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martes, abril 23, 2024

Miguel Barbosa, un Estadista frente a la pandemia

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En el conjunto de prohombres memorables, explicaba Jorge Carrillo Olea en un extraordinario artículo publicado en La Jornada, un día antes de que concluyera 2016, muchos de sus actos y decisiones surgieron condicionados por sus peculiaridades individuales y por circunstancias del devenir histórico. 

Son hombres, sentenciaba, que estuvieron en el momento que se les necesitaba.  

“Sus meditaciones y decisiones, tal vez por prueba y error y una gran habilidad para leer las estrellas, los llevaron a actos que parecían diseñados para salvar el momento”. 

Jorge Luis Borges decía que la suerte de un hombre es, a la vez, la suerte de todos los hombres.  

Grave condición cuando ese hombre es un hombre de poder.  

Cualquier político puede estar al frente de un cargo, pero no cualquier cargo puede tener al frente a un hombre de Estado. 

Recuerdo estas palabras mientras veo que el Consejo Nacional para la Evaluación de las Políticas de Desarrollo Social (Coneval) reconoció al programa Puebla Contigo, del gobierno del estado, como el mejor plan de atención integral durante la pandemia.  

Y sé que el premio no es una feliz coincidencia.  

Como tampoco lo es una despensa que tenía que ser cargada por dos personas pues incluía el alimento de un mes para toda una familia.  

O el dispositivo monumental para su distribución. 

Detrás de ese reconocimiento hay 843 días de remar a contracorriente en todos los sentidos. 

De un gobierno local que se impusiera ante la presión de las grandes empresas trasnacionales para abrir la economía cuando querían. 

De demostrar eficiencia en el manejo de los recursos, de por sí pocos y mermados por la baja recaudación a consecuencia de la inactividad económica. 

De comenzar casi de cero con la habilitación de un sistema de salud, sostenido en alfileres, que permitiera recibir a las decenas de miles de enfermos de un diminuto virus surgido por un glotón de Wuhan que un buen día decidió comerse un murciélago. 

De conocer la mezquindad de algunos miembros del personal de salud que decidieron irse a su casa en lugar de estar en la primera línea de batalla frente a la pandemia. 

De exhibir la otra mezquindad: la de los pseudo empresarios, dirigentes de las cámaras empresariales, que no movieron un dedo para apoyar a las autoridades ni a la población. 

De historias desoladoras de pequeños empresarios que cerraron el negocio de sus vidas o su primer esfuerzo de emprededurismo. 

De gente sin trabajo. 

De personas que de un día a otro pasaron saltaron a la pobreza alimentaria. 

O de observar a los presidentes municipales huyendo como ratones asustadizos y transfiriendo cínicamente sus responsabilidades al gobierno del estado. (Se fueron a sus casas a echarse sobre la hamaca). 

De una alcaldesa que convirtió la pandemia en un problema político y demostró que su esencia es la ineficiencia.  

De semanas y meses en que el Centro Histórico fue dominado por líderes ambulantes, proxenetas y cabecillas criminales.  

Bien decía Carrillo Olea, hay hombres que deben estar en el momento que se les necesita.  

Miguel Barbosa parecía destinado a este tiempo y a esta Puebla. 

Nada fácil para quien desde un principio tuvo que luchar con todas sus fuerzas para llegar a Casa Aguayo. 

Una vez instalado supo lo que debía hacer: construir un nuevo régimen político en la entidad, combatir la corrupción y lanzar la más ambiciosa estrategia de lucha contra la delincuencia. 

En eso estaba cuando se atravesó un diminuto virus que desoló Europa, Asia, Estados Unidos. 

En la confidencia, el gobernador de Puebla relató que cuando vio la pandemia acercarse sabía que estaba frente a un caso único que de no hacer nada, sería el acabose.  

Y no estaba equivocado. 

Era hacer todo, en el menor tiempo, con los recursos que tenía a la mano y dar los mejores resultados. 

