“Quieren quitarme el río y también la playa, quieren el barrio mío y que tus hijos se vayan”, este es el coro de la nueva canción del afamado cantante Bad Bunny, titulada Lo que le paso a Hawai. En esta melodía el intérprete puertorriqueño, ejemplifica los problemas de la gentrificación en su país, generando empatía en toda Latinoamérica.
México no es la excepción ya que sin importar si te gusta o no el reggaetón, pues esto no es un tema de gustos musicales; la otra migración (gentrificación) es un fenómeno visible, latente y que causa molestias.
En la “América” del Donald Trump, los migrantes, en especial los mexicanos, son considerados criminales cuando la realidad es que en su mayoría son gente honesta y trabajadora que por años ha contribuido al crecimiento de nuestro vecino del norte, sin embargo, las nuevas políticas migratorias tienen como eje central la deportación masiva de los connacionales, sin importar las consecuencias, como sería quedarse sin fuera productiva, especialmente en el campo y la industria de la construcción.
Pero, además de ser despreciados en su territorio, al parecer tampoco quieren que habitemos en nuestra propia casa, al menos en los lugares de México que, a miles de extranjeros o mejor conocidos como “nómadas digitales”, les resultan agradables para vivir.
En 2022 el INEGI, contabilizó 7 mil estadounidenses como residentes permanentes en México. La Ciudad de México, Oaxaca, Nayarit, Baja California y Quintana Roo, son algunos de los lugares favoritos para establecer su residencia, Puebla no está exenta de este fenómeno ya que las Cholulas (San Pedro y San Andrés), se han convertido en destinos atractivos para las personas migrantes.
De esta otra migración nada se dice en Estados Unidos, porque “obviamente” sus conciudadanos no son delincuentes ni “malos hombres” como nuestros paisanos, ¿cierto? Por el contrario, están aquí pacíficamente, generan empleo, consumen nuestros productos y provocan una derrama económica.
Ese panorama utópico está muy alejado de la realidad, pues los migrantes reclaman como suyas nuestra playas, plaza y vistas, reaccionan de forma violenta ante la manifestación de nuestra cultura (música, baile, pirotecnia, etc…), obligan a los mexicanos a abandonar sus espacios, costumbres y a hablar otro idioma (pues se indignan si se les habla en español); además, encarece terriblemente los costos de rentas, productos y servicios.
Lo real es que esta situación parece provocar que los mexicanos sean migrantes en su propia tierra y que, como los paisanos que hoy están siento deportados, trabajen en casa para satisfacer las necesidades de los estadounidenses que decidieron vivir en México.
Con esto no quiero decir que la migración sea mala ni despertar un sentimiento xenófobo, por el contrario, considero que la migración es un fenómeno natural que contribuye al crecimiento, la economía y la cultura de las naciones.
Lo que no me parece correcto, es condenar la migración a tu país, pero, a su vez, tratar de apoderarse del resto del mundo simplemente porque crees que puedes, como ejemplo de esto el presidente Trump, ha dicho que pretende comprar Groenlandia como si la isla fuera un simple producto, también sugirió que Canadá se vuelva un estado más de Estados Unidos y, finalmente, decidió arbitrariamente cambiar el nombre del Golfo de México por “Golfo de América”, siempre bajo la creencia de que América es solo de ellos.
Prefiero creer que seriamos un mundo mejor si la migración se viera bajo la idea que engloba la frase del generalísimo Emiliano Zapata: “La tierra es de quien la trabaja” y añadiría de quien la cuida y la ama.