caso en el que se halló el cuerpo de un hombre en el maletero de un vehículo enterrado, en la provincia de Río Negro. El avanzado estado de descomposición del cadáver y las condiciones en las que fue encontrado dificultaron que pudiera estimarse la fecha de fallecimiento solo con los criterios médico-legales habituales como la temperatura corporal, el color o la rigidez cadavérica, entre otros.

El conocimiento de la fauna cadavérica y el ecosistema circundante permitió dilucidar mucho más que el momento de la muerte. “La Calliphora vicina es de las primeras en llegar, pero como había pocas pupas y estaban muertas dentro del pupario, lo que pudimos reconstruir fue que, mientras que el asesino hacía el pozo, el cadáver estuvo expuesto y las moscas pusieron sus huevos. Luego lo enterró y las pupas murieron por la falta de oxígeno, pero un tiempo después la tierra debe haber hecho peso en una zona del parabrisas donde se abrió una grieta por la que entró otra especie de mosca que sí pudo completar su ciclo entero. Más tarde, ingresaron los escarabajos. Así se pudo comprobar el tiempo que pasó entre que lo enterró y que entraron otros insectos”, explica Pereira.

Así, para datar la muerte, estudiaron las larvas de escarabajo y para aproximar la época del año, analizaron las larvas de mosca azul. También se tuvo en cuenta el modo particular en el que se desarrollan las estaciones climáticas en el extremo sur de América. En el artículo científico construido a partir del caso se aclara que si bien la Calliphora vicina es una especie invernal, el comienzo de la primavera en la Patagonia argentina todavía es fresco, con mínimas cercanas a los 0 °C, por lo que la muerte debió ocurrir en ese período.

El análisis cauteloso del ciclo de vida de cada especie que compone la fauna cadavérica, la evaluación del clima y de todo el ecosistema en el que se halla un cuerpo sin vida aportan información específica y valiosa. Las investigadoras resaltan, por esa razón, la necesidad de facilitar el trabajo interdisciplinar y la articulación entre la Justicia y el sistema científico. Para que, en caso de que usted acabe siendo un cadáver oculto u olvidado, la ciencia y las moscas guarden su memoria.

 

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