Cuando Mimi hacía su servicio en el Hospital General de Villa Ávila Camacho, Puebla, un médico abusó sexualmente de ella; sus amigas alzaron la voz y el pueblo se unió para pedir justicia.
Mimi, es una joven de 19 años, estudiante de enfermería. Un doctor del Hospital donde hace su servicio abusó sexualmente de ella. Su mamá la apoyó y decidieron enfrentarlo, hizo un oficio para exigir justicia a las autoridades del sector salud, pero ellos sencillamente la ignoraron.
Después intentó poner una denuncia ante las autoridades investigadoras correspondientes, pero los encargados de la fiscalía solo se burlaron de ella; tuvo que intervenir la Comisión de Derechos Humanos para que le levantaran su denuncia.
La única respuesta que tuvo del Sector Salud fue transferirla a otro centro de trabajo, obligándola injustamente a salirse de ese Hospital —teniendo ahora la carga de trasladarse a otro lugar que queda a más de una hora de distancia de su comunidad—, mientras que su agresor quedó intacto gracias al pacto patriarcal que normaliza obligar a las víctimas a huir, despojándolas de sus espacios en tanto protege a los agresores otorgándoles la comodidad de permanecer impunes e inamovibles.
El personal del hospital lo solapó, obligándola a ver de nuevo a su agresor para conservar su trabajo, y el Sector Salud le exigió presentar testigos para poder hacer algo, aunque en esta clase de agresiones se sabe que los cobardes depredadores actúan ocultos, justamente cuando no haya testigos. Sin embargo, sí hubo personal médico que testificó a favor de él, que sin constarles nada decidieron defender al agresor de Mimi.
En esta desproporción, Mimi, con solo 19 años y con el apoyo de sus amigas valientes, se animó a hacer público su caso en Facebook, lo que provocó la indignación de muchas personas. Sus amigas y su mamá la animaron a convocar a una marcha que tuvo lugar el pasado 8 de junio, en La Ceiba, Puebla, marcha que culminó en la toma por unos instantes del hospital donde la joven sufrió el ataque.
Con cartulinas, pancartas y mucho amor, salieron familias completas, niñas, niños y amigos de la sierra a exigir justicia, a pesar del calor sofocante que existe en La Ceiba, la fuerza de las mujeres no cedió a las intimidaciones que un día antes recibió Mimi:
“Ya te van atender, danos 8 días, pero baja todo de las redes y no hagas la marcha”, le dijo “alguién de Puebla”, según narra la propia Mimi.
Por primera vez, en nuestros pueblitos de la sierra, las niñas se rebelan, se levantan y luchan. Y aunque quisiera informar que gracias a la marcha todo terminó, no fue así.
Hoy por la madrugada, entre 12 y 2 de la mañana, varias niñas que asistieron a la marcha, compañeras de turno de Mimi, fueron amenazadas a través de llamadas con números desconocidos y mensajes de texto anónimos. El grupo de whatsapp donde se han reunido digitalmente para organizarse no paraba de sonar. Era desgarrador escuchar la voz desesperada de la mamá de una de ellas. Y es que parece fácil decir “no se dejen, que no las intimiden”, pero no es lo mismo vivirlo en nuestros pueblos, donde no se nos enseña a defendernos, donde las personas viven al día, donde la valentía de las estudiantes y de sus mamás no alcanza para mover los intereses de un sector de salud machista.
Muchos la han cuestionado: “¿Por qué no te defendiste? ¿Por qué no gritaste al momento?”
“No hay respuestas para ello, cuando vives en carne propia un abuso sexual, aunque sepas hablar te vuelven muda, aunque sepas oír te vuelves sorda, aunque puedas ver, te vuelves ciega del miedo y todo nos hace creer que somos culpables”.
Hoy, muchas de las estudiantes están pensando en renunciar. No tienen apoyo psicológico, ni representantes legales y vaya que para hacerle frente al monstruo patriarca institucional, los necesitamos.
Hago el llamado público a la Secretaría de Salud en Puebla, a la Secretaría de Seguridad, directivos y autoridades de ese y todos los hospitales de mi estado. No funciona cambiar al agresor de hospital, pues habrá más Mimis en otros espacios mientras solapemos que un agresor pueda ser doctor y las víctimas estén obligadas a renunciar a sus estudios.
Mimi no está sola, pero parece que sí lo está cuando ni el dinero ni las fuerzas te alcanzan para protegerte a ti a tus amigas por denunciar.
Con todo eso, Mimi, no está sola.
Hoy por ella.
¡Justicia para Mimi!