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jueves, julio 3, 2025

Mi derecho a no hacer nada

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Una antigua entrevista del cantante Cristian Castro se volvió tendencia por la forma en que explicó que, cuando no está de gira o trabajando, no hace nada, y, ante el cuestionamiento del entrevistador sobre su concepto de “nada”, se limitó a repetir en reiteradas ocasiones, “no hago nada”.

Los memes y TikToks no faltaron. Sin embargo, es una realidad que en un mundo donde las redes sociales amplifican las historias de éxito y logros personales, crean una narrativa que sugiere que siempre hay espacio para mejorar, y que el descanso es un lujo que no podemos permitirnos.

Vivimos constantemente acelerados, entre responsabilidades laborales, compromisos familiares y actividades que nos acerquen a la “mejor versión de uno mismo” la idea de mejorar continuamente se ha convertido en un imperativo cultural, que nos presiona para ser más productivos, más felices y más exitosos, generando un fenómeno preocupante: el descanso es sinónimo de pereza y fracaso.

El descanso es una necesidad biológica esencial pero ha sido estigmatizado con frases como “el que descansa, pierde” o “el éxito no llega a los que se quedan quietos”, este estigma afecta no solo a los adultos en el ámbito laboral, sino también a los jóvenes que, desde temprana edad, sienten la presión por sobresalir.

Ser siempre productivo puede llevar a graves consecuencias físicas y psicológicas, como ansiedad, depresión y agotamiento crónico conocido como “burnout”. Por ello, es necesario comenzar a cambiar la narrativa en torno al descanso y fomentar el derecho al tiempo libre.

El tiempo libre, es definido como el periodo que una persona puede dedicar a actividades de descanso y recreación, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha reconocido la importancia de este derecho, enfatizando que el tiempo de ocio contribuye a la productividad y a la creatividad, factores esenciales en el mundo laboral.

En nuestro país, el derecho humano al tiempo libre no está expresamente previsto en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero sí está contemplado en el artículo 7, apartado h, del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador”, del cual el Estado Mexicano es Parte; y reconoce la importancia de que las personas puedan disfrutar de periodos de descanso y de ocio, libres de estrés y demás obligaciones inherentes a su actividad laboral para descansar y preservar su bienestar físico y psicológico.

Desde una perspectiva social, el tiempo libre es un espacio para la interacción y el fortalecimiento de la comunidad. Las actividades recreativas y culturales no solo permiten a las personas desconectar de sus rutinas, sino que también promueven el sentido de pertenencia y la construcción de redes de apoyo que pueden ser un motor de inclusión y cohesión social, especialmente en sociedades diversas.

Sin embargo, factores como la desigualdad económica, la carga laboral excesiva y la falta de políticas públicas adecuadas limitan las oportunidades para disfrutar de esta prerrogativa; hay miles de personas que tienen más de un trabajo para lograr cubrir sus necesidades económicas básicas, por ende, jamás han tenido acceso al tiempo libre.

Por ello es fundamental que las instituciones asuman un papel activo en la promoción del derecho al tiempo libre, implementando políticas laborales que fomenten horarios flexibles, la creación de espacios públicos accesibles y la inversión en programas culturales y recreativos que beneficien a la comunidad en su conjunto. El tiempo libre es un componente fundamental de la calidad de vida, por eso, querido hipócrita lector no olvides que: ¡tienes el derecho de no hacer nada!

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