La comunidad científica mundial y el activismo ambiental están de luto tras el fallecimiento de Jane Goodall, quien a los 91 años murió por causas naturales, según informó el Instituto Jane Goodall, este miércoles. Reconocida por transformar su amor infantil por los animales en una pasión de por vida, Goodall se convirtió en un referente ético y científico en la protección del medio ambiente.
Goodall desarrolló sus primeros trabajos en Tanzania, donde vivió entre chimpancés, imitándolos, sentándose en árboles y compartiendo frutos, mientras documentaba comportamientos jamás observados: uso de herramientas, personalidades individuales y una complejidad social que rompía con los esquemas científicos tradicionales. Estos hallazgos cambiaron para siempre la forma en que la humanidad sabía relacionarse con sus parientes biológicos más cercanos.
El impacto de sus descubrimientos trascendió los laboratorios y las revistas académicas. Durante los años 60, Goodall empezó a hacerse conocida mundialmente gracias a documentales y publicaciones que mostraban la vida íntima de los primates y la riqueza emocional y social de los ecosistemas que habitaban. Su mensaje: los animales no son juguetes de estudio, sino seres con dignidad, autonomía y emociones propias.
En sus últimos años, Goodall dedicó su energía a la educación ambiental, la restauración de hábitats y la defensa de causas humanitarias. Fundó programas como Roots & Shoots, que inspiran a jóvenes en decenas de países para involucrarse en la conservación, la justicia climática y el cuidado de la biodiversidad.
Nacida el 3 de abril de 1934 en Londres, Goodall viajó por primera vez a África en la década de los 50; ese viaje marcó el inicio de una carrera que se prolongó por más de medio siglo, llena de descubrimientos, compromiso social y amor por la naturaleza.
Aunque ya no esté presente físicamente, su legado permanece: una visión de mundo donde la conservación, la empatía hacia los animales y el compromiso humano con la Tierra no sean opciones, sino responsabilidades.