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jueves, noviembre 21, 2024

El estafador de ClubHouse

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El estreno del documental El estafador de Tinder en la plataforma de streaming Netflix ha puesto sobre la mesa un tema del que poco se habla, pero que sucede con frecuencia: las estafas a través de las redes sociales.  

Según un informe de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos (FTC, por sus siglas en inglés), una de cada cuatro personas en el mundo informó haber perdido dinero por fraude en 2021 a través de aplicaciones con algún anuncio, una publicación o un mensaje. 

El estafador de Tinder cuenta la historia de Shimon Hayut, un hombre israelí de clase social baja que se hacía pasar por el heredero de un emporio de diamantes para estafar a mujeres en la popular aplicación de citas, y logró quitarle 10 millones de dólares a sus víctimas. 

Pero esa historia no es exclusiva de Tinder o Badoo, enfocadas a encontrar pareja. Hay quienes usan redes sociales consideradas para relaciones laborales, como LinkedIn o ClubHouse, como medio para contactar con personas y tratar de timarlas.  

Y aquí, una prueba: 

El pasado 21 de noviembre, luego de ser moderadora en una sala de ClubHouse para hablar sobre las elecciones regionales en Venezuela, recibí un mensaje privado de Bryan K. Anderson (como se hace llamar).  

–Hola, ¿cómo estás hoy?, escribió el hombre para iniciar una conversación casual y, al día siguiente mandó la invitación a Hangout, el chat de Gmail. 

El 6 de diciembre, luego de no recibir respuesta a su solicitud en Hangout, intentó un nuevo contacto:  

–¿Cómo estás hoy?, volvió a preguntar e inmediatamente recordó: te mandé la invitación a Hangout.  

Como entro muy poco a la red social ClubHouse, en donde los usuarios se comunican a través de la voz en salas en las que coinciden de acuerdo a sus intereses, no fue sino hasta el 1 de febrero cuando recibió una respuesta.  

–Hola, le escribí, y sin saberlo había dado entrada al inicio de una historia que pretendía consumarse en un fraude.  

Bryan me dijo que era padre soltero, proveniente de Buffalo, Estados Unidos, pero que estaba de servicio militar en Saná, Yemen, en una misión para “el mantenimiento de la paz”.  

–¡Estoy divorciado, soy padre soltero de una hermosa hija y su nombre es Mary! Estuve en una relación de mucho tiempo con mi exesposa, pero ella me lastimó mucho al meterse con mis muchachos cuando me fui a una misión de mantenimiento de la paz…, relató Bryan para romper el hielo.  

Y siguió: 

–Mi trabajo aquí en la unidad de operaciones tácticas es monitorear la inteligencia militar, la vigilancia, la administración de redes, la gestión de bases de datos y la implementación de hardware y software de computadora. Mi hija tiene 7 años. 

Luego de compartir algunos datos sobre quién soy, a qué me dedico y mi vida familiar, Bryan reveló su supuesta intención con esta plática: conseguir una mujer con la que pudiera rehacer su vida y darle a su hija Mary la figura materna que, siempre según sus palabras, la pequeña necesitaba. 

Bryan se mostraba como un hombre amoroso: enviaba mensajes de buenos días y buenas noches, acompañadas siempre de una imagen con rosas o cualquier otro tipo de flores y corazones; preguntaba constantemente por cómo me iba el trabajo y cómo estaba la familia, y además aseguraba que su supuesta hija –Mary– enviaba saludos y se moría por conocer a quien podría ser su futura madrasta. 

También pretendía ser un hombre religioso. Sus hijos, aseguraba, eran un regalo de Dios, daba gracias al cielo por estar con vida pese a trabajar en una zona de guerra e, incluso, me pedía que no me fuera a dormir sin antes rezar por mi bienestar y, por supuesto, por el suyo. 

De vez en cuando, Bryan –o como se llame– compartía fotos suyas en el gimnasio, en un avión privado, vestido de militar y con un arma, y hasta de su supuesta hija en un parque de diversiones.  

Sin preguntar, asumía que existía una relación amorosa entre él y yo, y hasta llegó en algún momento a asegurar que yo era su novia. 

 

Huele a fraude 

Después de una semana de pláticas diarias, Bryan reveló su verdadera intención: estafar. El miércoles pasado, el supuesto militar estadounidense me mandó un mensaje en el que manifestaba su urgencia por regresar a Estados Unidos para –obviamente– conocerme y hacer una vida feliz a mi lado.  

“Cariño no puedo esperar para tenerte en mis brazos solo para hacerte sentir feliz siempre! Martha, ¡quiero que compres una licencia de emergencia para que vuelva a casa!”, escribió el 9 de febrero. Y fue entonces cuando confirmé mis sospechas: era blanco de un estafador. 

La vena periodística me ganó y decidí continuar con el juego. Le pedí a Bryan que me explicara qué necesitaba. Me dijo que sólo debía mandar un correo a su comandante a la dirección [email protected] y hacer la solicitud de la licencia. Debía decir en el texto que era su prometida y que lo necesitaba de regreso en Estados Unidos para hacer los preparativos de nuestra boda.  

Por supuesto, lo hice.  

