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martes, junio 24, 2025

Trama séptima: La nínfula extraviada Capítulo 33. Caída libre.

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Nota del autor

Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios

Trama séptima: La nínfula extraviada

Capítulo 33. Caída libre

Perla se enamoraba constantemente. Una noche sí, una noche no. Algunos jóvenes ricos llegaban a buscarla y se la llevaban a sus departamentos de Sonata. La humillación era parte del juego. La obligaban a tener tríos o sexo grupal que culminaba con un baño de semen. En esa época conoció a varios amigos —que hacían el papel de chichifos— de un oaxaqueño ligado a quien sería pareja de Inés Gómez Mont: un hombre de baja estatura, moreno, con dinero suficiente como para tener romances con los juniors poblanos que la asediaban. A ella: Lolita. O Perla. O Perla Petra.

De dos de ellos se enamoró perdidamente. Uno le prometió viajes a Europa que jamás llegaron. Otro la usaba un fin de semana —en Houston, Texas— y luego la desechaba. El hombro derecho de Raúl sirvió de consuelo cuando Perla le narraba sus desgracias. En esos momentos rompía su compromiso con la empresa del Manhattan y pedía los suficientes tequilas como para embriagarse largamente.

Eran noches y días sombríos para Raúl Mendizábal, quien, como fiel devoto, acudía los lunes para estar con ella.

—Hoy no vino Perla Petra, amigo, pero si quieres yo te acompaño —se burlaba Chantal.

—¿Por qué no vino? ¿Está enferma?

—¡Sí! ¡De tanta longaniza que se comió el fin de semana! —respondía entre carcajadas, y así se iba a los camerinos.

Raúl no perdía las ilusiones y seguía yendo a buscarla. Cuando estaba con los chichifos del oaxaqueño ni lo volteaba a ver. Solo tenía ojos para ellos. Perla pasaba de sentarse en las piernas de uno a las piernas de otro. El masoquismo de Raúl no tenía límites. A veces se iba hasta que los juniors se la llevaban en sus autos de lujo.

Una noche, Jorge, su primo, entró al Manhattan con unos amigos y esperó a que llegara Perla. Una vez en el privado, la besó y la tocó con furia. Al salir, le dio un jalón de brazo y le escupió:

—¿No que no, putita? ¿Te acuerdas de mí? ¡Soy el primo de Raúl Mendizábal, de Teziutlán!

Perla se alejó furiosa. Cuando Raúl fue a verla le contó los hechos. Raúl viajó a Teziutlán para romperle la cara. Estaba francamente desolado.

(Continuará).

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