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jueves, septiembre 18, 2025

Los golpes de Sheinbaum

Publicado originalmente por Carlos A. Pérez Ricart en Reforma, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:

De las paradojas médicas, ninguna tan fascinante como la de la quimioterapia: destruye para salvar, envenena para curar, debilita para sanar.

Sus compuestos son de tal toxicidad que borran la frontera entre lo sano y lo enfermo, entre lo virtuoso y lo maligno; sin ellos, sin embargo, el cáncer avanza implacable hasta devorar el organismo entero.

Quien se somete al tratamiento asume la certeza de la pérdida -voluntad, cabello, apetito-, pero también la convicción de que es el único camino para ganar tiempo y, acaso, la vida misma.

Así son los golpes que Claudia Sheinbaum ha decidido asestar la última semana: quimioterapias políticas aplicadas hacia adentro, contra las zonas corrompidas de su propio movimiento. Son golpes que duelen, desgastan y entrañan riesgos, pero que buscan contener la metástasis que, de no detenerse, terminaría por aniquilar el proyecto que encabeza.

Los golpes revelan que la Presidenta no solo ejerce el poder; también posee el rarísimo instinto de descifrar y dominar los tiempos de la política.

El primer golpe fue el desmantelamiento de la red de contrabando de combustible dirigida por los hermanos Farías Laguna. Desde al menos 2023, buques que zarpaban de Houston con supuesto aditivo arribaban a Tamaulipas convertidos en cientos de millones de litros de gasolina ilegal, exenta de impuestos. El botín actualizado al día de hoy: más de 150 millones de dólares y 69 embarcaciones comprometidas.

El segundo golpe se escenificó en Asunción con la captura de Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco. La operación destacó por su limpieza y celeridad. Lo que vimos por televisión fue un despliegue de inteligencia que permitió localizar y asegurar al objetivo sin disparar un solo tiro. En cuestión de horas, Bermúdez fue puesto en ruta a México. Si nada falla, esta noche dormirá en el Altiplano.

La tentación de convertir a Bermúdez Requena en otro Manuel Muñoz Rocha cruzó por la mente de muchos. No por la de Claudia Sheinbaum. La decisión de localizarlo y traerlo a México, más que cualquier discurso o grito de independencia, dibuja el contorno de su estrategia de poder.

Ambos episodios reclaman ser leídos bajo la misma clave. No son golpes lanzados contra la oposición o viejos petardos del ayer. Son intervenciones dirigidas al interior de Morena y de las instituciones que sostienen al gobierno. En esa lógica, se asemejan a quimioterapias políticas: tratamientos que duelen, desgastan y exponen al cuerpo a riesgos inmediatos, pero que extirpan lo corrompido antes de que la metástasis arrase con el organismo entero.

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Un año después de haber asumido el poder, Sheinbaum ha dejado claro que su estrategia de consolidación no descansa en la persecución de adversarios externos, sino en la purga de las zonas corrompidas de su propio movimiento. Golpea hacia dentro para blindarse hacia fuera.

Sheinbaum ha preferido el camino arduo y arriesgado: enfrentar la corrosión que se agazapa en las entrañas propias. Sanar con veneno, templar con fuego, golpear hacia dentro para conjurar la metástasis. Aunque duela en Palenque, aunque se deslave la bandera, aunque descomponga la matraca, aunque Adán Augusto López mire con miedo desde la sala de urgencias. Son las cosas de gobernar.

A pocos días de cumplir un año en Palacio Nacional, Sheinbaum revela un proyecto político semejante a un organismo en tratamiento. Soporta la medicina que lo debilita para, en ese mismo tránsito, recobrar energía y vitalidad renovadas. Justo aquello que ella llamaba, en campaña, continuidad con cambio.

Solo eso explica que la Presidenta no parezca debilitada por las fracturas, sino templada por ellas. Hoy, parece menos la administradora de un complejo legado y más la artesana de su propio sexenio -de su propio poder.

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Ha hecho bien Sheinbaum en elegir la quimioterapia.

A veces en política, como en medicina, los tratamientos que desgastan son los únicos capaces de curar. Apostar por cortar hacia dentro, por exponer a su propio movimiento a un dolor inmediato, es la manera de evitar que la corrupción se propague como metástasis. Esa decisión -la de golpear, templar y transformar la fragilidad en resistencia- es la que hoy define el estilo de gobierno de Claudia Sheinbaum.

La desconfianza con que la miran los propios desde la sala de urgencias es, en realidad, la prueba más clara de su éxito.

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