-¡Avísame cuando mi comandante te responda!, ordenó. 

Al día siguiente el supuesto comandante contestó mi solicitud:  

“El presente es para acusar recibo de la solicitud de licencia realizada en nombre de su prometido, el sargento comandante BRYAN K, ANDERSON, parte de una tropa estadounidense en una misión de mantenimiento de la paz, una misión confidencial contra el terrorismo, aquí en Sana’a, Yemen, bajo mi mando militar y jurisdicción. Entiendo por esta solicitud y las discusiones anteriores con él sobre sus asuntos y su propuesta de matrimonio a usted que debe proceder a un acuerdo de matrimonio con usted. Ha hablado mucho sobre este asunto y ahora busca concluir con usted para hacerla su esposa. 

“Él está en una misión importante y ocupa una posición destacada en los deberes de seguridad y monitoreo como uno de nuestros servidores de inteligencia militar aquí. Es el único comandante marcial que tenemos aquí en el campamento. En consecuencia, también debe tener en cuenta que este no es el momento de su licencia oficial, pero sin embargo (sic) se le otorgará una licencia de emergencia para que llegue a su país y se case con usted”. 

Y vino el zarpazo: 

“También debo advertirles que la autoridad militar de Estados Unidos no le pide a nuestras tropas que paguen sus licencias oficiales o feriados/vacaciones asignadas y aprobadas por la autoridad militar, sino en una situación donde cualquier miembro del Ejército de los Estados Unidos se hará cargo de ella. (…) Debe implicar el pago de tasas según el número de semanas o meses. La duración de la licencia se elegirá como disponible solo por razones de emergencia a pedido de las tropas en una misión de mantenimiento de la paz únicamente. 

CATEGORÍAS DE SALIDA DE EMERGENCIA

(A) DURACION DE 8 SEMANAS: $ 3,200.00 USD 

(B) DURACION DE 16 SEMANAS: $ 7,200.00 USD 

(C) DURACIÓN DE SEIS MESES (LUNA DE MIEL): $ 9,350.00 USD” 

Al recibir este correo quise seguir indagando en lo que ocurría. Entonces, le escribí a Bryan y le mandé la copia del correo que recibí. Su respuesta fue directa: 

Entonces, ¿cuál eliges pagar para que vuelva a casa?, escribió. Y luego prometió: “Te devolveré el dinero una vez que regrese a casa ¡De acuerdo! ¡Solo escríbele a mi comandante para ver dónde puedes hacer el depósito para que yo regrese a casa!”. 

 

 

Repite modus operandi 

Ante lo evidente –estaba ante la presencia del estafador de Club House– decidí seguir investigando. Encontré el artículo “¿Cómo denuncio a un estafador que se describe a sí mismo como un médico del ejército desplegado en Siria?”, en la página de foros de Quora, en el que –oh, sorpresa– denunciaban a “mi prometido”, Bryan. 

En esta página web, Renata Covaliuc publicó hace 9 meses:  

“Soy de Rumania y un estafador me contactó desde una plataforma de lectura llamada MoboReader. Hablé durante una semana hasta que lo atrapé. El nombre que él mismo se da es David Brian, de 45 años, dice ser Sargento E-7 en el Ejército de EE.UU. Dijo que era el único hijo y que ambos murieron cuando él era joven. Tiene una hija de 8 años, Mia, que vive con la hermana de su padre.  

“Dice que vive en Dallas, Texas, pero actualmente está asignado a Siria desde noviembre de 2020. Me envió fotos de su casa y auto en Dallas, con Mia, con él en uniforme, en la patrulla nocturna…  

“En un momento me pareció dudoso y comencé a buscar información en Internet y comencé a preguntarle en qué parte de Siria está exactamente, si me puede enviar la dirección de correo electrónico militar o la dirección APO, pero lo evitó. Después de que comencé con preguntas más detalladas, se perdió en los detalles. Buscando fotos en Internet, descubrí que tomó la imagen de Nathan Fair”. 

Y no fue su única víctima.  

Bertha Ríos publicó hace un año en la página de Facebook Take Down scammers (Derriba a los estafadores, en español): 

“A mí me estafaron usando el nombre de David Fair con las fotos de esta persona. Engañando y enamorando y pidiendo dinero (…) Me hacían videollamada y yo miraba la cara de la foto, pero la voz no era de un americano si no como de Siria, una voz rara ni se entendía bien su inglés”. 

Y también timó a Mary Argueta Alfaro, según lo que ella denunció en Facebook. “En este momento estoy chateando con esta persona; quiere que yo le ayude a solicitar una licencia de emergencia. Se enojó conmigo porque le dije que no podía hacer eso; me estafo con 7,050 dólares de un supuesto paquete y aún la compañía me está pidiendo 6,500 dólares más”, escribió la mujer hace un año. 

Bryan K Anderson tiene múltiples identidades: se hace llamar Klaus David, Patrick Fair Gregory, David Fair Rogers, Anthony George, etc, etc, etc… 

Hasta el momento de cierre de esta edición, Hipócrita Lector no obtuvo respuesta de ClubHouse, plataforma a la que se le cuestionó por los mecanismos que establecen para evitar las estafas a través de su plataforma.  

 

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