Así pues, durante estos 843 días, Miguel Barbosa ha tenido que enfrentar una pandemia, cambiar un régimen político, combatir al hampa, luchar contra la corrupción y reactivar económicamente a un estado.  

Como decía Carrillo Olea: “(Los hombres de Estado) supieron reconocer que el presente se había acabado y que su obligación era reponerlo. Aceptaron que quizá su registro positivo en la historia estaba en riesgo, que ante las grandes crisis no cabrían más que las grandes decisiones azarosas” 

 

***

La pandemia, más allá del manido recurso de que nos hizo ver las cosas de manera diferente, solo mostró lo mejor y lo peor que coexisten en nosotros todo el tiempo, haya o no crisis humanitaria. 

Un eje toral: ¿La salud o la economía?  

Desde el Salón Juárez de Casa Aguayo, Miguel Barbosa se convirtió en la voz que clamaba en el desierto.  

Es 20 de mayo de 2020, escucho al gobernador en su conferencia matutina. Una frase que pronuncia me sorprende y me ilumina sobre la condición humana de nuestro tiempo. 

Escribo lo siguiente para ContraRéplica Puebla 

“‘Me siento como una voz que nada a contracorriente’. 

“La frase encerró en toda su magnitud la otra realidad que el Covid-19 expuso en todo el mundo, desde la comunidad más perdida hasta la mayor potencia mundial. 

“Ser autoridad, ser gobierno, encabezar un Estado es una tarea muy difícil, compleja e incomprendida como nunca antes. 

“Por eso, cuando Miguel Barbosa Huerta pronuncia esa frase está hablando de muchas cosas, sobre todo de décadas de un modelo económico y social que tiene sumido en el caos a la humanidad. 

“Ser gobernador en tiempos del Covid es, entre otras muchas cosas, ejercer la autoridad en un mundo que casi desapareció a la autoridad para dársela al mercado, a la mercancía, a los trajeados de Wall Street; en donde los derechos sociales fueron cedidos a las ganancias del capitalismo corporativo; en donde la especulación financiera es más importante que la industria; en la que 10 grandes corporativos controlan la economía mundial. 

“‘Me siento como una voz que nada a contracorriente’. 

“El gobernador de Puebla tiene razón. 

“Es a contracorriente de la tendencia mundial porque acaba de anunciar la publicación de un decreto para impedir la reactivación de la industria automotriz en Puebla, el sector neurálgico de la economía local que, a su vez, está interrelacionada con todo el mundo. 

“Y esa industria tiene nombre y apellido: Grupo Volkswagen. 

“La trasnacional que aglutina 15 diferentes marcas, opera más de 61 plantas en 21 países de Europa y América; el mismo corporativo que se ubica en los primeros lugares en su poderío de fabricación y ventas planetarias, con una base laboral que rebasa los 600 mil trabajadores. 

“¿Cómo es que un gobernador de un estado X, perdido en el mapa mundial, toma una decisión de esa naturaleza? ¿Por qué meterse en las fauces del Leviatán? 

“La razón es sencilla y compleja al mismo tiempo: la salud. 

“Cuidar la salud. 

“Cuidar la salud de los poblanos. 

“Asumir la protección sanitaria de los ciudadanos antes que cualquier cosa. 

“Ejercer la Constitución. 

“Algo que se nos había olvidado a todos”. 

 

***
 

Parece Perogrullo, pero en la pandemia los ciudadanos necesitamos a un estadista.  

La Real Academia de la Lengua Española lo define como la “persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado”. 

José Joaquín León, el periodista de derecha del diario Granada Hoy, escribió en febrero de 2019 las siguientes líneas con motivo del fallecimiento del izquierdista Alfredo Pérez Rubalcaba:  

“Se le ha recordado como un político que muchas veces antepuso el interés de España al del PSOE y al suyo propio. Por ello, se le ha calificado como un hombre de Estado. Queda la impresión, al ser enaltecido como tal, de que es un político histórico, pero de otro tiempo. Una etapa ajena a la nueva política contemporánea, donde los hombres y las mujeres de Estado serían vistos como bichos raros, como unicornios rosas, o como carcas desfasados. Ahora el orden es a la inversa: predomina el interés personal y partidista; y se presta más atención a la apariencia que a la búsqueda machadiana de la verdad”. 

