Una y otra vez sobre el mismo aparato. Corre, pone las manos, da una vuelta y cae sobre la colchoneta. Nosotros con la mirada sobre ella como si fuera una luciérnaga alumbrando un recodo del alma, una mariposa sin alas, un pájaro que no dura mucho tiempo en el aire.
Nos las imaginamos de grande como una atleta que ahora enseña a las demás. Pasa la película de la vida por nuestra mente en todo lo que hemos hecho para que llegue hasta aquí, tantos sacrificios que a veces parecen grandiosos, otras veces, es como si una fuerza mayor nos detuviera para que no se avancemos, porque no es solo ella, también somos nosotros quienes debemos responder a la hora de una competencia, se busca por aquí, se reúne por acá, se rebusca por allá, nos movemos en bola para que se logre el objetivo, pedimos auxilio a los santos porque sabemos que la gimnasia es buena, porque hay genes deportivos que es difícil de negar, y la realidad te tira contra el piso porque eso no lo resuelves con palabras sino con billete, cada quien hace lo suyo, hay que moverse más, buscar, conseguir, las puertas se cierran y se abren, el dinero escasea porque en esta vida vinimos a pagar por todo y a veces hasta más. Quizá no es el lugar corrector, pero se insiste, porque nacimos perros de cacería con recuerdos, amores, nostalgias de un porvenir que se achica y se expande, se vuelve sal, granizo, viento, dejando el pellejo sobre una calle del centro de Puebla.
Seguimos enfocados porque ella se lo merece, porque sus saltos van más allá de todo pronóstico, porque la ilusión es más poderosa, pero uno se desgasta y al mismo tiempo se alimenta de los átomos que están en el ambiente, se invoca al Niño Cieguito para que por favor ayude, porque él sabe que debemos seguir en esta prueba y las que vienen.
Volver a las mismas sillas desde hace años y continuar como si todo y nada pasara. Volver a ese lugar que ha sido el centro de entrenamiento y ver cómo va cambiando su piel de niña a adolescente, de mirada ágil, de tener que irse enterando de que el mundo capitalista te exprime para que sus logros sucedan, hay una fuerza mayor que implica cambio y otra fuerza que es fe.
Me siento detrás del gran vidrio que parece una pecera, donde los padres venimos a ver a nuestros hijos como muñecos sagrados. Veo la finura de sus movimientos, el cuchichear con sus amigas, la risa de complicidad, mientras el entrenador anuncia que se pongan pilas porque viene una vez más la práctica del salto, ese salto que habrá dado más de mil veces, y que hoy veo en cámara lenta y me fijo como sus pies van en el aire a punto de caer sobre una colchoneta rodeada de gomaespuma y en cada día breves triunfos.