Hablar de gastronomía y literatura va de la mano en todo momento. Al menos eso recuerdo en algunos de los títulos que he podido leer en mi vida. Si todos nos ponemos a pensar, todos recordaríamos ese libro favorito en donde hablan de un platillo en especial, de viajes que van de la mano de la gastronomía de uno u otro destino, e incluso de sentimientos a través de la comida como el ya conocido y popular libro de Laura Esquivel, Como agua para chocolate en el que no sólo habla de comida y la frustración de una de las mujeres de la casa por seguir una tradición mexicana; con esta novela la escritora nos hizo experimentar sabores y también sensaciones a través de las líneas.
No solo se trataba de una novela, sino que era toda una historia sensorial llena de sabores, colores y también los matices que se experimentan en las cocinas tradicionales mexicanas. A través de este libro se puede llegar a conocer una cultura en específica y también las pasiones de una persona y su pasión por la gastronomía y el amor. Es una delicia escrita que nos transporta a muchos escenarios deliciosos.
Algo similar pasa con el libro de Isabel Allende, Afrodita, que fue uno de los últimos que leí y en donde habla de la gastronomía en diversos países, pero también cómo van ligados ciertos alimentos con la mente, el corazón y también los órganos sexuales. Es una investigación de campo en donde fue acompañada por su madre para recrear ciertos platillos que llevarían a un determinado fin, ya sea sexual o sensorial, aunque ella aclara muchas veces que el objetivo muchas veces no se lograba por una u otra circunstancia.
La comida siempre va inmersa en la literatura, eso es un hecho. Además, son también los olores que se describen aquellos que dan vida a la gastronomía en la literatura. Ahora entiendo que los escritores deben de tener superpoderes para poder describir específicamente aquellas características de la comida, sus texturas, sus colores, los matices que hay entre los ingredientes y sobre todo los sabores, pues éstos son imprescindibles.
Son muchos los escritores que han experimentado con la gastronomía en sus novelas, pero también ¿quién no ha tenido historias con la gastronomía en donde van inmersos sentimientos como la tristeza o la pasión, el amor o la decepción? Tal vez por esto es que la gastronomía siempre irá arraigada a la literatura porque la comida restaura y es parte de la vida.
Yo tan sólo sé que los corazones rotos se pueden curar con un delicioso caldo de pollo hecho por mamá o por alguien que te quiera inmensamente. También he experimentado que la soledad siempre es perfecta cuando la disfrutas en tu restaurante favorito. Aunque también tengo en la mente un día que cociné para alguien al que quería demasiado y que a pesar de que duró poco tiempo esa sensación, ese día fue uno de los más felices de mi vida. Definitivamente la comida siempre estará en los libros y los libros siempre avivarán aquellos platillos que han hecho a los escritores y protagonistas de las historias inmensamente felices.