Salvo que sea muy miope, Jorge Romero Herrera comprobó en su visita de la semana pasada a Puebla, cuál es el verdadero “músculo” de Eduardo Rivera Pérez y el velador de éste, Adán Domínguez Sánchez.
Y, salvo que no sea un auténtico iluso, el candidato a la dirigencia nacional del PAN habrá confirmado, de primera mano, que este par de bribones, que dejaron las arcas del Ayuntamiento de Puebla en los huesos, son la mejor fórmula para la división, el encono y la inoperancia.
Ni Eduardo Rivera o Adán Domínguez pueden presumir su capacidad de movilización, ya que el evento más importante que hubo estuvo prácticamente vacío. La meta, nos dicen, era congregar a unos mil panistas y no llegaron ni 100 personas y eso que hubo una amplia participación de todos los líderes locales, quienes llegaron a respaldar al aspirante panista por sus propios medios y convencimiento.
Este es un punto importante, porque la unidad en
Puebla en torno a la candidatura de Jorge Romero
es producto del trabajo del propio aspirante para
cohesionar a todos los grupos que viven una encarnizada lucha.
Así pues, la pregunta obligada es: ¿qué es lo que realmente aportan Eduardo Rivera y Adán Domínguez a la campaña de Jorge Romero?
La unidad, ya se sabe ni por asomo. Tampoco es un panismo
fuerte, ya que ambos se encargaron de sumirlo en la
peor crisis que vive desde la década de los 70. El dinero tampoco es la clave, ya que ambos han demostrado ser muy buenos despilfarrando el dinero que
no es suyo y lo que pudieron saquear de las arcas
municipales será para ellos y nadie más.
De hecho, hay otros grupos con mayor poder económico y de movilización que el propio Rivera Pérez.
La única oferta que el excandidato perdedor a la
gubernatura tenía era la capacidad para movilizar
a la estructura panista y llevarlos a votar, pero eso
tampoco es así debido a que cada liderazgo o grupo
al interior del PAN poblano está haciendo lo suyo
para cumplir su compromiso para el día de los comicios panistas.
La incorporación de Eduardo Rivera a la planilla
del candidato a la dirigencia nacional del PAN no
fue una concesión sino una forma de intentar rescatar el cascajo que quedó después del 2 de junio pasado, pero en realidad Jorge Romero sabía que
tenía que operar él mismo para sumar a todos los
grupos en el país.
El otro asunto que favoreció este respaldo es que,
al menos en Puebla, ningún grupo político estaba
dispuesto a pelearse con quien será el próximo presidente nacional del PAN en protesta por incorporar al nefasto Rivera Pérez. Eso se traduciría en vetos y cerrarse cualquier oportunidad de negociar un espacio en la próxima elección federal y realmente no lo vale.
Fue así que los diferentes grupos actuaron en
consecuencia. En lugar de manifestar su abierto
rechazo a Eduardo Rivera, se sumaron individualmente a la cargada de Jorge Romero y, en los hechos, terminaron por desfondar el raquítico liderazgo del exedil oriundo de Toluca.
Insisto: Salvo que Jorge Romero sea un iluso o un
miope no puede ignorar que su “aliado” en Puebla
es la peor carga que pueda tener. Qué calidad de
aliados resultan Eduardo Rivera y el inepto Adán
Domínguez que la cohesión, unidad y garantía de
movilización fue operada y garantizada por el propio candidato a la dirigencia.
Si los exalcaldes hubieran metido mano para
conseguir esa tarea el resultado hubiera sido catastrófico. Pero aún, cómo pueden llamarse los aliados más importantes de Jorge Romero a un par de tipos
que no son capaces siquiera de mantener la unidad
en su mismo grupo político, en donde las peleas a
muerte, divisiones y puñaladas traperas están a la
orden del día.
Nadie tiene duda del triunfo de Romero Herrera,
pero su éxito en Puebla no será responsabilidad de
Rivera Pérez o su velador.
Por eso la pregunta: ¿qué es lo que realmente aporta Eduardo Rivera y Adán Domínguez a la campaña de Jorge Romero?
Presiones y más presiones
Qué tan preocupados están en el equipo de Eduardo
Rivera Pérez que los Comités Municipales del PAN
se convirtieron en el centro de presiones, chantajes
y amenazas para que se pronuncien a favor de que
la elección del próximo dirigente estatal sea por la
vía del Consejo.
Se comprueba que si hubiera una elección abierta
el grupo del oriundo de Toluca no tendría ninguna
posibilidad de triunfo, pero su apuesta por el Consejo Estatal tampoco es la respuesta, ya que todo ha cambiado después del 2 de junio.
Antes de la masacre electoral, el grupo del exedil
tenía el control de todos los órganos de gobierno
panistas debido a que muchos consejeros y burócratas partidistas se vieron privilegiados con plazas en el Ayuntamiento de Puebla y otros beneficios.
En la actualidad, ni el propio Rivera Pérez tiene la
oportunidad de garantizar que haya empleo para su
propio equipo, entonces, cómo convencerá al resto
que continúen el respaldo.
Por si eso fuera poco, muchos panistas comprobaron personalmente que las críticas hacia Rivera Pérez de ser un político mezquino que no cumple
sus compromisos son tan reales como la crisis que
vive el PAN a consecuencia de su nefasto estilo de hacer política.
El asunto de fondo no solo es la presión hacia los
Comités Municipales, sino que incluso la bendición
para que Felipe Velázquez Gutiérrez sea el candidato del Yunque burocrático no cambió un ápice el escenario político al interior del PAN.