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jueves, marzo 20, 2025

Testimonio de un recluta forzado en el rancho Izaguirre de Teuchitlán (Primera parte)

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Milenio publicó un video en el que un hombre narra su experiencia dentro del campo de concentración descubierto en Teuchitlán, Jalisco. En la grabación, el testigo relata cómo llegó al lugar engañado con una oferta de trabajo y lo que vivió durante los dos meses y medio que estuvo retenido.

Su testimonio confirma que las prendas halladas en el sitio no necesariamente pertenecen a personas fallecidas, pero también describe ejecuciones, torturas y el cruel adiestramiento al que eran sometidos los reclutas.

A continuación, la primera parte de la entrevista:

Si no hay cuerpo, no hay delito, era el lema

Sé que debe ser difícil hablar de este tema y de lo que pasó, pero creo que es importante comprender con precisión lo que vivió alguien que estuvo ahí. ¿Cuánto tiempo estuvo usted en ese lugar?

Aproximadamente dos meses y medio.

— ¿Qué vio en ese tiempo?

Muchas cosas feas. Muertes, maltrato… Mucha gente llegaba. Me refiero a reclutas.

— ¿Se puede considerar un campo de entrenamiento?

Se podría decir que sí, de adiestramiento, pero también de castigo.

— ¿De exterminio? ¿Mataban a personas?

Claro.

— ¿Y las personas que mataban era porque no pasaban ciertos niveles del adiestramiento o por qué los mataban?

Porque no obedecían. Otros porque eran débiles y no pasaban. El adiestramiento era muy duro.

— ¿Qué pasaba con los muertos? ¿Qué hacían con ellos?

Los llevábamos a un cuarto que le decían La Carnicería, un cuarto pequeño con una cama de cemento. Ahí los subían y los cortaban.

— ¿Los destruían en piezas, en pedazos?

Sí, en piezas.

— ¿Los llegaron a incinerar? Porque se habla de hornos donde cremaban esos cuerpos. ¿Es real?

Sí, claro que sí. Los fileteaban para que el cuerpo se cremara más rápido.

— ¿Cuántos de estos hornos había? ¿O solo había uno en ese cuarto llamado La Carnicería?

Yo vi uno grande.

— ¿Ponían muchos cuerpos ahí para incinerarlos o era uno por uno?

A veces de tres o cuatro.

— ¿A usted lo obligaron a cometer esos crímenes como parte del adiestramiento?

Sí, claro que sí.

Si se negaba, ¿qué pasaba?

Nos mataban.

— ¿Y terminaba como los otros?

Sí, exacto. Porque el lema era: Si no hay cuerpo, no hay delito.

“Nos pagaban para terminar el adiestramiento y ser un sicario

Hemos visto imágenes de ese lugar, hemos visto prendas, zapatos… ¿Esas prendas se pueden decir que eran de los muertos o no necesariamente?

No necesariamente. Lo que pasa es que para estar en ese lugar nos vendían botas tácticas, porque los zapatos o tenis no servían. Entonces, teníamos que comprar las botas.

— ¿Se las vendían ellos mismos?

Sí, ellos nos las vendían.

— ¿Cómo llegó usted ahí? ¿Bajo qué condiciones terminó ahí?

Yo llegué por una oferta de trabajo de guardia de seguridad.

— ¿Una oferta que vio publicada en dónde?

En redes sociales, en Facebook.

— ¿Aplicó y qué le dijeron?

Nos contestaron rápido. Decían que estaban pagando 13 mil pesos, que daban tres comidas, hospedaje y viáticos.

— ¿Dónde los citaron? ¿Dónde fue el momento en que usted se entregó a ellos?

En la terminal de Tlaquepaque.

— ¿Llegó a la terminal y había alguien que lo esperaba?

Llegué, pero no necesariamente ellos nos buscaban. Nosotros teníamos que buscarnos entre nosotros. Había más personas que llegaron ahí. Éramos siete.

— ¿En qué momento se dio cuenta de que no iba a realizar el trabajo de guardia de seguridad? ¿Cuándo se dio cuenta de que esto no era lo que había solicitado?

Cuando nos llevaron de la terminal de Tlaquepaque. Pasó un Uber por nosotros y nos llevaron a una casa cerca de ese rancho. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que no era el trabajo por el que íbamos, porque había gente armada.

— ¿Le pagaron algo?

En ese momento no. Ya después, cuando ingresamos al adiestramiento, sí.

— ¿Sí había un pago?

Sí, tres mil pesos semanales.

— ¿En esos dos meses y medio le pagaron cada semana?

Sí, tres mil pesos.

— ¿A cambio de qué?

De terminar el adiestramiento y ser un sicario, gente preparada para matar y descuartizar. Élite, les dicen ellos.

— ¿Un sicario de élite?

Sí.

“Huí porque quería ver a mi hijo”

— ¿Puros mayores de edad? ¿Solo hombres o también había mujeres?

Solo mayores de edad. No admitían menores de edad, aunque había jóvenes de 17 años. No reclutaban niños de 11, 12 o 15 años. Menores de edad estaba prohibido.

— ¿Había mujeres?

Sí.

De todas las personas que estaban ahí, de la cantidad que llegó a ver, ¿cuántos sobrevivieron a ese plan de adiestramiento?

Cuando yo llegué, había 150 que ya habían terminado el adiestramiento y se iban de ahí. Nos quedamos los siete que llegamos y dos más que habían levantado por robar autos en Zapopan. A ellos los tenían amarrados en el suelo, pero se incorporaron con nosotros porque les dijeron que si no se aliaban, los mataban. No les quedó otra opción que aceptar. Éramos nueve, pero fueron llegando más y más.

— ¿Cuánto tiempo estuvo?

Hasta principios de septiembre. Ingresé a principios de junio.

— ¿Cómo salió de ahí?

Terminé el adiestramiento y nos mandaron a plaza, a Zacatecas.

— ¿Para ya trabajar como sicario?

Exacto.

— ¿Y qué pasó?

Ya estando ahí, me tuve que escapar porque no quería estar ahí. Tenía miedo y, más que nada, quería ver a mi hijo, que está pequeño.

— ¿Eso que le obligaron a hacer, usted alguna vez pensó en hacerlo?

Jamás pensé hacer eso, pero no me quedó otra opción más que aceptar. Si no, me iban a matar.

El relato de este sobreviviente expone la violencia extrema y los métodos de adoctrinamiento que operan en estos centros clandestinos. Las autoridades aún investigan el alcance de este campo de concentración en el Rancho Izaguirre.

Este es solo el inici
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