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miércoles, mayo 1, 2024

La Amante Poblana 21

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CAPÍTULO 21

Una mujer llamada Nalga

 

Pensaba que, una vez liberándose del pleito con su suegra por el departamento, vendería y se mudaría.

Nunca le gustó del todo el edificio. Anais creció en una casa grande con jardines, árboles frutales y palmas, pero en Puebla lo más cómodo para una pareja de recién casados era irse a una mole con amenidades, cerca de los restaurantes y centros comerciales.

Lo único que extrañaría sería a su vecina Narda, una señora de extraordinario carácter, dueña de una personalidad que tampoco encajaba mucho con los poblanos.

Narda Velázquez vivía tres pisos debajo de ella. Tabasqueña, divorciada, doctora en sociología.

Fue la primera y única amiga real que había hecho durante su matrimonio. El día que se toparon por primera vez, Narda tomó el mismo elevador e iba a acompañada de un muchacho moreno de brazos fornidos. Anais pensó que quizás el sujeto fuera su ayudante o su chofer por el aspecto desaliñado.

Narda tendría para ese entonces unos 52 años y dejaba entrever que tiempo atrás había parado el tráfico con sus curvas. Cabello caoba, una boca grande llena de dientes blanquísimos y parejos. Piernón de rumbera y senos turgentes que asomaban siempre desde sus camisas entreabiertas.

Esa tarde, Anais estaba reconociendo el terreno apenas; venía del salón de juegos instalado en el sótano, cuando al abrirse el elevador la escuchó soltando una carcajada pícara, muy contagiosa.

A partir de ese momento, Narda le ofreció su apoyo para lo que fuera necesitando…

–Eres la vecinita nueva, ¿no? La esposa de Fer.

–Sí, ¿lo conoces?

–Sí, soy… bueno, fui amiga de su mamá durante algún tiempo. Soy Narda, vivo en el 15 B, si se te atora algo, con toda confianza. Este edificio es muy mono por fuera, pero tiene unas fallas internas como de infonavit, ya te irás dando cuenta.

–Uy, no me digas. Soy Anais, mucho gusto. Buenas tardes, joven.

–Ah, mira, Tavo ella es Anais (y como estás viendo la acabo de conocer ahorita), Anais él es Tavo, es mi chico.

–Ah, tu hijo.

–Jajajajaja, noooo queridaaaa, nooo.

–¡Ay, perdóname! Qué pena.

–N`ombre, si sí le llevo como 15 años, pero no es mi hijo, es mi galán. ¿Verdad?

 

El tal Tavo solo sonrió a medias y asintió.

 

–Oookey, vecina. Salúdame a mi Fercito. Dile que su tía Narda Velázquez le manda un beso. Y que no me salude a su madre, pero a Fernandote sí; para él tres más. Tres besos para que se retuerza la Lupe ¡jajajaja!

–Claro, te lo saludo. Y muchas gracias.

–Acá bajamos, darling. Lo bueno es que no vives debajo de mí, porque voy tres vecinos que corro. Digamos que me gusta hacer muchas reuniones, y luego con este muchachón, pues ya sabrás. ¡Chao, bella¡

 

Entró a su departamento y Fernando estaba pegado a la consola de discos como le gustaba hacer cuando no trabajaba. Para esos momentos llevaban dos años de casados y Anais todavía disfrutaba estar más en su casa en los brazos de su primo Paco o de sus furtivos romances de barra.

 

–¡Hey, bájale un poco a esa música!

–¿Dónde andabas? Te marqué al celular, pero vi que lo dejaste aquí.

–Sí, bajé a dar un recorrido a las instalaciones. Está padre el edificio, la alberca y el gimnasio, pero ahorita en el elevador conocí a una señora que me aseguró que los servicios fallan seguido. Una señorona que venía con un chavo. Qué pena Fer, le dije que era su hijo y me corrigió: era su galán.

–Pfff, ya conociste a Nalga Velázquez.

–¿Nalga?

–Narda, pues. Es una broma, así le dicen sus cuates: Nalga, por Narda y por razones obvias.

–Me cayó bien. Se ve que es no es poblana.

–No, es tabasqueña, y es como la rabia. No te le pegues mucho, por fa.

–Ay, como si yo fuera tan amiguera… Ah, y me mandó un mensaje muy peculiar para ti que te lo voy a decir textual: que te manda un beso y a tu mamá no, pero a Fernandote sí, para que Lupe se retuerza.

–¡Pinche ruca cabrona! Nunca cambiará.

–A ver, de qué la conocen o qué.

–Te hago la reseña rápida porque seguro te va a agarrar un día de estos para contarte a detalle: Narda era el culo más codiciado de Puebla desde los ochentas, noventas y hasta hoy. Así: el culo, ¡culazo! ¡Así te lo va a contar ella misma, no la estoy ofendiendo! Anduvo con un presidente municipal, un rector, un gobernador y muchos académicos y empresarios. Con algunos simultáneamente, pero es taaan encantadora y taaan segura de sus poderes que no necesita un hombre, y si los hombres que ella escoge quieren gozar de la vida, pues que aprendan a compartir. Tenía las nalgas más duras que un metate (acuérdate que es tabasqueña, habla muy florido) y una cinturita de avispa, pero lo suyo lo suyo ha sido una guerra intestina con las blusas, porque no es que se las abra, se le desabotonan solas; sus chichis son parte -dice ella que dicen sus hombres– del patrimonio erótico de esta pinche ciudad de mochos y suripantas de closet. Siempre ha sido independiente (y sí), y ahora que el tiempo ha empezado a cobrarle las facturas, no se preocupa porque su lema es: en donde hay carne, hay fiesta.

–jajaja. ¡me encanta!, ya quiero irle a tocar para oírla decir eso, porque en los minutos que la tuve enfrente me hizo el día. Se ve que es un gran personaje. ¿Y por qué la odia tu mamá?

–¿Por qué va a ser? Porque se metió sus revolcones con mi papá. Fueron amantes muchos años.

–Nooooo me digas. Mira al don Fernando, tan modosito que se ve.

–Creo que fue su único desliz. Y acá entre nos, nunca la olvidó del todo. Mi mamá un día se enteró y ardió Troya. Venirnos a vivir acá te va a convenir porque mi madre sabe que acá vive Narda, y si la ve le escupe.

–¿Y nunca tuvo una recaída don Fercho?

–No, pero no porque no haya querido. Lo que pasa es que Narda, y ya te lo va a decir también, jamás refritea. Y aparte desde que es cincuentona cambió a los señores poderosos por los chavos vigorosos y activos. Dices que la viste con un muchacho, ¿no?

–Sí, pero bueno… no es por mala onda, pero ella se ve muy guapetona y arreglada, y el tipo parecía electricista.

–Otra máxima de Nalga Velázquez: en el amor no se discrimina.

 

Anais sacó una cerveza del refri recordando aquella gloriosa tarde cuando conoció a quien pronto se convertiría su sensei. A ella, Narda, y a nadie más, extrañaría cuando Senderos le arreglara el asunto del departamento.

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