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lunes, octubre 21, 2024

La Tercera Voz 59

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Esta es una obra de ficción. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, o hechos reales, es pura coincidencia.

Lunes:
Es más bien del tamaño de un becerro. Es blanco, orejón y con manchas café claras. Es un perro café con leche. El perro ladra desde siempre. Cada mañana que Ella lleva a los críos y a las terribles y adorables gemelas al colegio, el perro está listo para ladrar desaforadamente. No rabiosamente. Pero ladra por vicio. Por mera costumbre. Por no dejar de hacerlo para reconfirmar su perruna existencia.

Martes: 

La mutilación.

Resulta que la culpable no era Tierra. Nunca lo fue ni lo ha sido. Tierra no tenía la culpa. Pero todos sospechaban de ella. De la pobre gatita Tierra adoptada desde hace 8 años. Hasta que un día decidieron llevarla al veterinario a que le quitaran las uñas de las patas delanteras. Acto de extremo salvajismo porque era hurtarle a la gatita toda su naturaleza felina, era domesticarla de un todo, era una invasión lacerante a su instinto gatuno. Era mutilarle un poco el SER, el ESTAR, el PERMANECER. Y cada vez que la familia regresaba a casa encontraba los mosquiteros de las ventanas que dan al jardín trasero, rotos. Enfadados los remendaban y le echaban toda una perorata a la gata. Así que tras la insistencia del atentado y el estar hasta la coronilla del remiendo llevaron a la gata al veterinario. A los dos días regresó con las patitas vendadas y apenas apoyándolas al piso. La gatita más bien gateaba, se arrastraba. Nunca entendió su dolor. Hay dolores que no tienen explicación. Hay dolores sin promesa. Los dueños descansaron al ver que el
incidente de los mosquiteros ya no sucedería. Pero. ¡Oh sorpresa!. Un día al regreso de las obligaciones diarias de cada uno de los integrantes de la familia y con Tierra aún vendada, los agujeros aparecieron nuevamente.
Pues no era Tierra. Era el cabrón solapado perro mosca muerta de Steeler el que huía al jardín a cazar conejos y osado rasgaba los mosquiteros. Pero ya no había vuelta
atrás. Tierra estaría sin uñas por siempre. Las mutilaciones son por siempre.

Miércoles:

