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martes, septiembre 16, 2025

La sidra alegra, pero no emborracha

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En los últimos torneos la tendencia en el futbol mexicano ha sido contratar jugadores de cierto renombre en Europa, pero que ya vivieron su mejor momento y hoy están en el ocaso de sus carreras.


Una liga de nombres no es una liga de renombre. Tipos como Sergio Ramos o Keylor Navas vienen para cobrar su último gran cheque, más que por un campeonato que además carece de nivel y exigencia.


América y Monterrey confundieron la necesidad con el deseo al traer a Saint-Maximin y Martial. El señor Jardine necesitaba reforzar la contención y Torrent la defensa por la veteranía de Ramos y Moreno, pero en ambos casos pudo más el “capricho mediático” que el correcto armado de sus plantillas.


Salvo contados casos, un futbolista en plenitud no va a dejar Europa por la Liga MX. La excepción a la regla fue Gignac con Tigres y, al menos hasta ahora, Ángel Correa con este mismo equipo.


Si del Manchester United pasas al Sevilla, del Sevilla al AEK de Grecia y de ahí a Monterrey, es claro el declive en el caso de Martial. El francés del América deslumbró con dos goles, pero en el Clásico, ya de titular y mejor marcado por un chamaco, no tuvo el mismo impacto.


Quitando a Chivas (por necesidad) y Pachuca (por convicción), los demás clubes no apuestan por debutar mexicanos y están en su derecho. Luego vienen las Fechas FIFA y nos llevamos las manos a la cabeza porque la Selección Nacional sufre con Japón y Corea del Sur y siguen jugando los mismos de siempre.


Es cierto que también la MLS está plagada de extranjeros, incluso de mayor renombre como Messi, Müller y Son. La diferencia es que su talento nacional se va desde muy joven a Europa, otros con la ventaja de una doble nacionalidad (afroamericanos o descendientes de europeos) encuentran cabida con mayor facilidad.


Sean buenos, regulares o malos, los extranjeros siguen quitando espacios a los mexicanos. Muy pocos marcan diferencia y, los que rinden, llegaron en su mayoría de manera discreta y sin reflectores.


James Rodríguez sedujo los primeros juegos y luego desapareció. Ramos enamoró con algún gol, pero no ha fortalecido la defensa y vamos a ver si Saint-Maximin no acaba siendo más tribunero que regular en la cancha, como dicen por ahí: “La sidra alegra, pero no emborracha”.

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