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domingo, septiembre 21, 2025

‘Breaking Bad’ polaco: las cocinas del Cártel de Sinaloa llegan a la tierra de Juan Pablo II

Publicado originalmente por Óscar Balderas en Milenio , compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:

Los oficiales de la Oficina Central de Investigación de la Policía de Polonia (CBŚP) se alistaron para ir a la guerra: por aire despegaron helicópteros artillados con personal armado hasta los dientes y, por tierra, añadieron una caravana con decenas de agentes de la Oficina de Operaciones Antiterroristas con armas largas y vestimenta balística. Ninguna precaución era suficiente: les habían dicho que se enfrentarían en su país, la tierra de Chopin y de Juan Pablo II, al internacionalmente temidoCártel de Sinaloa.

Era el 3 de septiembre pasado y se ejecutaba la última etapa de una larga investigación: la posible existencia de un narcolaboratorio instalado en una zona rural y alejada del distrito Świecie, al norte de Polonia, que era manejado por hombres que idolatraban al infame Joaquín El Chapo Guzmán.

La sola evocación de ese nombre hacía pensar a las autoridades polacas en la posibilidad de un enfrentamiento contra gente que respondiera al estereotipo del integrante de un cártel mexicano, es decir, sicarios que cortan cabezas por diversión y que responden a cualquier agresión rafagueando con fusiles de asalto.

Por esa razón, supusieron, había que usar la artillería pesada. Era necesario llevar todo cuando se trata de enfrentar a narcos mexicanos, cuya reputación asusta hasta a las mafias europeas. En total, el operativo requirió dos aeronaves, ocho vehículos blindados y más de 50 agentes de élite. Todos estaban enfocados en el operativo sorpresa: rodear la propiedad donde estaba el narcolaboratorio, un sitio con tres construcciones de techos cafés y blancos en medio de la nada, lejos de la mirada de la policía en la histórica región de Pomerania, e irrumpir con el cuidado que requiere entrar a una instalación del cártel más famoso del mundo.

Cerca de las 2:00 de la tarde, la élite de la policía polaca se arremolinó en esa casa y lo que creían que sería un narcolaboratorio casero era, en realidad, una fábrica profesional de drogas de producción continua y procedimientos químicos especializados para minimizar los olores y el riesgo de detección.

Podría ser la envidia de una empresa mediana del ramo farmacéutico, pero en realidad es la prueba de la tecnificación del narcotráfico global.

En la propiedad hallaron a dos mexicanos y un polaco que no opusieron resistencia al arresto en cuanto vieron el tamaño del operativo. Los tres trabajaban con decenas de bidones azules, apilados uno sobre otro, que contenían sustancias altamente inflamables. Sólo ese día tenían 300 litros de metanfetaminas a su disposición, más tres toneladas de precursores químicos para otras drogas sintéticas. Con esa materia prima, el Cártel de Sinaloa esperaba producir, al menos, 330 kilos de drogas listas para ser cortadas y llevarlas al mercado negro europeo. Una producción con un valor mínimo de 30.5 millones de pesos mexicanos.“Cocineros” estilo Breaking Bad.

“La policía sospecha que la droga terminada se destinaba al mercado de Europa Occidental, y que Polonia sólo servía como base de producción”, publicó el diario local Dziennik Narodowy, que al igual que otros medios resaltaron como una rareza la presencia de narcotraficantes mexicanos en zonas rurales. “¡Versión polaca de Breaking Bad. Arrestados mexicanos vinculados al cártel!”, tituló otro sitio de noticias.

La noticia causó extrañeza en Polonia, pero no dentro de las corporaciones policiacas ni entre los expertos que saben cómo se mueve la droga por el mundo. No era el primer narcolaboratorio del Cártel de Sinaloa hallado en suelo polaco, aunque muchos así lo creyeron. Y, para la desgracia del país europeo, seguramente no será el último.

La lejana pero codiciada Polonia
Entre México y Polonia hay unos 10 mil kilómetros de distancia. Una lejanía física que se traduce en desconocimiento de usos y costumbres. Aunque en el 2023 ambos países celebraron 95 años de amistad, realmente es poco lo que los mexicanos sabemos de ese amigo. Tan escasa es la comunidad polaca en nuestro país que durante la pandemia de Covid-19, la Secretaría de Relaciones Exteriores sólo repatrió a 419 polacos para que pasaran el confinamiento en sus comunidades de origen.

Salvo que México acogió a cientos de polacos que huían del régimen nazi, y muchos de ellos se instalaron en una comunidad en la periferia de León, Guanajuato, que llamaron “La Pequeña Polonia”, otro pocos datos son conocidos por el vox populi: que Polonia fue una república bajo la égida soviética, que su invasión enardeció al dictador Adolfo Hitler y que es cuna del gran músico Frédéric Chopin y de Karol Józef Wojtyla, mejor conocido como Juan Pablo II.

