Desde que Rubero Suárez Salgado llegó en mayo de 2024 al Instituto Tecnológico de Izúcar de Matamoros (UTIM) todos en la casa de estudios sabían que las cosas estaban muy mal… y no les faltó razón.
Apoyado desde la SEP estatal, en complicidad con la exalcaldesa Irene Olea Torres, tomó a la UTIM como su principal centro para hacer cuanto negocio se pudiera desde la secretaría de Administración y Finanzas.
Para eso era necesario hacer una limpia en los cargos de confianza y continuar con la política de despidos injustificados en la planta docente para insertar a incondicionales sin que cumplieran con el perfil.
Y, para evitar que las cosas salieran peor que cuando estuvo Javier Santiago Reyes -otro de los incondicionales de Irene Olea-, Rubero colocó a un títere en la rectoría: Agustín Vargas Vidals, a quien le hacían el mismo chiste que al expresidente Emilio Portes Gil: “Aquí vive el presidente (rector), pero el que manda vive en la casa de enfrente (Administración)”.
Luego vinieron los despidos fulminantes para colocar a sus incondicionales. Por ejemplo, designó a Jorge Luis López Pérez como director de Vinculación. El único mérito para el cargo era ser el hijo de Francisco López, compadre de Rubero, priista de toda la vida y su suplente cuando ambos fueron inscritos en la primera regiduría en la planilla con la que Irene Olea Torres pretendía reelegirse en Izúcar.
En la Dirección de Recursos Materiales, una de las más importantes, colocó a su amigo Javier Jiménez Pérez, cuya única experiencia es ser el dueño de Funerales La Encomienda. Para imponer a su cuatacho, quitó a Grecia Maritza Montes Vázquez, quien había realizado un buen trabajo en ese cargo y evitó toda clase de excesos.
Rubero llegó a la institución con el corazón roto porque se fue con el canto de las sirenas, al creerse el gran mito de que Ignacio Mier Velazco iba a ser el candidato a la gubernatura.
Segurísimo de que el falso amigo entrañable del presidente Andrés Manuel López Obrador era el gallo a la gubernatura se incorporó a su precampaña como su coordinador político en la región de Izúcar de Matamoros.
Obviamente todo eso lo hizo con el aval de Irene Olea que, en ese momento, atravesaba una gran crisis política y de gobernabilidad por la agresión sexual y psicológica que sufrieron dos reporteras y feministas a manos de la Policía Municipal. El hecho derivó en dos procesos penales en el que están involucrados cinco uniformados y un juez calificador por los delitos de tortura y uso indebido de funciones; así como otros 11 exfuncionarios municipales por el delito de falsedad de declaración.
La Fiscalía General de la República tiene a Irene Olea como la probable autora intelectual de la tortura ejercida contra las reporteras y activistas.
Dicho escándalo provocó que la exalcaldesa enfrentara a la justicia y como nadie quiso encubrirla o garantizarle impunidad, sencillamente traicionó a todos en busca de cobijo.
Fue en ese contexto en que Rubero se sumó a la precampaña de Ignacio Mier y puso a su disposición toda la estructura del Ayuntamiento de Izúcar de Matamoros.
Eso le valió para que Irene Olea lo premiara con la primera regiduría en su planilla con la que compitió para su reelección. Ganara o perdiera, el empresario izucarense tenía hueso seguro.
Pero las cosas no salieron bien para nadie. Rubero supo, al igual que muchos ingenuos, que Mier Velazco ni era amigo del presidente y mucho menos el delfín, pero intentó cerrar la herida con la seguridad de que había amarrado una regiduría.
Nuevamente, las cosas se complicaron para nuestro personaje, ya que muy pronto llegó su defenestración. Resulta que al interior de Morena se pretendía crear un clima de inclusión y cerrar las heridas que dejó la contienda interna, pero Rubero no hizo caso y se lanzó en contra de Melitón Lozano al que acusó de sembrar la división y problemas en el municipio, lo que volvió a destapar la caja de Pandora.
Esa actitud no fue gratuita, sino que formaba de la estrategia de Ignacio Mier para complicar las cosas en todo el estado, a fin de presionar por más cargos para sus allegados. Eso le valió al entonces diputado federal y hoy senador de la República la publicación de un durísimo comunicado, signado por todos los partidos de la coalición local Sigamos Haciendo Historia, en el que lo responsabilizaban de sembrar el encono.
En el caso de Rubero la dirigencia estatal procedió en consecuencia y le arrebataron la regiduría. Otros dicen que se vendió por 2 millones de pesos para beneficiar al candidato del Partido Verde-Fuerza por México-Nueva Alianza, que terminó por ganar la elección en Izúcar de Matamoros.
Como se entenderá, Irene Olea no pudo hacer nada para impedir la defenestración de su operador, pero sí consiguió su incorporación en la UTIM, una institución que formaba parte de su feudo gracias a las presiones hechas por su esposo Antonio Palafox Guevara, ese entonces jefazo de la Coordinación de Desarrollo Educativo, uno de los cargos más peleados en la SEP estatal por su valor político y económico.
Lo que siguió fue el arribo de Rubero a la UTIM para alimentar el cochinito del clan Orea. Durante todo 2024 vio las elecciones desde lejos, vetó de cualquier apoyo al candidato de Morena a la gubernatura e incluso algunos aseguran que hizo guerra sucia.
Junto con eso, los excesos al interior de la institución se vieron reflejados en el manejo de los recursos. Pero, Rubero cometió, una vez más, la equivocación de reactivar la política de despidos injustificados y esta vez los focalizó en aquellos que pensaba eran sus enemigos políticos.
Lo que no esperaba es que los afectados no se quedarían callados y recurrieron a la SEP estatal y la Segob estatal en busca de apoyo, el cual recibieron inmediatamente. A la UTIM llegó la instrucción de solucionar el problema y reinstalar a los afectados.
Pero cuál sería la sorpresa al pretender reincorporarse a la UTIM no los dejaron entrar y se giraron instrucciones de llevárselos detenidos si insistían en su ingreso.
La noticia llegó directamente a la SEP estatal, en donde fue llamado a cuentas el rector Agustín Vargas, quien protagonizó una de las escenas más patéticas de las que se tiene memoria en el ámbito político.
Allí, frente a las autoridades educativas, Vargas les reveló que la orden para impedir el acceso a los trabajadores despedidos fue dada por el mismísimo Rubero, lo que dejó contrariados a los oyentes.
Al ser advertido que él era el rector de la UTIM y que Rubero era un subordinado suyo, no tuvo de otra en reconocer que el instituto se manejaba desde la Secretaría de Administración y Finanzas.
Eso no fue lo peor, al exigirle su renuncia por la evidente incapacidad para ejercer el cargo, el ahora exrector aceptó con una amplia sonrisa y les agradeció porque le habían quitado “un gran peso de encima”.
La información dada a conocer Vargas sirvió para prender los focos rojos en la SEP e iniciaron una investigación. No tardaron mucho en descubrir el marranero financiero, en el que hasta existen evidencias de uso de factureras para desviar recursos de la casa de estudios.
Rubero fue echado de la UTIM el 16 de enero y está sujeto a varias investigaciones que muy pronto serán dadas a conocer.