Los críos mayores de Ella son, por así decirlo, más desprendidos, más autónomos e independientes, pero el pequeño, el sapodrilo es una lapa de Ella. Ella es su mitad.
Cuando la madre le anuncia que habrá de partir muy temprano el viernes para dejar a Carol en su lugar de origen porque no quiere que Carol conduzca el auto sola por siete
horas. El pequeño se arranca en llanto:
—No, no me dejes solito, que no ves que mis hermanos no me pelan, no me cuidan y las gemelas me la tienen dedicada.
Así que Ella lo abraza y él llora amargamente en su regazo. Y así duermen como un par de lapas. Ella recuerda cuando aquel amor que se asomara en su vida hace no mucho tiempo alguna vez le dijera:
—Abrázalo cada vez que puedas y siempre te sentirás mejor.
Ese amor ya no existe y Ella tan sólo se ha quedado con el enojo y con todo un discurso que nunca habrá de enunciarle. Ella y su orgullo. Él y su tibio miedo. Él y su tibio
SER. Ella y su orgullo. Él y su egoísmo. Ella que es poesía y promesa. Él que es un Simple Simón de calcetines blancos y zapatos obscuros. Ella que no vibra, PALPITA. Él que se viste con el mismo pantalón desteñido. Desteñido el Ser, Desteñida el Alma, Desteñido el Espíritu. Él y sus manos híbridas, ásperas. Ella que pretendía hidratarlas con su ternura. Él que se ha vuelto diminuto. Ella que todavía lo recuerda. Él que tiene carro nuevo blanco
como sus calcetines y hasta teléfono nuevo negro y ha contratado a una señora para que le ayude a decorar la casa. Él que se sienta al lado de Ella y responde una hora y media de servicio en la iglesia con una pierna inquieta. La pierna derecha que no deja de moverse y temblar en el piso. Ella que se marea de verlo. Se ataranta por el exceso de loción del hombre en el cuerpo. Y la pierna inquieta y la pierna inquieta y la pierna inquieta. Ella que
cruza la pierna izquierda sobre la derecha. Y su pierna responde a la inquietud de la pierna del hombre. Y esas piernas se comunican nerviosas. Ella que llora, respira, se ríe y hasta sueña a veces. Él que trabaja, trabaja, trabaja y se escurre, se esconde, se miente y anida en su miedo. Él que ya no tiene rostro. Él que es la no palabra y se anunció en su vida como la palabra dulce, el verbo canta, simpleza y transparencia. Ella que ya no lo busca y tampoco ya lo encuentra. Y ya NADA. Y ya. Ella con su mirada doliente, herida que busca respuesta y algo de sensibilidad y él con unos ojos azules niebla, opacos por
la nube de la “no verdad”. La “no verdad” es una nube sombra que crece y lo engulle. El personaje sensatez ha muerto en esa su mirada. Y esa voz que fuera dulce, transparente, sencilla ahora es una voz titubeante donde la verdad no tiene recinto. Es una voz frágil, porque la mentira reposa en base de barro fresco. Ella que en vano se empeña en borrar la historia. Esa trama mansa en la que Ella alguna vez transitara. El eterno ciclo de muerte y renacimiento. Ese ciclo de continuo dolor. Ella que sangra a gotitas. Imperceptibles gotas de sangre. Imperceptibles y eternas. Gotas dulces y también trémulas.
Ella que se ve en todos lados. A donde sea que entre no hay quién no la vea. No hay quién no la mire. Porque hay seres, muy pocos, que hacen entradas por siempre.
Entradas que dejan huella, que el tiempo no hurta ni tampoco la más traicionera memoria. Y es que Ella entra a cualquier espacio y todo se vuelve azul. Y el tiempo se detiene ante su presencia. Lo sé yo que me enamoro de Ella cuando la veo entrar a cualquier espacio con esa andar tenaz y ese porte altivo. Ese orgullo, mal compañero, pésimo amigo. Así toda su certeza interior esté quebrantada, así esté setenta veces siete rota. Así Ella libre el instante, cuando al trotar respira el aroma de los pinos siempre verdes. Ella entra y los espacios más opacos reverdecen. Porque Ella es azul. Tenuemente azul.
Sólo que Ella no lo sabe. Lo sé yo que la he creado y me nutro de su desaliento, respiro de éste. Lo sé yo que soy su autora, que me alimento del salitre de sus lágrimas y también me río. Pero Ella no lo sabe y se siente inmensamente sola. Cree que la Diosa Soledad ha echado raíces por siempre en cada una de sus células. Y resiste. Pero cuando sale a correr todos los días suspira con dolor. Lo sé yo que la amo con toda la compasión y la terneza.
Y es que Ella camina al borde de un precipicio y hace malabares para danzar en ese límite, en esa geografía de

G
R
A
V
E
D
A
D

Y desde esa frágil línea que desdibuja los abismos Ella mira hacia arriba y se hidrata de los cielos claros de Frisco. Y le implora a los Dioses y a todos los universos algo de sosiego, algo de certidumbre, alguna voz, alguna señal. Alguna certeza que no sea sólo pagar impuestos y la muerte. Y Ella se estira y resiste y responde con una sonrisa dócil y también con un suspiro tuberculoso que escupe sangre. Así responde Ella. Con esa intensidad.
Con esa dualidad. Y esa sangre tuberculosa la escupe Ella a mi rostro y yo lamo esa sangre y también me nutro y en su breve sonrisa me extravío. Así la he inventado. Así la he configurado. Proclive a la proclividad, etérea y viva. Eternamente en colapso. Con todo el Ser dislocado.