Pocos podrían mencionar un platillo típico de esas tierras, su actual presidente o incluso ubicar al país en un mapa del mundo.

Pero hay un dato más que la mayoría de los mexicanos desconoce de Polonia: es una nación codiciada por los cárteles nacionales, especialmente por el de Sinaloa –o lo que queda de él tras la pelea interna entre Los Chapitos y La Mayiza–. Justo en la región esta organización criminal instaló varios narcolaboratorios desde la primera década del presente siglo, de acuerdo con informes de la agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA, y la Europol.

En sus años de mayor gloria criminal, Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada advirtieron que la franja europea donde se ubica Polonia es inmejorable para ser un centro de fabricación y distribución continental de drogas: está justo en la encrucijada entre Europa Occidental y Europa del Este, con extensas zonas rurales que están poco vigiladas. Esa es una doble bendición y maldición. De un lado tiene frontera con Alemania, uno de los países con mayor consumo de cocaína y metanfetaminas en toda la Unión Europa, y del otro están los Balcanes, cordillera clave para el tránsito de drogas sintéticas hacia Rusia, otro mercado apetitoso.

Para llegar hasta su territorio no es necesario atravesar los elevados Alpes ni enormes desiertos. Basta navegar con calma hasta sus dos grandes puertos en el Mar Báltico –Gdansk y Gdynia–, que son el motor de la economía nacional y usarlos como entrada para miles de contenedores de contrabando.

Dado que, según Naciones Unidas, el 70 por ciento de las drogas en el mundo se mueven por rutas marítimas, no sorprende que desde hace casi dos décadas, se hayan detectado en territorio polaco precursores químicos para drogas sintéticas provenientes de América Latina, principalmente de México, Ecuador, Colombia y Brasil.

Polonia tiene grandes redes de transporte terrestre, lo que es idóneo para la desviación de drogas. Por sus carreteras reconstruidas tras la Segunda Guerra Mundial se mueven organizaciones criminales locales, alemanas, holandesas, albanas, serbias y otras más, que se encargan del narcomenudeo por Europa tras ser contratadas por los jugadores pesados del narcotráfico global, como la mafia italia ‘Ndrangheta o el Cártel de Sinaloa.

Para colmo, la guerra en Ucrania, nación contigua a Polonia, ha mejorado la posición narcótica del país, pues la frontera se ha vuelto una zona voluble por donde pasan armas y personas explotadas. Y por donde pasan balas, pasan drogas. Pareciera que los eventos históricos de los últimos años han preparado al país de la bandera rojiblanca para ser un centro de fabricación y distribución de estupefacientes, aunque no de alto consumo, al menos todavía.

Un elemento extra: la corrupción en las aduanas de Polonia facilita el trabajo de los narcotraficantes mexicanos. Se trata de una herencia maldita de la Mafia de Pruszkow, mejor conocida en el mundo con el genérico de “la mafia polaca”.

Cae el comunismo rojo, se levanta el consumismo negro
En 1989, tras un largo movimiento de oposición al régimen comunista, el parlamento polaco aprobó un nuevo gobierno de orientación capitalista y libre mercado.

Había muerto la República Popular de Polonia para dar paso a, simplemente, la República de Polonia. Ese cambio también se reflejó en los cuerpos de seguridad: se abolió la Milicia Ciudadana, de directriz soviética, y se sustituyó por la Policía Nacional de Polonia.

El cambio fue largo y complejo. La burocracia retrasó la consolidación de una corporación moderna y el tiempo perdido fue aprovechado por delincuentes de poca monta con experiencia en entrar y salir de prisión. La democracia les abría oportunidades nuevas y brillantes a carteristas, farderos, ladrones de casas y contrabandistas de la ciudad de Pruszków, quienes comenzaron a aliarse para hacerle frente a una policía distraída.

Pronto descubrieron que no tenían que conformarse con delitos menores. El mundo libre ofrecía mercados negros millonarios, como el tráfico de drogas y armas, así que entraron de lleno. No tenían competencia.

A principios de los años noventa ya controlaban Pruszków, su ciudad natal, y la capital Varsovia; a mediados de la década dominaban el país entero. No había negocio sucio en el que no tuvieran las manos metidas: desde apuestas ilegales hasta el robo de ganado.

