La historia de tropiezos y fracasos de Eduardo Rivera Pérez para imponer al nuevo dirigente estatal del PAN se ha convertido en una comedia más de la picaresca poblana, en la que se han juntado, como el hambre y las ganas de comer, la incapacidad de sumar aliados y una creciente inconformidad hacia el exedil y su grupo.
Tomemos como ejemplo la reunión del sábado 6 de junio. Una vez que Adán Domínguez Sánchez, el vasallo más fiel de Eduardo Rivera, fue ungido como el gallo a la dirigencia, el paso siguiente era construir una gran alianza con los consejeros estatales del PAN, quienes serán los responsables de votar al nuevo presidente estatal.
El socio comercial del exalcalde quiso demostrar músculo y por eso convocó a los consejeros.
El problema fue que su operador, el inepto Enrique Guevara Montiel, lo hizo en su calidad de secretario Particular de la Presidencia Municipal de Puebla, y se dispusieron todos los recursos del Ayuntamiento para un acto partidista en el que se pretendía difundir los “logros” alcanzados por la gestión panista.
La convocatoria fue un fracaso porque fue filtrada a medios de comunicación y al grupo de Eduardo Rivera no le quedó otra opción de abrir la invitación a los miembros de la Comisión Permanente estatal, a los integrantes del Comité Directivo Estatal, regidores y funcionarios de la Comuna.
El resultado fue un fracaso total. De los 115 consejeros estatales solo acudieron 37, es decir, el 32 por ciento. Lo peor es que Rivera Pérez presume tener el control del Consejo panista, con 53 seguidores, lo que significa que ni su propia gente acudió al encuentro para arropar a Adán Domínguez.
A eso hay que agregarle que la convocatoria se abrió a más panistas, pero tampoco hubo respuesta. En total, se instalaron lugares para 90 personas —lo que revelaría que los convocantes conocían el rechazo—, pero solo llegaron 60, es decir, ni el aparato municipal está convencido.
Otra muestra del fracaso del equipo de Eduardo Rivera es que ni sus propios aliados al interior del PAN como Mario Riestra Piña, Humberto Aguilar Coronado, Jesús Zaldívar Benavides, Carolina Beauregard Martínez o Edmundo Tlatehui Percino se aparecieron al cónclave.
No lo hicieron por una sencilla razón: Están inconformes por la grotesca forma en que Rivera Pérez quiere imponer a su vasallo, al margen de la reflexión sobre lo que el PAN necesita para ser competitivo e ignorando, una vez más, a la base.
El vació reportado en la reunión, además, evidenció que la verdadera convocatoria entre los grupos panistas de la entidad no se encuentra en el equipo de Eduardo Rivera sino en sus aliados.
Eso significa que si el exedil goza de un respaldo es gracias a ellos y no a su propio trabajo o la capacidad de sus hombres y mujeres más cercanos.
Otra situación que quedó confirmada es que el candidato perdedor a la gubernatura y sus vasallos no sabe operar sin el dinero del Ayuntamiento de Puebla y, a parte, lo hacen mal.
Los aliados de Eduardo Rivera saben que por más esfuerzos que hagan no les alcanzarán los votos de los consejeros para ganarle al exmunícipe, de ahí que tampoco estén interesados en ofrecerle cualquier tipo de legitimidad a los caprichos del yunquista. En otras palabras: Podrá ganar, pero sin legitimidad y con un PAN sumamente dividido y odiándolos.
Pero lo más irrisorio de la reunión del sábado pasado fue el anuncio de Eduardo Rivera de que buscará la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional de su partido. No ha caído en cuenta que solo es el tonto útil de Marko Cortés, que lo utiliza para tener de su lado al Yunque y de esa manera evitar que haya una elección abierta a la militancia, pues eso pondría en riesgo la imposición de su gallo Jorge Romero Herrera.
La grave condición en que se encuentra Eduardo Rivera y su grupo los ha llevado a creer que puede ser el nuevo dirigente nacional e imponer a su vasallo en Puebla. No entienden que no entienden. Lo que es peor: Están convencidos que el mundo gira a su alrededor.
