El presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal Ávila, comprobó que la azarosa política puede cambiarte la vida en un solo día y hacerte víctima del ganar perdiendo.
La historia es única, como lo fueron las tres votaciones que se tuvieron que realizar para que Alejandro Armenta Mier fuera electo como presidente de la Mesa Directiva de la Cámara alta.
Por la mañana, el zacatecano era ungido por los odiadores de la 4T y medios de comunicación como el hombre que se había impuesto a pesar del bloqueo del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero en la noche tuvo que enfrentar una crisis política que dejó en entredicho su capacidad de control y liderazgo.
En esa debacle se llevó entre los pies al poblano Armenta Mier y lo dejó sumido en una crisis de legitimidad que le hará muy complicado el arranque de su periodo.
A la par, el país se enteró que el oriundo de Acatzingo es solo un empleado más de Ricardo Monreal, que su peso político es penosamente famélico y no tiene la altura de miras para entender cuando subirte a una lucha política y cuando retirarte para cuidar a la institución que representas.
Detrás de lo ocurrido este 31 de agosto hay muchas interpretaciones y lecturas. La principal es que Ricardo Monreal resultó el gran perdedor de una lucha por demostrar su fortaleza política. Algunos dirán que al final consiguió lo que pretendía, es decir, poner a Alejandro Armenta en la presidencia de la Mesa Directiva, pero eso solo lo compran los ignorantes de la política parlamentaria y la real politik.
Monreal venía de un profundo desaire y mazazo que le impuso el presidente Andrés Manuel López Obrador en la Asamblea Plenaria del Grupo Parlamentario de Morena. Todos lo dejaron solo y la rebelión en la bancada apareció encabezada por emisarios de Palacio Nacional. Todos se unieron para hacer frente al presidente de la Jucopo.
La primera sorpresa de este miércoles fue la contundente victoria que obtuvo Alejandro Armenta Mier y Ricardo Monreal en la elección de quien sería su propuesta para la Mesa Directiva. “Me siento más fuerte que nunca, dice Monreal tras elección de Armenta”, fueron los titulares que consignaron medios de comunicación.
En Twitter, los opositores a la 4T alabaron la victoria de Monreal. Fernando Belauzarán, dirigente del casi extinto PRD, publicó: “Y que @RicardoMonrealA le gana a @lopezobrador_ en la medición de fuerzas dentro del Grupo Parlamentario de Morena por la presidencia del Senado. Alejandro Armenta se impuso 36-28 a Higinio Martínez. Todos sabemos que AMLO no sabe perder. Se pondrá bueno… 🍿”.
Detrás de ese despliegue de reconocimiento hacia Monreal se envió otro mensaje entre líneas: Alejandro Armenta no tiene ningún peso político, todo fue obra de su jefe.
Hasta ese momento, la gloria invadía al zacatecano, pero más dilató en salir a festejar en que los grupos parlamentarios del PRI, PAN, PRD, MC y el Grupo Plural anunciaran su rechazo a la unción de Armenta Mier por representar la imposición de una sola corriente que no garantizaba la unidad.
¿Qué significó esa primera rebelión? Que la oposición entendió que al interior de Morena existía una fractura que podía ser capitalizada al máximo. Era la oportunidad de oro para presionar y someter a Monreal a fin de sacarle la mayor cantidad de acuerdos que se vieran reflejados en canonjías administrativas en la Cámara Alta y extenderlas a Zacatecas, en donde gobierna su hermano.
Ese movimiento, además, reveló que en la Junta de Coordinación Política las diferentes bancadas no habían alcanzado un acuerdo sobre la composición y reparto de espacios en la nueva Mesa Directiva, lo mismo que los acuerdos y arreglos administrativos para garantizar una mayoría calificada. Si sí había el acuerdo, entonces, se rompió la principal regla de la política parlamentaria: el cumplimiento a la palabra y sobreponer los intereses personales en perjuicio del Senado.
A ciencia cierta no se sabe si Ricardo Monreal minimizó la situación y creyó que con la simple mayoría de Morena le alcanzaba o pactó a medias con la oposición. El hecho es que al llegar al pleno todo se convirtió en un caos.
Fue ahí en que la gloria mañanera comenzó a caer como las torres del World Trade Center luego de los atentados del 11 de septiembre a manos de terroristas de Al Qaeda.
En un hecho inédito y plagado de una ignorancia supina por parte de los senadores sobre el Reglamento de Sesiones y Debates, así como de la Ley Orgánica, se tuvo que votar en tres ocasiones para elegir a la nueva Mesa Directiva.
Las imágenes trasmitidas por el Canal del Congreso de la Unión permitieron observar a un Alejandro Armenta con el rostro desencajado, muy lejano a aquella sonrisa que inundaba su cara al momento de ganar su unción al interior de la bancada de Morena.
Parafraseando al gobernador Miguel Barbosa Huerta, a Alejandro Armenta “le faltó grandeza” para entender que su presidencia era la estampa de un triunfo en medio de una ciudad destruida por un bombardeo aéreo. Debió repensar su posición, su legitimidad, su futuro. Es justo en esos momentos en que se conoce la estatura de un político. Se puede ganar, pero siempre debe tenerse en cuesta el costo.
Alejandro Armenta se ve que no midió el costo y se agazapó en las faldas de Ricardo Monreal, quien a su vez tuvo que enfrentar una sesión que echó a la borda su prestigio, legitimidad y control en todos estos años en el Senado. No pudo o, más bien, quiso, pero no supo cómo destrabar el galimatías.
Un experto en la política parlamentaria confió que, en escenarios como este, la mejor salida era generar un impasse a fin de ganar tiempo para negociar directamente con las fuerzas reales del Senado y salir con un acuerdo de unidad que permitiera erradicar cualquier indicio de falta de liderazgo, cohesión y oficio político.
La formalidad de los tiempos era pecata minutta en comparación con tener un Senado robusto y cohesionado. Solo era cuestión de extender un día o dos el lapso para la negociación.
Monreal, por el contrario, se encaprichó y llevó las cosas al extremo sin darse cuenta que terminaría siendo el gran perdedor de la jornada, y convirtió a su entenado poblano en un guiñapo sin fuerza ni estatura.
¿Puede Alejandro Armenta capitalizar su unción en la Mesa Directiva? Sí, pero como lo hubiera querido.
Es un animal que trota con la lanza clavada en una de las costillas.
Eso sin contar que tanto él como Monreal son oficialmente enemigos de Palacio Nacional.