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jueves, noviembre 21, 2024

El carbono negro y la antártica

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Norma Ávila Jiménez*

Estar frente a la blancura prístina de la Antártica detona la creación artística, así como un estado de excitación que se disuelve para dar entrada a un ensimismamiento silencioso casi hipnotizante. La manta helada que ayuda a la vida en el planeta está impregnándose de unas partículas finas, el carbono negro, que se generan por cualquier proceso de combustión que involucre oxígeno, carbono e hidrógeno. Eso sucede por ejemplo, durante la producción industrial termoeléctrica, el uso de calefactores, la combustión incompleta del diésel, la quema de leña y pastizales y cuando ocurren incendios forestales. Ese tipo de carbono es un conjunto de muchos contaminantes orgánicos que se propagan por el aire en forma de aerosol. Cuando se depositan sobre la nieve o el hielo de la criósfera (partes de la superficie de la Tierra donde el agua se solidifica por las bajas temperaturas), es capaz de disminuir la capacidad de los glaciares de reflejar la radiación solar, lo que da lugar a un mayor aumento de la temperatura.

Toma de muestra de nieve. Foto: Francisco Cereceda.

 

Que continúe ese brillo congelado

Recientemente la compañía de danza chilena Italo Tai presentó su coreografía Antártica, la cual incluyó un efecto de dispersión de partículas de nieve que estructuraban formas diversas entre las cuales se desplazaban los bailarines. La atmósfera escénica remitía a ese brillo congelado que debería permanecer siempre en ese espacio austral. Sin embargo el futuro podría ser literalmente más oscuro, de no modificar la forma de realizar ciertas actividades.

El doctor Francisco Cereceda Balic, profesor titular del Departamento de Química de la Universidad Técnica Federico Santa María, en Chile, asegura que “geológicamente hablando, en la actualidad estamos en una etapa de deglaciación o decrecimiento de los glaciares, lo que se está acelerando debido al efecto del cambio climático. En condiciones normales esa etapa se demoraría cientos de años”. Sin embargo, debido a las acciones locales del ser humano, esas inmensas moles de hielo “se están derritiendo mucho más rápido y algunas de ellas desaparecerán en menos de 20 años”.

En el artículo “Entendiendo el papel de las emisiones antropogénicas en el retraimiento de los glaciares en los Andes del centro de Chile”, el doctor Cereceda y un grupo de colegas publicaron los resultados de su investigación respecto al papel que ha jugado la explotación de una mina al aire libre que emite carbono negro, localizada en las cercanías de varias de estas enormes masas heladas. Este aerosol, puntualiza, es el segundo agente más importante después del dióxido de carbono en generar el efecto invernadero que calienta al planeta. Actualmente hay gran incertidumbre en los modelos climáticos en torno a la magnitud de sus emisiones, todavía la información es escasa, y por ello les interesa investigar qué sucede en la cordillera de los Andes y en la Antártica, “los principales sistemas de refrigeración del planeta”.

Su estudio incluyó el glaciar Olivares Alfa, que está a 15 kilómetros de la mina, y el glaciar Bello, ubicado a casi 60 kilómetros. Cereceda, también director del Centro de Tecnologías Ambientales, subraya que esa mina se ha explotado por unos cien años y aún tiene minerales para continuar explotándola por doscientos más. La actividad humana ha provocado que Olivares Alfa “haya perdido el 69 por ciento de su masa en los últimos 60 años”. De acuerdo con sus mediciones, ese glaciar tuvo una disminución de -0.15 kilómetros cuadrados anuales, entre 2004 y 2014, mientras que el glaciar Bello, más retirado de la mina, en ese lapso perdió -0.02 kilómetros cuadrados cada año. Los resultados de la investigación del grupo de científicos permitió concluir que el decrecimiento de los glaciares se ha debido en un “82 por ciento a la explotación de la mina, y en 18 por ciento al cambio climático. Se calcula que el carbono negro es responsable de hasta el 40 por ciento del calentamiento global”

Base Escudero. Foto: INACH.

El doctor Francisco Cereceda Balic, profesor titular del Departamento de Química de la Universidad Técnica Federico Santa María, en Chile, asegura que “geológicamente hablando, en la actualidad estamos en una etapa de deglaciación o decrecimiento de los glaciares, lo que se está acelerando debido al efecto del cambio climático.

Instalación de equipo de monitoreo, glaciar Olivares Alfa. Foto: Francisco Cereceda.

Algunos investigadores sugieren que el vórtice –masa de aire intensa que se mueve alrededor de los polos Norte o Sur, una especie de centrífuga que gira con fuerza– evita que los contaminantes se introduzcan a la Antártica, “pero dependiendo de la altura a la que se esté desplazando, puede dejar espacios por donde entran los chorros de masas de aire que vienen del continente, desde las zonas de los incendios del Amazonas o de la Patagonia. Pareciera que están fumigando el territorio antártico”.

 

Tras la huella del carbono negro

Quienes tienen el privilegio de trabajar en una base antártica, además de que pueden observar el verde y el rojo de las auroras australes, así como a los pingüinos gentoo y adelia desplazarse sobre su panza, han modificado ciertos protocolos para no emitir carbono negro. Uno de ellos es prohibir la quema de basura que desde hace años se llevaba a cabo. “Además de ser transportado por la atmósfera desde el continente y la mina a cielo abierto, aún se puede generar en las mismas bases, a través de los procesos de calefacción y en la combustión del diesel”.

Para continuar con la investigación acerca del contaminante aludido, el doctor Cereceda, junto con un grupo de especialistas, iniciará en fecha próxima el proyecto Contaminación por carbono negro en la nieve antártica: influencia de las fuentes de emisión locales y su implicación en el forzamiento radiativo, financiado por el Instituto Antártico Chileno. Explica que en 2014, 2015 y 2016 realizaron investigaciones al respecto y ahora quieren comparar si ha habido aumentos de carbono negro, para proyectar hacia el futuro la tasa de incremento anual. Desde la base Escudero hasta la Carvajal, tomarán muestras de nieve en ocho puntos. “Llevaremos equipos para medir la distribución de las partículas del carbono negro tanto en la atmósfera como en la nieve, para reconstruir si hay una distribución longitudinal”. Esta investigación ofrecerá conocimiento para tratar de evitar que la la Antártica pierda su brillo blanco.

Doctor Francisco Cereceda.

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