 

*** 

 

Uno a uno, durante estos 843 días de pandemia —que ha ofrecido una tregua— hemos visto a gobernadores caer ante la vorágine del virus, la presión de la Federación, la inefable fuerza de las empresas y la timorata clase empresarial.  

En Puebla no.  

A pesar de las presiones y embates, Miguel Barbosa se mantiene firme. 

Retomo lo escrito del 20 mayo de 2020: 

“Ya es un lugar común decir que el Covid puso todo de cabeza, pero en el caso de las autoridades también las lanzó abruptamente a solucionar un problema con un rifle viejo y leyes sin sentido: los sistemas de salud destruidos o cercenados; más pobreza en las ciudades, más contaminación, el insultante incumplimiento de los Objetivos del Milenio y, para colmo, una vertiginosa caída de la economía que en 2019 estaba en franca recesión. 

“Todos fuimos testigos de que los viejos Estados de bienestar fueron rebasados por la pandemia. Todas las edades, todos los sectores cayeron uno a uno. Luego, vino la peor pregunta que la humanidad debió hacerse: ¿A quién le damos un respirador para vivir: a un joven o a un viejo? 

“El país más poderoso y uno de tercer mundo (Ecuador) nos dejaron imágenes dantescas de cuerpos tirados a la calle porque no había sistema que los pudiera atender o recoger. 

“¿Y México? Bueno, pues México produjo un rockstar al que todos los días lo contradice su jefe. 

“La pandemia llegó a Puebla y, de inmediato, se establecieron los dos objetivos prioritarios: fortalecer el sistema de salud poblano, reconvertir hospitales, dotarlos de insumos y equipamiento; y atención universal a la población. 

“La otra vertiente fue la hambruna. Millones de poblanos en riesgo por no tener algo qué llevar a la boca. 

“Y para colmo, el agua potable. 

“La pobreza mostrando porque es la hidra. 

“En cuanto a los contagios, los casos no pasaban de una decena las primeras semanas; luego fueron dos decenas. Y la gente siguió en la calle. 

“¿Cómo hacer para que la gente se ajustar al confinamiento y la Jornada Nacional de Sana Distancia? 

“Ser autoridad en tiempos del Covid no es nada sencillo. 

“Decretar un Estado de excepción significa eliminar los derechos constitucionales, el Ejército en la calle, la claudicación del Estado democrático. 

“Eso no ocurrió. 

“Los días pasaron y de la boca del jefe del Ejecutivo estatal se escucharon las primeras señales de cómo caminaba la situación en la entidad: ‘Esta pandemia la estamos enfrentando solos’.  

¿Y la Federación? Descubiertos inflando números de supuestos apoyos.  

¿Y el IMSS? Incapaz de coordinarse por sus propios conflictos internos.  

¿Y el Hospital Universitario? Hecho a un lado por diferencias políticas”. 

Jorge Carrillo Olea lo resume magistralmente: “(Los hombres de Estado son) hábiles en el manejo de riesgos, transitaron exitosamente por la delicada línea que distingue la legitimidad de la legalidad. Sabían pensar largo y actuar corto. Las grandes decisiones son otro común denominador entre ellos, no solo en los hechos producidos, sino en la finura para ser honestos en sus análisis de situación y en asumir las consecuencias de sus decisiones”. 

Un premio no es solo un premio. 

Un reconocimiento no es solo un reconocimiento. 

Pero en Puebla, el documento del Coneval hace justicia a un gobernador que durante 843 días ha tenido que nadar a contracorriente en un mundo que se niega a ceder espacios a estadistas como él.  

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