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jueves, abril 25, 2024

La Tercera Voz 09

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La semana se mira pesada como un fardo insostenible. La muerte, esa mariposa arcana.

 

Lunes

Las sinfonías 40 y 41 y el Concierto para piano no. 21 de Mozart fue el primer concierto en vivo del compositor austriaco al que Ella asistió cuando tenía 11 años con su amiga Mónica, –ese eterno amor femenino–. Las llevó precisamente el padre de Mónica. Don Reynaldo tenía el don de la belleza, le dolía la guapura, pero tenía además el don de la palabra. Le decían el “poeta del derecho”. Él era un dandy. Cuentan quienes fueron sus alumnos de derecho que al final de sus clases se paraban y le aplaudían. El era un hombre orgulloso, soberbio pero también noble y sensible. Toda su corporeidad era imponente. Imposible no ser visto hasta por las retinas más distraídas. Su voz era un agasajo a cualquier oído.

 

Martes de catarsis

Ella, en el punto más álgido de su crisis va a ver a su amiga la Pelusita. Entre uno y otro tequila y horas después, el pomo completo, ambas hablan de sus desamores. Pelusita le dice a Ella:

–Se largó el hombre y respiré. ¿Sabes lo que es recuperar la respiración cuando un hombre parte definitivamente?

Ella sólo la mira con los ojos anegados.

–Mira, no había otra opción, era uno de esos hombres con erecciones timoratas. Se fue y respiré.

La noche transcurre veloz. Ella vomita, vomita y vomita. La noche se le va en vómito. Vómito de desvida.

En los momentos más acerbos la Pelusita siempre ha estado disponible para Ella, es uno de sus ángeles guardianes. Una vez más lo constata.

Fin del etílico encuentro.

 

Jueves

Aquella voz sin palabra ha recuperado el rostro. Es el rostro de un hombre. La voz sigue siendo una voz sin palabra pero su aliento se ha tornado menos ácido. Por más que Ella se esmere en arrancar de raíz esa voz, el empeño flaquea es vulnerable y abnegado ante la voz. Ella recuerda las sabias palabras de Blanca Victoria: “A lo que te resistes persiste”. –¡ Let go!– se grita a ella misma entonces cuando ve en la pantalla del celular el nombre de esa voz. Pero cae nuevamente y toma el llamado. ¡Cuán cerca estaba ya de sepultar esa voz en el olvido! Sólo que esa voz es sagaz y cuando intuye que se acerca al sagrado destierro irrumpe irreverente, cínica y arrojada que es, sin el más mínimo escrúpulo llama a Ella. Y ella inevitablemente tiembla cuando escucha esa voz. Esa es la voz de la perdición. Ella le pregunta a esa voz:

–¿Por qué no respondes mis llamados? ¿Por qué me ocultas tu rostro? ¿Por qué no tienes palabra y no cumples lo que dices?

–Porque tu voz es la voz del reclamo. Si simplemente me dijeras ven a hacerme el amor ahí me tendrías. Te amo y te tengo miedo.

–¿Por qué me dices que me amas y huyes? Amas extrañamente huyendo.

–Huyo de ti porque te tengo miedo. Tu inteligencia me estorba. No me conviene. Te lo juro.

–Pecas con la lengua hombre sin palabra, los muertos no hablan.

–Sí hablan y hasta juran.

Fin de la llamada.

Un par de horas después la voz con rostro de hombre pasa a verla a Ella a la villa y sin querer le obsequia el disco The Raven de Lou Reed, un homenaje a Edgar Allan Poe. Ella lo coloca en el estéreo. Logofílica que es ella sólo quiere conversar, anhela escuchar esa voz, perderse nuevamente en la voz, en ese opio del lenguaje. Pero la voz con rostro ha venido a lo que ha venido. A cogerla. Contra la pared, de espaldas y casi inmóvil Ella gira apenas su rostro hacia la izquierda y le musita al hombre:

–Hablamos lenguajes distintos

Él responde:

–Deja mejor que hablen nuestros cuerpos. Quiero escuchar el jadeo de tus caderas. Cierro los ojos, veo tu cuerpo blanco y todo lo que el contiene. Te tengo miedo.

Y Ella se abandona.

Quizá estas dos voces cada vez tienen menos encuentros y menos puntos en común, pero algo las enlaza. La fascinación por la poesía. Ella repara de inmediato tras este furtivo encuentro que esa voz se ha despoblado de la dulzura que alguna vez la habitara. Y eso inunda a Ella de nostalgia. Pero ella recuerda lo que le diría desde siempre su amiga Pelusita “el sapo NUNCA ha sido dulce, ni siquiera cuando nuestra maldita y traicionera imaginación lo crea príncipie azul y todas esas mamadas….nooo Ella, nooooo, sapo es y será siempre sapoooooo”.

