Nota del autor
Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios.
Trama tercera: El mundo es un lugar malvado
Capítulo 15. El cisne negro
Andrés Roemer, judío-mexicano, economista doblado de cónsul o embajador, publirrelacionista codicioso, abogado del diablo, entró a las ocho y media de la noche al número 11 de la Rue Monsieur LePrince, el domingo 7 de marzo de 2021. Según su testimonio, lo hizo cargando a Anita Beckmann, ligada a los herederos de Tequila Cuervo en una cuarta rama, quien había entrado en una oscuridad alcohólica víctima de los martinis sucios (unos de Beefeater y otros de Tackeray) servidos por manos diligentes. Al decir de Roemer, cuando ingresó al lugar –nadie sabe si era un departamento pequeño o una casa—, tiró a Anita en un sofá, le preparó un café cargado, la descalzó, encendió una lámpara y, vía telefónica, despertó a su esposa Pamela Bitcoin, que dormía en la alcoba de la casa estilo porfiriana ubicada en la Plaza Río de Janeiro, colonia Roma, en la Ciudad de México.
—Mi cisne negro, acabo de llegar a casa con una hermosa niña de diecisiete años de edad. Es un cisne blanco perdido de borracho. Hemos bebido hasta caernos. Si la chica no se recupera pronto, me iré a dormir a un hotelito de la Rue Blomer. ¿Recuerdas? Ahí pasamos la noche al llegar a París como embajador ante la UNESCO. Es un hotel feo, sin duda, pero fue lo único que hallamos libre.
—¿Tendrás sexo con tu cisne blanco? —le preguntó su cisne negro.
—No. Me niego a tenerlo. Con las cosas que se dicen de mí en México se me han quitado las ganas de seducir adolescentes.
Andrés Roemer, pues, salió a las diez de la noche del número 11 de la Rue Monsieur LePrince, el domingo 7 de marzo de 2021, y, según su testimonio, no le tocó un pelo a Anita Beckmann, aunque ella, al rendir su declaración preparatoria ante un juez de la causa, aseguró que el depredador la desnudó, la tiró al sofá, se desnudó a sí mismo —pero se dejó puestos los calcetines—, y consumó el crimen sexual. Es decir: olió su sexo, lo lamió varias veces, introdujo su pene —“un pene flácido”, dijo en su declaración—, y con mucho trabajo lo introdujo un par de minutos, tiempo suficiente como para consumar una violación o delito sexual, lo que, en términos policiacos, implica la penetración vaginal, anal u oral realizado sin el consentimiento de la víctima.
(Continuará).