GERARDO HERRERA CORRAL*
Nuestra galaxia se debió haber formado hace 10 mil millones de años. La observación de las estrellas que la componen, sus edades y movimientos parecen mostrar que es el resultado de una fusión entre la Vía Láctea primitiva y una galaxia enana llamada Gaia Enceladus. Según los expertos, hace apenas 6 mil millones de años que, después del choque entre ambas, la estructura de la galaxia resultante se estabilizó, formando el disco fino que hoy vemos. Mil y medio millones de años después apareció nuestro Sol.
Nuestro sistema planetario gira en esa espiral a una velocidad aproximada de 220 kilómetros por segundo, de manera que tarda más de 230 millones de años en dar la vuelta alrededor del centro de la Galaxia. Nuestro planeta ha dado entre 16 y 20 vueltas galácticas y con cada una el paisaje en su superficie ha cambiado de manera importante: cuando se disponía a dar la cuarta vuelta apareció la vida. Si queremos hablar de nosotros, entonces diremos que no hemos recorrido mucho de ese largo camino cósmico porque el Homo sapiens sapiens llegó hace apenas 200 o quizá 300 mil años.
Hemos estado girando por mucho tiempo, y si primero entendimos el centro de nuestro planeta como el único existente, después reconocimos al Sol como otro de nuestros centros. Ahora comenzamos a entender la naturaleza de un tercer centro. Este último es el centro de la Galaxia. Quizá existen otros, pero no tenemos certeza de ellos. Solo tomamos noticia de los tres centros que orbitamos.
De acuerdo con hallazgos recientes, los primeros humanos llegaron a México hace aproximadamente 26 mil años. Debieron haber cruzado el estrecho de Berig durante el último máximo glacial y luego se dispersaron por América del norte para llegar a la planicie de nuestro país, cuando la luz que hoy vemos con radiotelescopios era emitida por el centro de la galaxia. Entonces emprendía su largo camino hacia nosotros. De manera que hoy estamos viendo el centro de la galaxia como era en ese entonces: cuando llegaron las primeras tribus al altiplano mesoamericano.
Hace unos días la colaboración EHT (por sus siglas en inglés: Event Horizon Telescope) publicó la imagen de Sagitario A*. Así se llama al objeto masivo que se encuentra en el centro de nuestra galaxia, se localiza a 26 mil años luz de nosotros. Todos vemos ahora la luz que salía de ese objeto cuando los primeros seres humanos llegaban a ocupar los lugares aledaños al volcán Sierra Negra. Esos primeros mexicanos nunca se imaginaron que un día se construiría en la cumbre de esa protuberancia un aparato que estuviera listo para recibir más tarde y fotón por fotón, la luz que abandonaba, en ese momento, el objeto que se encuentra en el centro de ese asperjado lácteo que veían durante sus noches oscuras.
En la cima de esa montaña, a 4500 metros de altura, se encuentra el mayor radiotelescopio milimétrico del mundo en esa frecuencia. El Large Millimeter Telescope es un instrumento de plato único con diámetro de 50 metros. Forma parte de la colaboración EHT. Es una pieza clave para la obtención de la imagen que muestra la sombra del gigantesco agujero negro, alrededor del cual giramos sin cesar. Su ubicación geográfica y la calidad de la señal que se puede obtener con el área de colección de luz que tiene el aparato, lo convierten en un miembro importante de la colaboración internacional.
La imagen del agujero negro en el centro de la galaxia elíptica M87, que la colaboración EHT publicó en 2019, se construyó con los datos de ocho telescopios de diferentes países. En esta ocasión son solo siete instrumentos los que proporcionaron la información para darnos el rostro de Sagitario A*. En la imagen podemos ver la sombra proyectada por el agujero negro masivo, así como un resplandor que se genera cuando la materia cae presa de las fuerzas gravitacionales que sus 4 millones de masas solares producen en la vecindad.