Nota del autor
Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios
Trama sexta: El horroroso crimen del horroroso criminal
Capítulo 27. La batalla perdida
Los cuadros de Lucio eran basura. En eso coincidían quienes al interior del Distrito Las Ánimas sabían de arte. Él ignoraba los comentarios y se los adjudicaba a la tradicional envidia poblana: una envidia tan barroca como el mole.
Nuestro personaje se empezó a rapar la cabeza cuando percibió que se estaba quedando calvo. Para dar la imagen de duro, se mandó colocar un arete en la oreja derecha, se dejó la barba de tres días y le dio por usar anteojos oscuros.
Antes de relacionarse con Jose Galeazzi, estuvo una temporada con Pía Luna, una mujer madura adicta al bótox y al ácido hialurónico. Él la describía como el ejemplo de la cara algorítmica proveniente del efecto antiarrugas: una cara sin edad, con una piel límpida, sin imperfecciones ni poros visibles, ojos felinos, pestañas interminables, cejas definidas, pómulos esculpidos, nariz pequeña y labios carnosos.
Y citaba a la siempre profética Jia Tolentino para confirmar la tesis de la Cara Instagram, concepto acuñado por esta autora para definir el rostro femenino arquetípico de nuestro tiempo hiperconectado. ¿Ejemplos? Kim Kardashian, Bella Hadid, Emily Ratajkowski y Kendall Jenner.
Pía no toleraba los sardónicos comentarios de Lucio, pues sabía que detrás de la retórica se escondía la burla. Sin embargo, no se desprendía de él porque la llenaba sexualmente, cosa que no hacía su exmarido financiero.
Juntos viajaron varias veces a Florencia, la ciudad favorita de Lucio, quien se quedaba horas enteras parado ante una de las tablas de un tríptico de Paolo Ucello —Battaglia di san Romano—, expuesta en la Galería de los Uffizi, en la sala número 7 (del renacimiento temprano). No daba crédito como el pintor y matemático nacido en 1397 había sido capaz de capturar el arte de la perspectiva para crear escenografías fantásticas.
Una vez que regresaba al Distrito Las Ánimas, Lucio intentaba recrear algún pasaje de Ucello. Imposible. Lo suyo era el vulgar trazo comercial: un trazo sin alma. Dejaba de intentar la copia cuando sus hemorroides recreaban el enfrentamiento entre los florentinos y los sieneses. Entonces se rascaba hasta sangrar y se ponía una pomada llamada Proctoacid, rica en policresuleno y cincocaína.
(Continuará).