Nota del autor
Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios
Trama sexta: El horroroso crimen del horroroso criminal
Capítulo 29. Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos…
Tras dejar a Pía Luna, Lució le propuso a Jose Galeazzi que se fueran a vivir juntos. Ella dudó al principio, pero terminó aceptando. Se fueron a la residencia que él tenía en La Encomienda: una casa de dos plantas, tres recámaras, sala de televisión, cocina, muchos baños, terraza, un estudio y cochera para cuatro autos.
El sexo y los cariñitos abundaron los primeros meses, pero pronto la relación salió de una curva aperaltada y entró en una curva peligrosa: demasiado inclinada y con escasa visión. ¿Qué ocurrió? Que Jose halló en un baúl pomadas de todo tipo para enfrentar las hemorroides —cosa que le produjo risa—, y medicamentos para la esquizofrenia y la bipolaridad —Clorpromazina, Flufenazina, Haloperidol y Perfenazina—, cosa que le generó una gran preocupación.
Al principio no dijo nada, y se dedicó a observar a Lucio. Lo primero que descubrió fue un hilillo de sangre en el sanitario de visitas. Pero lo que le preocupó fue un dolor de cabeza que lo tuvo de pésimo humor durante tres días. Al siguiente fin de semana, ya recuperado, le propuso ir a una fiesta swinger en plan de observadores. Pese a su resistencia, terminaron yendo. Casi al final de la fiesta, Jose lo vio besando a la esposa de uno de sus mejores amigos. No fue un beso inocente, fue un beso muy carnal. No le gustó nada. Y lo que definitivamente le hartó fue que otro amigo de la casa le susurrara algo inapropiado al oído mientras le decía que era un hembra muy sensual.
A esa fiesta le siguieron otras que terminaron siendo más audaces. Lucio le recriminaba todo el tiempo su estúpido puritanismo. Ella se resistía a entrar a ese círculo vicioso. Una tarde, en el estudio Rothko del Distrito de Las Ánimas, Jose vio cómo él tenía sexo oral con la amante de uno de sus amigos, quien celebraba la escena. Éste quiso excederse con ella. Se negó tres veces. Lució montó en cólera y le gritó. La escena terminó en la casa de la Encomienda con varias cachetadas y bufidos. Ella devolvió los insultos con un grito que le salió del alma: “¡Eres un esquizofrénico!”. Y abrió el baúl y aventó los medicamentos al piso.
(Continuará).