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sábado, noviembre 23, 2024

Doña Guille, una vida de 55 años; al servicio de enfermos psiquiátricos

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A sus 85 años de edad, Guillermina Quintero Casales se mantiene vigorosa, fuerte y dispuesta a seguir sirviendo en el Hospital Psiquiátrico “Dr. Rafael Serrano”, mejor conocido como El Batán. Sobre sus hombros carga 55 años de servicio en este nosocomio, cuyos pacientes tienen una especial característica: requieren del amor y cuidados de una familia. Una familia como la suya, que es extensa, con 10 hijos y 120 nietos, bisnietos y tataranietos.

Inició su carrera como afanadora en el mismo hospital donde se ha mantenido poco más de medio siglo trabajando, el mismo tiempo que tiene de construido el hospital, pues ella ingresó recién que lo inauguraron en 1967, cuando tenía 27 años.

En la plática también participa la reportera Pilar Bravo, decana en el periodismo de Puebla, quien, al igual que doña Guillermina, es lúcida en sus respuestas y el intercambio de comentarios se da como si se tratase de dos conocidas, quienes han visto pasar gobernantes, secretarios de Salud y directores.

Labora en un área sensible del sector salud que atiende a pacientes con depresión, esquizofrenia y trastornos de personalidad, y brinda servicios de clínica de paidopsiquiatría, consultas externas de terapia de lenguaje, de juego, estimulación temprana, neuropsiquiatría y terapia para adolescentes.

De acuerdo con información de portal Ángulo 7, en el hospital existen 209 pacientes con atención psiquiátrica, los cuales 184 son de estancia prolongada, muchos de ellos enfrentan una cruda realidad al ser abandonados por sus familias por la enfermedad mental que padecen.

Para el gobierno, esto representa un gasto diario de mil a mil 500 pesos por cada paciente, pero para doña Guillermina refleja una triste realidad: “Vienen y los dejan, luego los van a buscar y no los conocen y aquí se quedan”.

No obstante, esta trabajadora da un ejemplo de trato hacia estos pacientes: “Son unas personas mu nobles, y muy buenas, yo le tengo más miedo a los de afuera que a los de adentro”, dijo.

Este martes doña Guillermina recibió del gobernador Sergio Salomón Céspedes una medalla por sus 55 años de servicio en la institución, reconocimiento que fue sellado con un beso en su cabeza como una muestra de respeto del mandatario.

Guillermina resume su trayectoria en una frase: “Lo principal es el buen trato, porque son seres humanos y no estamos salvos nosotros también de alguna familia, algún conocido, y yo por eso siempre los he tratado muy bien, como si fueran mi familia, yo creo que por eso Dios me da dado energías para estar aquí con ellos”, expresó.

A sus 85 años dice que la necesidad es la principal razón por la que se ha mantenido cinco décadas laborando a pesar de que sus hijos le insistieron en descansar, pero también goza de un ambiente laboral sano donde existe el compañerismo y el buen trato con los jefes. “De allá me van a sacar con los tenis para adelante”, bromeó.

De haber iniciado como afanadora, Guillermina Quintero ahora está en otra área, en ocasiones apoya a los encargados del área de peluquería del hospital y en otras a sus compañeras y compañeros que preparan los alimentos para los pacientes.

“Soy de madera buena, en primera, y en segunda porque voy y vengo, voy y vengo y me ha gustado hacer ejercicio”, responde ante el comentario de este reportero sobre su estado físico y de salud, que a simple vista es bueno, pero reconocer que el cansancio comienza a llegar a su vida y con ello la inminente renuncia.

“Pero me acuerdo de ellos y ahí me vengo rápido”, dice sobre su aliciente para continuar laborando.

Sin embargo, se reserva sus comentarios para las nuevas generaciones de estudiantes y de médicos: “mejor, mira, no hablo, mejor no hablo, con eso te doy a entender mucho”.

Aunque quiso también mantener en secreto a su numerosa familia, doña Guillermina terminó por revelar que procreó a 10 hijos, cinco hombres y cinco mujeres. “Van a decir que no tuve televisión”, dice entre risas.

Pero lo más sorpresivo es que su familia se extiende hasta sus 120 integrantes, entre nietos, bisnietos y tataranietos. “Ya con eso no le puedo pedir más a Dios, ya me dio la dicha de ver hasta mi tercera generación, ya no pido más”.

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