Mario de la Piedra Walter
La década de 1960 fue uno de los momentos más tumultuosos y decisivos de la historia moderna. Durante esta época se produjeron los movimientos por los derechos civiles que moldearon el mundo actual, aunque aún queda mucho por caminar. El pacifismo, los movimientos contraculturales y antibélicos en oposición a las políticas imperialistas, las protestas estudiantiles y la lucha por los derechos civiles de las minorías étnicas; marcaron el palpitar de esa década.
Uno de los movimientos más importantes fue el de la liberación femenina que, acompañada por la revolución sexual, luchó por la igualdad de género en todas las esferas. La aparición en el mercado de la píldora anticonceptiva en 1960 transformó tanto las relaciones sexuales como las sociales, otorgando a las mujeres mayor autonomía sobre su maternidad y sus perspectivas educativas y laborales.
Todo esto, por supuesto, con un trasfondo político importante. Después de la segunda guerra mundial, la mujer se había convertido en una fuerza laboral necesaria para mantener la economía de la posguerra que, además, no podía sostener un índice de natalidad tan elevado. En las décadas posteriores, la misma píldora que entró al mercado como “liberadora” y “revolucionaria” sería criticada por grupos feministas al considerarla un mecanismo de control más del patriarcado sobre la vida de las mujeres.
Estas críticas se intensificaron a partir de unas audiencias en el senado estadounidense en 1970, después de que Barbara Seaman publicara un libro sobre los efectos adversos de la píldora anticonceptiva (aumento de libido, ganancia de peso, problemas cardiovasculares, cambios de ánimo y riesgo de trombosis y de cáncer de mama) que los doctores y los medios rara vez mencionaban.
“¿Por qué no existe una píldora para los hombres?, ¿por qué diez millones de mujeres son utilizadas como conejillos de Indias?, ¿por qué son escuchados sólo los testimonios de las compañías farmacéuticas y no los de las mujeres afectadas?”, gritó la activista Alice Wolfson en mitad de la audiencia, donde sólo hombres testificaron sobre la seguridad de la píldora.
Con sus luces y sus sombras, la píldora anticonceptiva no hubiera sido posible sin la participación de un brillante científico mexicano cuyo nombre merece ser recordado: Luis Miramontes. Sus trabajos para sintetizar un compuesto similar al de una planta mexicana derivaron en el primer fármaco anticonceptivo moderno.
El barbasco (Discorea mexciana y Discorea composita), es un tubérculo que crece en la selva mesoamericana que se extiende desde el estado de Veracruz hasta Panamá. El Popol Vuh, el texto sagrado de los mayas k’iche’, menciona sus propiedades medicinales, así como su uso como veneno en la pesca.
Los pueblos chinantecos, en lo que hoy es Oaxaca y Veracruz, utilizaron esta planta como abortivo y anticonceptivo siglos antes de la llegada de los españoles. En 1944, químicos estadounidenses fundaron los laboratorios Syntex en la Ciudad de México, ante las limitaciones en la investigación científica en los países involucrados en la guerra, para producir distintos tipos de hormonas.
El efecto antiovulatorio de la progesterona, una hormona producida en los ovarios durante la segunda fase del ciclo menstrual y que provoca cambios en el revestimiento uterino, se conocía desde hace décadas, pero no cómo producirla en cantidades suficientes para su comercialización ni la manera de administrarla por vía oral.
En 1949, aún como estudiante de ingeniería química de la UNAM, Miramontes se unió al grupo de investigación de Syntex comandado por el químico austro-búlgaro Carl Djerassi que en ese entonces trabajaba en la síntesis de cortisona a partir de la diosgenina, un compuesto abundante en la planta mexicana.
A principios de la década de los cincuenta – en parte gracias a figuras como la promotora de los derechos reproductivos, Margaret Sanger, que contribuyó con grandes fondos para la investigación – las farmacéuticas se empeñaron en encontrar un compuesto que pudiera administrarse de forma oral y de manera segura. La diosgenina, el precursor de la progesterona que le otorga las propiedades anticonceptivas al barbasco, era muy costoso de extraer, por lo que había que encontrar una forma de producirlo de manera sintética.