“Algunos polacos odiaban a los gánsteres por forzar su prosperidad mediante extorsiones, tráfico de drogas y robos, otros los respetaban como hombres que tomaban lo que querían con un [rifle] Kalashnikov en una mano y un trago de vodka en la otra”, escribió el periodista Christopher Oten en su texto “Un golpe de gracia de la mafia polaca”.

Como cualquier agrupación criminal, la Mafia de Pruszków tuvo líderes míticos y sanguinarios. El más famoso fue Andrzej Kolikowski, alias Pershing, un despiadado hombre de negocios que asesinaba con frialdad a sus enemigos de la Mafia de Wolomin y a cualquier policía que interviniera en sus negocios.

Entre otras anécdotas, Pershing solía apostar miles de dólares en funciones de box en Atlantic City, Nueva Jersey, donde podría fácilmente encontrarse en las gradas VIP con el futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

La racha homicida de la Mafia de Pruszków y de Wolomin se volvió frenética. Los muertos se acumulaban tan rápido que no había tiempo para reemplazarlos. Como un virus que infecta a un cuerpo y lo mata consigo adentro, para inicios del siglo XXI la vieja mafia polaca se extinguió por sus propias ambiciones y dio paso a organizaciones criminales locales que usan a Polonia como país de producción de tránsito y drogas, de acuerdo con el Índice Global Criminal.

Pese a la muerte de la mafia polaca, sus efectos corruptores siguieron vivos por varios años. La policía quedó hambrienta de sobornos y deseosa de trabajar con grupos del narcotráfico de escala global. Fue cuestión de tiempo para que el Cártel de Sinaloa, empujado por un Chapo Guzmán engolosinado con su lugar 701 de la lista de multimillonarios del mundo, plantara su bandera en la tierra de Karol Wojtyła.

Así, los narcotraficantes mexicanos se aprovecharon de un país acostumbrado a convivir con mafiosos despiadados y policías sucios. Y, duchos en la materia, abrieron su propia embajada.

Narcolaboratorios donde ni te imaginas
Un año antes del hallazgo del narcolaboratorio de Świecie, las autoridades polacas encontraron otro más en Podlasie, al oriente del país, donde la vida rural transcurre con languidez. Ahí conviven polacos, bielorrusos, ucranianos y lituanos, principalmente, que se congregan todos los días en iglesias católicas rodeadas de bosques y ríos.

En octubre de 2024, agentes de la CBŚP finalizaron una investigación encubierta con el cateo de una falsa granja en una zona de difícil acceso que escondía un enorme laboratorio de metanfetaminas. Ahí decomisaron casi 120 litros de narcóticos líquidos con un valor en el mercado negro de casi 36 millones de pesos. La incautación se festejó como si se hubiera frenado una bacteria que inminentemente enfermaría, y mataría, a miles de personas en Europa.Los detenidos arrojaron una pista inmediata de los dueños de la cocina de drogas: cuatro eran mexicanos oriundos de Sinaloa y uno más era polaco. Este servía de chofer, traductor y ayudante para brincar la barrera cultural y lingüística.

El Cártel de Sinaloa, como megaempresa criminal, había contratado un freelance para sus representantes en un largo viaje de negocios. Todos vivían en unos edificios viejos en Podlasie, cascarones de concreto que recuerdan el pasado comunista de la región. Se camuflaban de migrantes, como muchos otros en la provincia. El disfraz perfecto.“¡Qué desastre!”, dijo un residente en una entrevista con periodistas de TVN24, citada por el sitio polaco Natemat. Otro vecino reconoció: “No me lo esperaba, pero es posible en cualquier lugar”. En los noticieros se resaltaba esa sorpresa: ¿cómo y por qué el cártel de las drogas más reconocido del mundo por su violencia se había instalado, entre todos los pueblos del mundo, en la aburrida Podlasie?

“Estamos observando la creciente expansión de los cárteles mexicanos que producen metanfetamina en todo el mundo. Recientemente se desmantelaron laboratorios similares en Sudáfrica”, explicó el inspector adjunto de la CBŚP, Michał Aleksandrowicz.

Sus dichos pretendían dar calma y contexto: los narcos mexicanos están por todo el planeta, incluso en un país como Polonia que ocupa el lugar 32 en el Índice Global de Paz, por encima de naciones como Suecia y Montenegro.Las autoridades polacas siguen a la caza de más narcolaboratorios.

En varias conferencias de prensa han enfatizado que no son ingenuos: son el quinto país más poblado de la Unión Europa y una gran parte de sus 312 mil kilómetros cuadrados de extensión están lejos de la vigilancia policiaca, lo que los convierte en un imán de manufactureros de drogas.

Ellos, al igual que las autoridades mexicanas, persiguen en sus bosques y montañas al omnipresente Cártel de Sinaloa. O lo que queda de él.

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