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martes, junio 3, 2025

Cómo los cárteles de México reclutan niños y los convierten en asesinos

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Sol recuerda su primer asesinato para un cártel mexicano: un secuestro que cometió junto con otros jóvenes reclutas, que derivó en tortura y terminó en homicidio. Tenía 12 años.

Se había unido al cártel unos meses antes, reclutada por alguien que conocía mientras vendía rosas en la calle, afuera de un bar. Comenzó como vigía, pero ascendió rápidamente. El cártel valoraba su entusiasmo infantil por aprender, su lealtad ciega y, quizás más importante aún, el hecho de que era menor de edad, lo que la protegía de castigos severos si la atrapaban.

“Obedecía al jefe ciegamente”, cuenta Sol, hoy con 20 años, desde el centro de rehabilitación en el centro de México donde intenta reconstruir su vida. “Yo creía que me querían”.

Sol prefirió no revelar cuántas personas mató durante su tiempo en el cártel. Afirmó haber sido adicta a la metanfetamina desde los nueve años. Fue arrestada por secuestro a los 16 —su única condena penal— y pasó tres años en un centro de detención juvenil, según su abogada.

Reuters omite el apellido de Sol, así como la ciudad donde operaba y el cártel al que perteneció, para proteger su identidad. No fue posible verificar de forma independiente su historia, aunque psicólogos del centro y su abogada consideraron que era creíble.

Expertos en seguridad aseguran que casos como el de Sol son el resultado de una estrategia deliberada de los grupos del crimen organizado en México para reclutar menores, explotando su deseo de pertenencia y reconocimiento.

En el argot del narco se les conoce como pollitos de colores, en alusión a los polluelos pintados con colores tóxicos que se venden en ferias mexicanas. Son baratos, vistosos… y no viven mucho.

Reuters habló con 10 sicarios menores activos, seis exmiembros, y cuatro operadores de alto nivel, quienes confirmaron que el reclutamiento y adoctrinamiento de jóvenes sicarios va en aumento.

Sus testimonios reflejan la creciente brutalización de la sociedad mexicana y el fracaso del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum —y de sus predecesores— no solo para contener la expansión territorial del narco, sino también su influencia cultural.

La presidencia de México y la Secretaría de Gobernación no respondieron a solicitudes de comentarios.

La agencia contactó a miembros activos del crimen organizado a través de Facebook y TikTok. Muchos compartieron fotos con rifles. Uno portaba una gorra con una caricatura de un pollito disparando ráfagas automáticas, alusión directa a los pollitos de colores. Tenían entre 14 y 17 años.

La mayoría fue reclutada por familiares o amigos. Su motivación principal: sentirse parte de algo. Procedían de hogares marcados por la violencia y el consumo de drogas. Muchos ya eran adictos a sustancias como la cocaína o la metanfetamina.

“Uno entra con la sentencia de muerte ya firmada”, dijo un sicario de 14 años con ocho meses en un cártel, que pidió el anonimato. “Pero vale la pena”, añadió. Ya no pasa hambre y tiene una sensación de familia.

Políticas fallidas

Aunque 15 expertos en seguridad y miembros del crimen organizado coinciden en que el reclutamiento infantil va en aumento, la falta de datos precisos dificulta rastrear el fenómeno.

La Oficina de Asuntos Laborales Internacionales de EE.UU. estima que unos 30,000 niños participan en grupos criminales en México. Organizaciones defensoras creen que hasta 200,000 menores vulnerables corren riesgo de ser reclutados. No hay claridad sobre cómo han evolucionado esas cifras, aunque especialistas afirman que los reclutas son cada vez más jóvenes.

Un informe del gobierno mexicano publicado el año pasado reveló que hay niños desde los seis años involucrados en el crimen organizado. También destacó el uso creciente de tecnologías como videojuegos y redes sociales para atraer reclutas.

Según el informe, el 70% de los adolescentes que ingresan a los cárteles crecieron en entornos marcados por una violencia extrema.

En 2021, autoridades mexicanas interceptaron a tres menores de entre 11 y 14 años en Oaxaca, que estaban por unirse a un cártel tras haber sido contactados a través del violento videojuego multijugador Free Fire.

Desde entonces, la Guardia Nacional emitió lineamientos sobre el uso seguro de videojuegos. Además, en la Cámara de Diputados se analiza una iniciativa de ley que criminalizaría la glorificación del crimen en música, televisión y videojuegos.