El 15 de octubre de 1951, con tan sólo veintiséis años, Miramontes encontró la primera ruta para sintetizar noretisterona (nor-17-α-etiniltestosterona), un compuesto similar a la progesterona que podía resistir el paso por el tracto digestivo. El reconocimiento, sin embargo, cayó en los hombros de Carl Djerassi, el líder del equipo de investigación, y Jorge Rosenkranz, el director del laboratorio; aunque el nombre de Miramontes apareciera tanto en la publicación como en la patente del compuesto.
Al año siguiente la compañía Searle, una farmacéutica rival en los Estados Unidos, desarrolló el noretinodrel, un compuesto similar a la noretisterona que, en combinación con un estrógeno (mestranol), salió al mercado en 1961 como Enovid: la primera píldora anticonceptiva.
Hasta ese momento, facilitar anticonceptivos estaba considerado como un delito en los Estados Unidos, por lo que los ensayos clínicos se condujeron en mujeres de escasos recursos en Puerto Rico y sin advertirles sobre los riesgos potenciales. Una vez en el mercado, la píldora fue un éxito. Muchas revistas la consideraron el fármaco más importante del siglo, incluso por encima de antibióticos como la penicilina. Durante más de una década, sin embargo, sólo las mujeres casadas tenían permitido comprarlo.
Carl Djerassi se convirtió en el vicepresidente de Syntex en 1957 y dos años después trasladó su sede operativa a California en los Estados Unidos, donde se convirtió en profesor de química en la Universidad de Standford, escribió libros de ciencia ficción, novelas y obras de teatro, y gozó del prestigio de ser el “padre de la píldora”.
Luis Miramontes, a quien nunca se le concedió un doctorado pese a cumplir con todos los requisitos ni se le hizo miembro de la Academia Mexicana de las Ciencias, aceptó un trabajo como directivo en Searle.
Fue hasta la segunda mitad de los ochenta que Miramontes comenzó a ser reconocido dentro de su propio país, aun cuando su nombre figurara en el salón de la fama de los inventores de los Estados Unidos. Pese a esto, su muerte en el 2004 pasó desapercibida por la mayoría de los periódicos nacionales e internacionales. El prestigio le llegaría de forma póstuma. En el 2005, la Academia Mexicana de las Ciencias consideró su trabajo como la contribución de México más importante a las ciencias en el siglo veinte.
La BBC de Londres, por su lado, lo nominó en el 2009 como uno de los cinco investigadores latinoamericanos más influyentes de todos los tiempos. Hoy se le considera, junto con Andrés Manuel del Río y Mario Molina, como uno de los más grandes químicos mexicanos.
La historia de Miramontes y la píldora anticonceptiva alza cuestionamientos que, queramos o no, son bastante comunes. Nos revela las problemáticas de las hegemonías socioculturales, ya sea en la investigación científica o en asuntos de género, y la forma como un sector privilegiado se apropia de la narrativa.
Como lo demostró el movimiento de liberación femenina en la década de los sesenta, es nuestro derecho reclamar la parte del relato del que hemos sido excluidos. En cuanto a su propia historia, Miramontes pareció estar satisfecho con su legado.
Pocos años antes de su muerte escribió: “me considero afortunado, porque el investigador, en su afán de descubrir la verdad al inicio de su trabajo, en muchas ocasiones no se da cuenta de lo que va a encontrar”. Contrario a muchos descubrimientos, lo suyo no fue una serendipia. Fue el resultado de un trabajo arduo y consciente para lograr algo sin precedentes y cuyas repercusiones cambiaron el rumbo de la sociedad.
Bibliografía:
- Drahl. “Luis Miramontes helped enable the sexual revolution. Why isn´t he better known?”, Science News (2021).
- Dhont. “History of oral contraception”. The European Journal of Contraception; Reproductive Health Care, 15(2) (2010), pp. 12-18.
- Edlund, C. Machado. “How the other half lived: Marriage and emancipation in the age of the Pill”. European Economic Review. Vol 80 (2015), pp 295-309.
*Mario de la Piedra Walter
Médico por la Universidad La Salle y neurocientífico por la Universidad de Bremen. En la actualidad cursa su residencia de neurología en Berlín, Alemania.