En referencia al último juego de la selección vs. Dominicana, la pregunta es: ¿qué fue mejor, la victoria 1-0 del primer tiempo o la victoria 3-2 al final del juego? En el primer tiempo, y ateniéndose al estilo del técnico Aguirre, con solvencia defensiva, con un cuadro bajo en orden y una contención que frenaba los incipientes embates del rival —casi todos propiciados por balones largos, aprovechando espacios que se dejaban atrás ante la pérdida de la pelota—, al final de los primeros 45’ y ante una buena jugada en táctica fija, el marcador favoreció a México. Nunca se vio ese despliegue ofensivo del rival y menos se sintió el temor de empatar o perder el juego. El problema de México a componer en el segundo tiempo era cómo se conectaban al equipo los dos interiores, Alvarado y Orbelín, con los puntas, ya sea con cambios o con movimientos de los mismos; nada más eso. Lo primero, y que marca el estilo de Aguirre, estaba bien: su cuadro bajo.
Pero pierde su estilo, por él o por consejo; rompe su media cancha al poner a Álvarez de central, en pos de tener un mediocampista, Rodríguez, con más llegada y que, en ese objetivo, solo le dio un disparo a gol. El equipo ya no contuvo; se rompió la parte medular, la contención. Entonces el rival se aprovecha, y nunca se vio el equipo que ocupa el lugar 129 en la tabla de FIFA. Se habla de lo bien que Dominicana lo hizo en la segunda parte y no se menciona que México lo permite al romper su medio campo. Esta solución puesta en el segundo tiempo la entendería si vas perdiendo y necesitas más ataque, pero en este proceso que te marca imponer tu estilo de defender el cero atrás y después buscar ofender, se rompió, y tu objetivo general, tu ESTILO, peor.
Consigues dos goles: el primero al 46’, con la mejor y única jugada con luz del equipo mexicano, ante una gran combinación de los puntas. El segundo, en táctica fija con rebotes de por medio. Después vino un atosigue del rival que se vio mejor que México, pero dado por las carencias del mismo y aprovechado por el rival. Un 3-2 al final que deja mal sabor, no por el marcador, sino por abandonar tus bases. México con Aguirre, que lo único que sabe —y lo sabe a la perfección en todos los equipos que llevó—, es defenderse bien y atacar cuando el rival te permita espacio. Si los jugadores por fuera no te están dando esa profundidad, cámbialos, pero nunca rompas lo construido.
Se estaba haciendo un edificio de 8 pisos, ya se veía la forma, y de buenas a primeras se destruye ese esqueleto de edificio y se cambia a uno en forma vertical, sin aprovechar nada del primero: la contención dejó de contener y puso en evidencia el mal juego defensivo por fuera, con Sánchez y Gallardo, cargándole todo el juego al centro, con Álvarez y Montes que se la pasaron sacando agua del área.
La segunda pérdida de contención del ESTILO del técnico vino en la rueda de prensa cuando un reportero le preguntó por el asunto de los migrantes mexicanos. La pregunta no era para romperse la camisa, pero un Aguirre siempre carismático y empático contesta que él solo es técnico de fútbol, cuando su estilo marcaba que tendría que apoyar a la gente mexicana, misma que paga por muchos años los sueldos de la gente que trabaja en la FMF, que siempre apoya y compra un pedazo de nostalgia, por medio de la selección, de lo que dejó en México. Él simplemente se desmarca y deja a toda esa gente fría y sin apoyo.
No se trataba de meterse con las decisiones del presidente de EE. UU., simplemente que la gente, al ser portador del escudo nacional y sin apoyo, espera un representante con autoridad en el momento de la pregunta: ser carismático, ser solidario, ser humano. Hubiese sido mejor quedarte callado y no responder lo que tu estómago te dictó. Y estén seguros: su puesto corre más peligro por su estúpida declaración que por tener malas decisiones tácticas, en el entendido de que se verá afectada la compra de boletos a sus partidos, que será juzgado por esas palabras que calaron mucho en la cabeza del migrante y que difícilmente serán olvidadas.
Mala noche para el Sr. Aguirre, que perdió su ESTILO, dentro y fuera de la cancha.