“Vemos cada vez más grupos criminales cooptando niños más pequeños”, dijo Dulce Leal, directora de Reinserta, organización enfocada en menores víctimas del crimen organizado. Señaló que esta tendencia va de la mano con el auge de tecnologías como videojuegos con chats integrados.

En el mismo centro de rehabilitación donde se encuentra Sol, otra exsicaria, Isabel, de 19 años, recibe tratamiento por trauma severo y depresión. Fue reclutada por su tío a los 14. Según contó, él la ayudó a asesinar a un exprofesor que la violó. Luego se hicieron pareja, a pesar de que él era 20 años mayor.

Ella quedó embarazada, pero perdió al bebé, probablemente por su consumo de drogas. Aunque Reuters no pudo corroborar todos los detalles de su relato, su arresto como miembro menor de un cártel sí fue reportado en medios en su momento.

Isabel se quitó los tatuajes con el nombre de su tío, pero aún conserva la silueta de su rostro sin rasgos, grabada en su piel.

Niños “desechables”

Los niños más pequeños suelen ser usados en tareas simples, como mensajería o vigilancia. Pero su lealtad y moldeabilidad los convierte rápidamente en activos valiosos. También son baratos y fáciles de reemplazar. A los ocho años, ya pueden manejar un arma y matar, según un miembro de un cártel.

Existen similitudes con el uso de niños soldados en países como Sudán o Siria, pero en México el fenómeno se distingue por el carácter lucrativo del crimen organizado y su enorme influencia cultural. También han surgido casos aislados de asesinos menores en otros países, como Suecia.

“Estos niños son desechables, se les puede usar… pero al final, lo único que les espera es la muerte”, afirma Gabriela Ruiz, especialista en juventud de la UNAM.

En 2021, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos exhortó a México a combatir el reclutamiento forzado de menores, tras reportes de niños en Guerrero que se sumaron a fuerzas comunitarias para enfrentar al crimen organizado.

Pese a los esfuerzos del expresidente Andrés Manuel López Obrador —y ahora de Sheinbaum— por atender las causas sociales del narcotráfico, incluidos programas para alejar a los niños de las drogas y el crimen, 15 expertos entrevistados por Reuters coinciden en que hay poco avance real. No existen programas específicos para rescatar a los menores reclutados.

Un obstáculo clave es la falta de una legislación clara que prohíba expresamente el reclutamiento de menores por parte del crimen organizado. Otro problema de fondo es el trabajo infantil generalizado en México.

Según datos oficiales de 2022, 3.7 millones de niños entre 5 y 17 años ya trabajaban, lo que representa el 13% de ese grupo de edad. Legalmente, los menores pueden trabajar desde los 15 años si cumplen ciertos requisitos, como contar con el permiso de sus padres.

Huir para vivir

Daniel tenía 16 años cuando se unió a un cártel en la costa del Pacífico, en 2021. La célula llegó armada a una fiesta donde él estaba y obligó a los asistentes a unirse bajo amenaza.

Durante tres años trabajó para el grupo: empezó como vigía, luego cobraba extorsiones, y finalmente se convirtió en sicario. Muchos de sus amigos murieron: algunos a manos de cárteles rivales, otros por el suyo propio, como castigo o advertencia.

En noviembre pasado huyó, dejando atrás a su pareja y a su hijo de tres años. Escapó al norte del país y solicitó cita de asilo en Estados Unidos mediante la aplicación CBP One, implementada por el gobierno de Biden pero desmantelada con la llegada de Trump.

Ahora se oculta cerca de la frontera, temiendo por su vida y por la de su familia. Ahorra para pagarle a un coyote que lo cruce a EE.UU.

“No tengo opción. Me da miedo morir”, dijo a Reuters desde el albergue donde se refugia.

Para Sol, el camino es otro. Quiere reconstruir su vida en México. Estudia Derecho y sueña con ejercer como abogada, lejos de la violencia que vivió y provocó siendo niña.

Desea especializarse en justicia juvenil y convertirse en guía para otros jóvenes tentados por el crimen.

“Nunca pensé que llegaría a los 20. Siempre creí que iba a morir antes”, dijo con lágrimas en los ojos.

Con información de Lizbeth Díaz de Reuters, de donde se tradujo de manera íntegra el texto.

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