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martes, junio 3, 2025

Trama cuarta: La Casa de los Enanos Capítulo 16. Bueno como el pan

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Nota del autor

Los personajes que cruzan esta novela, incluso aquéllos que parecen reales, son absolutamente imaginarios.

Trama cuarta: La Casa de los Enanos

Capítulo 16. Bueno como el pan

Edy Bueno era un cocinero creativo y carismático. Quienes lo conocían quedaban prendados de él. Era alto, joven (tenía 24 años), cosmopolita, educado y políglota. No había sombras aparentes en su pasado. Sus padres, decía, lo habían abrazado y querido desde que nació.

En esas circunstancias conoció a Patricia Rodoreda, una chica de buena familia cristiana: una poblana de abolengo y prestigio que provenía, junto con su familia, de la Ciudad de Avión, en Galicia, tierra de familias adineradas como los hermanos Vázquez Raña. El pueblo español con más Mercedes Benz por metro cuadrado.

Se conocieron en Guadalajara, ciudad que vio nacer a Edy Bueno. Amigos en común los invitaron a comer después de una convención cristiana a un restaurante de mariscos ubicado en Zapopan: Los Arcos. Edy era amigo de los dueños y había trabajado la carta en los inicios del restaurante. Patricia vio cómo lo saludaban desde los gerentes hasta los meseros y cocineros. De inmediato sintió que su química cerebral empataba con la de él. También su aritmética del corazón. 2 más 2 son 3.

Edy estuvo particularmente servicial con ella. Le recomendó qué pescado pedir y con qué postre cerrar. Los postres, precisamente, eran la debilidad del chef egresado de la mejor repostería parisina, y, en consecuencia, la mejor del mundo: Ladurée. Ahí, sentado a su lado, Patricia supo que había estudiado con François Perret, el chef de la pastelería Le Comptoir, del Ritz de París.

Quedaron de verse la siguiente semana en Puebla, pues Edy Bueno estaba en pláticas con un empresario inmobiliario poblano que buscaba abrir una postrería para dandys en reposo. Un París chiquito y dulce en Angelópolis. Una vez que llegó a Puebla, Patricia Rodoreda le contó a Daniela, una amiga del Colegio Americano, que Edy la había flechado.

—Ése sí que es un milagro, Pat. Llevas años sin tener novio. Te estás quedando para vestir santos o diputados.

Edy la buscó, comieron, charlaron hasta tarde y la llevó a la casa de sus papás, en La Vista, pues Paty vivía con ellos a sus 29 años. Antes de despedirse, se besaron y quedaron de verse al día siguiente. Edy pudo haberle tocado los senos, pero sólo la beso. Un beso sano: el clásico beso de película boba estadunidense de los años sesenta: Elvis Presley besando a Natalie Wood en un auto descapotable. Tenía la portería abierta y disparó a las gradas.

No había nubes a la vista. Tampoco rachas de viento ni huracanes. La relación pintaba como el agua cristalina, señor. Más clara que el azul radiante de una mañana de verano.

(Continuará).

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