Nota del autor
Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios.
Trama tercera: El mundo es un lugar malvado
Capítulo 12. Violación de manual
Después del quinto martini sucio (con Tanqueray), la Jane Birkin de Zapopan —en realidad se llamaba Anita Beckmann, ligada a los herederos de Tequila Cuervo en una cuarta rama— estaba perfectamente ebria. Quiso irse a su departamento (en el número 3 de la Rue de l’Odéon), pero Andrés Roemer lo impidió.
—Estás muy ebria, nena. Déjame darte un té judío. Es un kosher badatz que te va a poner muy bien. La Torah lo certifica en sus normas dietéticas. Por cierto, qué ricas chichis tienes.
Ella no respondió. No podía responder. La región de la ínsula y la corteza órbito–frontal media de su cerebro estaban sumamente afectadas. En contraste, él estaba metido en una severa excitación sexual que apelaba urgentemente a la recompensa. Una buena recompensa. Todo esto se reflejaba en el hipotálamo, la amígdala y el núcleo accumbens de su cerebro. El coctel perfecto.
Roemer tomó un taxi (un Mercedes—Benz clase E), subió a Anita Beckmann, le pidió al conductor (de origen tunecino) que los llevara al número 11 de la Rue Monsieur LePrince (su guarida), y olió la joven cabellera de su víctima. Olía a jacarandas. Ligeramente dulce. Ella respiraba como un caballo después de correr veinte kilómetros.
El chofer tunecino no dejaba de ver por el retrovisor la mirada lúbrica de Roemer. Era un depredador estudiando minuciosamente a su víctima. Olía sus manos rosas, el cuello, el rostro frío. Cuando pasaron por el restaurante Polidor sabía que la guarida estaba cerca. Entonces llevó la mano izquierda de Anita a su entrepierna, a la altura de su pene flácido, y el núcleo accumbens de su cerebro empezó a gestionar con mayor intensidad la búsqueda del placer sexual.
El taxista hizo un comentario de enojo y algo le dijo en árabe. Roemer le contestó en yiddish. Anita estaba técnicamente inconsciente. En esas condiciones llegaron al departamento, o a la casa. No se sabe. Él la bajó como se baja un costal de papas. El taxista seguía gritando y exigiendo su pago, y diciéndole cosas como pederasta o pedófilo, o abusador.
¿Qué ocurrió después? Roemer la llevó a un sofá, la desnudó y abusó de ella. Antes de hacerlo, se quitó la ropa y sólo quedó en calcetines. Lo suyo fue una violación de manual. Sus víctimas anteriores así lo han referido.
(Continuará).