Ay, mi querido Samoilo, ya no nos vimos,
ya no vamos a recuperar las largas ausencias condicionadas por más de 10, 000 kilómetros ( que es justa la distancia en que las brujas aparecen y las Encantadas aparecen) ya no subirás al carrito de Eneas, nuestro famoso “diablito” de mercados que tú llevas a la plaza, no tanto para huir como para que Samoilovich, o sea tú pensando en un mundo de héroes, un poco anónimos creara un universo lleno de imágenes para reflexionar sobre la memoria, el exilio y la guerra, o porque tu humor e ironía nunca fue obstáculo para que no supiéramos que estabas al tanto del acontecer del mundo, y pretendías acercarlo con tu Diario de poesía, aspiración y guía de varias generaciones de poetas jóvenes, para los que trabajabas con ahínco y algo que a veces abandona tristemente a la poesía: el talento;
mi querido Samoilo, nos íbamos a ver, en tu casa mexicana, el Fondo de cultura económica, en donde nos encontramos, apenas ayer, para la presentación tu memoria poética Rusia es el tema, y sí, Rusia es el tema, y nunca permitiste que no supieran tu pasión por esos artistas de lengua eslava, como algo que corría por las venas y para los que las Galápagos no están lejanas del tiempo ni de los lugares, que eran como tu espíritu animoso y amable, que anteponía la amistad a muchas cosas;
ay, mi querido Samoilo, ya no compartiremos aquellas lecturas que hicimos en Chile poesía, gracias a nuestro amigo el poeta José María Memet, cobijados por la cordialidad de los poetas peruanos encabezados por Rodolfo Hinestroza y el oso hormiguero Antonio Cisneros; y qué bien estuvimos, no tanto en los sitios ofíciales sino invitados por aquellos jóvenes a leer en el espacio de Flor de Liz, que proclamaban como el encuentro Anti poesía, como eco del abuelo don Nicanor, y que recuerdo se alejaban de don Gonzalo y que por cierto, él fue el pretexto para asistir al encuentro en los escritores de Tamaulipas, que organizaba tu amigo y editor mexicano, mi tocayo Mendiola;
ay Samoilo, es difícil no querer a alguien que le importaba tanto el oficio que siempre buscaba hablar de otras cosas, escucharte leer tus poemas, rítmicos, armonices, irónicos y un poco despeinados, era semejante al abordar cualquier otro tema contigo, siempre estuviste en el papel de Samoilo, y ya no nos vamos a ver, y eso es triste;
ay, Samoilo, recuerdo que (a diferencia de muchos poetas) te gustaba bailar y la música cubana en Papá Jesú, era tu pista
pudiera decir que Daniel Samoilovich (Buenos Aires, 1949, ciudad de México),y, tal vez, le gustaba México para morir; al poeta y traductor, además editor de Diario de Poesía, durante varias décadas y hombre dotado de amistad y sentido del humor, que siempre se preocupó porque sus pensamientos y cantos se transformaran en forma de libro, y sus ensayos (experiencias estéticas y artísticas) de por lo menos las últimas tres décadas, nos ayudarán a comprender el mundo y su mundo, su entusiasmo no tenía un límite, y pocos saben que el entusiasmo lleva a dios en medio;
siempre acompañado intentaste traducir, no tanto a Shakespeare, Katherine Mansfield u Horacio, queras que las letras no tuvieran fronteras, reconciliar al mundo de todos los tiempos y convertirlo en un gran teatro, donde Samoilo huidera cantar y cantar y cantar, acompañado siempre cómplice de Mirta Rosenberg o Antonio Tursi, sabias que la poesía y sus efectos era una historia para compartir,
ay, Samoilo, te fuiste pensando quizás en las islas encantadas o Galápagos y contravenir a Darwin, y ahora te veo preguntando como a Samoilo, ¿el siglo XXI que te fizo?
Adiós, mi querido Samoilo, seguiremos, pues tus libros están conmigo y tal vez lo más triste es que otra vez no pudimos verlos, aunque en el carrito de Eneas, podemos decir que ya llegamos… o gritaremos con energía: ¡Basta ya de prosa!”