Más allá de que los resultados preliminares indican que en la elección del nuevo dirigente nacional del PAN participó alrededor de 42.5 por ciento de la militancia poblana, sería equivocado asumir que hubo un triunfo contundente de Jorge Romero Herrera atribuible a Eduardo Rivera Pérez y el Yunque burocrático.
Por el contrario, los datos duros apuntan a un auténtico fracaso del exalcalde de Puebla en la contienda, así como una preocupante posibilidad de que su grupo haya jugado a estar con Dios y con el diablo, es decir, apoyar tanto a Jorge Romero Herrera como a Adriana Dávila Fernández.
Vayamos por partes.
Al cierre de esta edición, el informe preliminar de la Comisión Nacional Organizadora del Proceso Interno daba cuenta de la participación de un poco más de 9 mil militantes poblanos, es decir, el 42.5 por ciento del padrón integrado por 21 mil 578. Jorge Romero se alzaba con la victoria, al sumar 7 mil 24 votos; seguido por Adriana Dávila, con 2 mil 058; y 106 votos nulos.
El hecho de que menos de la mitad de la militancia poblana saliera a las urnas es un indicativo del clima interno, aunque pudo ser peor si no es porque Jorge Romero se encargó de realizar el trabajo político de sumar a todos los grupos locales.
Fue así que en esta jornada tanto Mario Riestra Piña como Genoveva Huerta Villegas, Rafael Micalco o Edmundo Tlatehui Percino hicieron lo que les correspondía: llevar a sus huestes a las urnas. La misión de Eduardo Rivera era llevar al resto de la militancia. No solo no cumplió sino que ofreció resultados bastante lamentables. (Pese a esta triste
realidad, en redes sociales, los amanuenses y matraqueros del exalcalde oriundo de Toluca andaban muy emocionados aplaudiéndole a su antiguo patrocinador, vía convenios de publicidad en el Ayuntamiento de Puebla).
El mejor ejemplo del fracaso se encuentra en la capital poblana. El Sol de Puebla adelantó los siguientes resultados extraoficiales: Jorge Romero, 899 votos; Adriana Dávila, 233 votos; votos nulos, 16.
El resultado diría que fue un éxito la operación de Eduardo Rivera, pero no es así, ya que esos números indican que solo participaron mil 148 militantes de los 5 mil 135 que están registrados en el municipio de Puebla.
Eso significa que en la ciudad que Eduardo Rivera gobernó en dos ocasiones, solo el 22 por ciento de los panistas votó por él para que llegara al Comité Ejecutivo Nacional, a través de la planilla de Jorge Romero.
O si quiere verlo de otra forma, a ese 22 por ciento réstele los votos que aportaron otros liderazgos. Si con ayuda de otros apenas consiguió esa pírrica cifra, ¿en dónde está la exitosa operación que prometió?, ¿hay duda de que el saldo para Rivera Pérez y su grupo fue más que desastroso?
El panorama se enturbia aún más al conocerse otros resultados. Ahí está San Martín Texmelucan, en donde Adriana Dávila se alzó con el triunfo con 111 sufragios, seguido por Jorge Romero, con 57. Ese municipio es coordinado por Alma Delia Ramírez, quien forma parte del grupo político de Pilar Vargas Morán, pareja de Felipe Velázquez Gutiérrez, el delfín de Eduardo Rivera Pérez para la dirigencia estatal del PAN.
Para colmo, a este reportero llegaron varias capturas de pantalla en las que Ángel Carrasco, excoordinador de la campaña de Pilar Vargas en el distrito 9 federal, utiliza el chat de WhatsApp de ese distrito para apoyar a Adriana Dávila y golpear a Jorge Herrera. ¿Casualidad? ¿Traición? ¿Doble cachucha?
Otro caso es Acatlán de Osorio. Allí, Jorge Romero apenas sumó seis sufragios, mientras
que Adriana Dávila obtuvo 111. La diferencia no solo es abismal, refleja a profundidad que los operadores de Eduardo Rivera ni siquiera se pararon por allí para hacer su tarea.
A eso hay que sumar que en el interior del estado los resultados obtenidos a favor de Jorge Romero son consecuencia de la intervención de otros liderazgos en donde líderes como Genoveva Huerta o Edmundo Tlatehui tienen influencia y su intervención permitió enderezar el barco que hundió el candidato perdedor de la gubernatura.
Intolerancia Diario recogió ayer por la noche las declaraciones de Rivera Pérez en la celebración de la victoria de Jorge Romero. “La salvación de México no nos va a caer del cielo. La Patria nos necesita”, fue la puntada que se aventó el toluqueño.
Con datos duros, Eduardo Rivera no forma parte de esa salvación sino que es la causa de que no la haya. Sumió al PAN en la peor crisis política desde la década de los 70 cuando el partido tuvo el mismo número de legisladores que ahora; además de que su política sectaria solo dejó como saldo un encono que será muy difícil de contrarrestar porque cada día la militancia suma más agravios.
La salvación que el PAN no nace en el discurso sino en la necesidad de que parásitos como Eduardo Rivera dejen de perjudicar a su propio partido.