Nota del autor
Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios
Trama Novena: No hables con extraños
Capítulo 45. ¿Qué es lo que tienes en la boca?
Edy Bueno invitó a Mircea a la postrería que había inaugurado en Plaza Solesta. Lo recibió con un postre que había aprendido a germinar en Ladurée, bajo la guía de François Perret, el mejor pastelero del mundo. Su maestro más dilecto.
Edy estaba encantado con Mircea. Era el único con quien podía pasar horas hablando, indistintamente, en francés, italiano, inglés y español.
—Nunca me has dicho dónde vives, Mircea.
(Pronunciaba Mircea como un Oscar Wilde decadente y cultísimo: Meer-cha)
—En el Centro Histórico de Puebla. En una casa que fue de Manuel Bartlett.
—Ahhh. ¡Donde vendían aguacates! —dijo Edy entre risas.
—La remodelé por completo. Estaba hecha un desastre. Me recordaba la casa de mis padres en Transilvania.
—Esa parte tuya me encanta, Mircea. Es como estar con el empalador Vlad Drakul. (Risas). Por cierto: ¿cómo te apellidas?
—Voland. Воланд en ruso. Wolland.
—¡Como el diablo de “El maestro y Margarita”! —exclamó jubiloso Edy —. ¡No sólo eres Vlad el empalador! ¡También eres el diablo, Satanás, el chamuco!
Rieron estruendosamente. Edy supo que entre ellos había nacido una complicidad.
—Desde que el degenerado de Andrés Roemer nos presentó contigo en El Mochomos me encantaron tus ojos heterocrómaticos. Qué verde tan profundo. Y qué negro. Me matan tus ojos —deslizó Edy en un tono elegantemente afeminado—. ¿No te apetece un pase?
—Me apetece. Claro.
—¿Vamos al baño?
Caminaron entre los comensales y entre los empleados. Ya en el reducido baño, Edy sacó una bolsita de coca, puso el polvo en un libro de Lovecraft y dibujó con una perfección inaudita las líneas.
—Está coca me la regaló Bobó Gutiérrez la noche que Pimpinela se amarchantó con Roemer.
—Yo se la regalé.
—¡No me digas, Mircea! —exclamó tocándole la boca algo torcida.
—Es colombiana. ¡Ve ese blanco brillante! Lo tienen muy pocas. Eso te habla de su pureza y de su estado refinado, Edy.
Se dieron varios pases. Edy le dio un beso en la boca. Mircea le tocó el culo y le dijo que le hiciera un oral. Edy se hincó, le abrió la bragueta y se metió a la boca esa verga entre rojiza y morada.
—¿Vamos a mi casa? Patricia no está. Se fue de viaje con sus papás. ¡Tengo crack, opio, fentanilo y heroína!
En el camino, le contó la historia de la Casa de los Enanos. Ya dentro, Mircea lo sodomizó después de drogarse. Edy insistió en filmar la escena. El rumano, con un gesto sombrío, le dijo que Patricia Rodoreda descubriría un día su doble vida.
—Soy más cuidadoso de lo que crees, vida. Paty es muy ingenua. No sabría distinguir entre la coca y el talco para los pies. (Risas). Por cierto: ¿qué es lo que te escurre de la boca: coca o baba, mi amor?
(Continuará).