La voz de este hombre de rostro furtivo, es ahora la voz del desengaño. Es la voz del marañón. Voz gruñido. Voz primaria. Voz grito. ¿Alienada está Ella por esa voz?, se pregunta. Antes de irse de la villa esa voz con rostro de hombre se lava con ímpetu la cara. Y es que los labios de Ella dejan siempre la marca indeleble en el rostro de los hombres, la marca de fuego, el tatuaje; los tenues polvos de la brillantina. Un lápiz labial que alguna vez le enviara desde Italia su amiga Tatiana. Ella huele la angustia del hombre y el frenesí por borrar la huella de su rostro. Él bufa:

–¿Ya no tengo brillantina? ¿Segura ya no tengo brillantina?. Mírame bien, ¿todavía tengo?.

Y Ella con esas manos tibias limpia el rostro del hombre y sosiega su angustia con su ternura. Pero él sólo es gruñido, berrido, chillido. El sólo es un hombre sin rostro y con sensibilidad de pato de plástico. Eso es TODO lo que él es.

Ella cierra los ojos y está de pronto en un bar irlandés en Lebanon, en un pueblo en Nueva Hampshire celebrando el día de San Patricio y en frente de ella el Padre Tim, tiene brillantina en toda la cara. ¡Qué delirio, qué alucinación. El anacoluto! –¿Dónde estoy? –Ella se pregunta. Y es que cada vez que aparece en su vida el hombre sin rostro y con sensibilidad de pato de plástico ella se descoloca. Toda.

Cuando ella abre los ojos, el hombre sin rostro y con sensibilidad de pato de plástico, sale brincando, repleto se sí, de toda su sapo-existencia. Él hace croa, croa, croa y ella lo atisba ya a la demasiada y muy ajena distancia.

Ella abre una botella de vino tinto, se sirve un trago en una de sus copas eslovacas y escucha del recién obsequiado disco The Raven de Lou Reed, “The Valley of Unrest” y piensa que definitivamente su carta fuerte siempre ha sido y será el Kilimanjaro. ¡Oh revelación de los dioses!. Reed entona:

Far away far away
Are not all lovely things far away
As far at least lies that valley
as the bedridden sun in the luminous east
The paralyzed mountains, the sickly river
Are not all things lovely far away
Are not all things lovely far away

It is a valley where time is not interrupted
Where its history shall not be interpreted
Stories of satan’s dart of angel wings
Unhappy things
Within the valley of unrest

En ese momento empíreo Ella entiende que el Kili es la apuesta menos arriesgada, que él le ha enseñado que la vida es corresponder. Y se sueña en él y con él. Así el Kili esté en quién sabe qué rumbos y cuán lejanas tierras. Ella cree que lo añora. Se inventa que añora al Kili. Hasta se la cree.

 

Sábado

Ella, tras las agotadoras y extenuantes guardias y jornadas hospitalarias con su madre aún enferma decide darse un break y acepta la invitación de aquel amigo retirado de la academia a su terreno de Tonantzintla. En el trayecto del hospital al campo el más pequeño de los críos le pregunta a Ella:

–¿Mami si yo me muero tú te matas?

Ella responde:

–Sin duda, claro, se me va la vida contigo.

–No mami –dice el sapodrilo– no te mates, continúa la vida que yo seré el ojo en el cielo mirándote.

Una vez situados en el terreno del amigo allí pasan la tarde en silencio mirando los volcanes. El arte de la contemplación. Él comenta:

–Una de las pocas cosas que no se han corrompido en el país son los atardeceres cholultecas.

Cae la tarde y con ella la añoranza.

 

Domingo

Ella recibe un e-mail de su amiga Laura la instructora de vi-yoga ha cambiado su dirección electrónica por otra harto singular [email protected] La invita a conocer su nuevo Loft en el corazón de San Pedro Cholula, a un paso de la pirámide. Un espacio …¿surrealista? Ella se queda atónita cuando ve una cama de agua hiper-kitsch en forma de corazón rosa-fucsia-shockeante bajo un espejo enorme suspendido en el techo. El espejo tiene biselado un poema de Antonio Cisneros:

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca
de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no vera el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.

La “caracolita” le comenta a Ella cuando mira su rostro de asombro:

–No tuve otra opción más que colocar ese espejo para tapar la humedad y la cama la hice o se hizo solita precisamente de la filtración de esa humedad.

Las cosas que se inventa esta mujer para disfrazar la agotada cotidianidad son francamente ingeniosas y surrealistas. Antes de salir del Loft se detienen a escuchar jazz en el Amoxtli. Suculenta la noche. Ella piensa “si fuera hombre le tiraría el can a La Caracolita”…

Fin de la visita.

…Fingimos que no está ahí, pero ahí permanece desde siempre la arcana mariposa, la más fiel de todas las compañeras, muda y fiel. El dolor no tiene lenguaje sólo sonidos onomatopéyicos, algo así como ¡¡¡AGHHHRR!!!… la palabra no lo abarca. ¿En qué momento perdemos la capacidad de imaginar la felicidad? ¿De qué hablamos cuándo hablamos de amor?. El desorbitado mundo de la distracción: ¿Cómo dices que te llamabas? ¿Tiene nombre tu voz? Esa voz etérea, esa voz que miente.

Hoja tibia que escupe el viento

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