Jueves:

Ella recibe una llamada de la amiga Pelusita. Siglos sin oír su voz. Pelusita le pregunta:
—Ella, ¿eres feliz?
—¡Qué preguntas difíciles siempre me haces!
Me río y mucho como para no morirme en llanto, en nostalgia, en vacío. Y todo este éxodo y esta fuga tienen el propósito de proteger la integridad de los críos. Pero cuando salgo a correr y se atraviesa un conejo o una ardilla soy feliz de simplemente atisbar su rapidez. Y cuando los árboles “ever green” me miran correr soy feliz.
Brevísimos instantes. Y cuando te oigo amiga soy feliz. Y cuando abrazo a mis críos y nos reímos soy feliz. Y cuando oigo música clásica soy feliz. Son fragmentos. Libro el día con todo lo que conlleva. La felicidad es un minifragmento de instante y ciertamente no reposa allá afuera. Ycuando bailo también soy feliz. Pocas veces ya bailo. Soy feliz cuando como un buen chocolate o un buen postre o fresas y kiwis. Las otras veces. En el otro tiempo soy un ente solitario, melancólico y silente.

Viernes:

La gasolina está más barata en Sarcoxie Missouri. Ella se levanta en punto de las 5:00 de la mañana y se arregla para ir a llevar al ángel Carol a su lugar de origen, Spring field Missouri. Ella conduce el auto de Carol casi siete horas. Y hacen una escala técnica en Sarcoxie donde Carol desde siempre ha comprado la gasolina. Y sí, indudable mente está tres centavos más barata. Es decir uno, dos tres centavos más barata. Pero, ¿qué más da? si Ella no es la que la paga. Así de insulsa se ha vuelto su vida. ¿Qué carajos habrá de importarle el costo de la gasolina?. En las perfectas carreteras hay mucho ganado. Vacas negras y frondosas. Frondosos los árboles que coronan con sus colores ocres el paisaje otoñal. Frondosa Ella que se desgrana en una planicie sin hombres.
Carol y Ella hacen escala para comer en Cesars. Es un tradicional restaurant del pequeño pueblo, regido por la fuerza femenina. La dueña es mujer, las meseras son mujeres, las cocineras son mujeres, la cajera es mujer y sólo hay un baño de mujeres y un piano que se toca solo.
Y además toca bastante bien. Carol y Ella se sientan y piden hominy ese maíz deshidratado y esa comida norteamericana tan desabrida a veces y otras más.
Ella en este mundo de granjeros de Springfield. En ese frío que arrecia. Ella con un abrigo rosa pálido. Pide de postre “peach cobbler”. Delicioso, crujiente. Con helado de
vainilla. Ella y su ángel Carol van a casa de Carol a reposar la vida. Ella se mete al baño a darse una ducha de agua hirviendo para amainar el frío. En todos lados, en cada intersticio, en cada poro, en cada recoveco del alma. Sara Bareilles entona City. Carol prende la calefacción:

There’s a harvest each saturday night
At the bars filled with perfume and hitching a ride
A place you can stand for one night and get gone
It’s clear this conversation ain’t’ doing a thing
Cause these boys only listen to me when i sing
And i don’t feel like singing tonight
All the same songs

Here in these deep city lights
Girl could get lost tonight
I’m finding every reason to be gone
Nothing here to hold on to
Could i hold you?

The situation’s always the same
You got your wolves in their clothes whispering Ho
llywood’s name
Stealing gold from the silver they see
But it’s not me

Here in these deep city lights
Girl could get lost tonight
I’m finding every reason to be gone
There’s nothing here to hold on to
Could i hold you?

Calling out somebody save me i feel like i’m fading away
Am i gone?
Calling out somebody save me i feel like i’m fading

In these deep city lights
Girl could get lost tonight
I’m finding every reason to be gone
There’s nothing here to hold on to
Could I hold on to you?
…un espiral. Una adicción. Una falacia, la esperanza.
Te estás yendo de todas las memorias de mi cuerpo. Bi
envenida tu partida. Descanso de esta historia. Te arran
co de mi memoria y de mi SER. Una cascada rojísima re
verbera. Tú eres coágulo.

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