Una vez más, el diputado federal Moisés Ignacio Mier Velazco terminó por tropezarse y romperse la crisma con sus propias mentiras. Resulta que el sábado pasado estuvo en Puebla Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación federal y uno de los aspirantes a la Presidencia de la República, para comer unos chiles en nogada. La comida fue a invitación de Nacho Mier, quien pretendió utilizarla para su beneficio personal. Tan es así que el funcionario federal se sorprendió al percatarse que varios reporteros se encontraban afuera del restaurante para interrogarlo sobre el cónclave. Pero el asunto se volvió más penoso cuando al tabasqueño le preguntaron a bocajarro si es que había una alianza política con el coordinador de Morena en la Cámara baja rumbo a 2024. La respuesta de Adán Augusto fue una cortés, pero muy humillante negativa hacia cualquier pacto o alianza rumbo. En otras palabras: no apoya las aspiraciones del poblano y no es su avanzada en Puebla. Al paso de las horas se supo que varios de los reporteros que acudieron eran emisarios del legislador federal o de medios de comunicación antibarbosistas que anda buscando a quien apoyar que sea enemigo del inquilino de Casa Aguayo. El despropósito de Mier Velazco lo hizo parecer un ignorante de la política y la tarde-noche del sábado fue tundido en las redes sociales con memes y burlas por hacer creer que López Hernández vino a darle su espaldarazo. Pero lo que es peor: En este fracasado intento Nacho Mier también envío una pésima señal a Claudia Sheinbaum Pardo, con quien semanas anteriores apareció en sus mítines y no perdía la oportunidad de tomarse la foto. El diputado puede presumir que es el único morenista en sumar un 3-0 en contra con los presidenciables: Ya traicionó a Marcelo Ebrard; la jefa del Gobierno de la Ciudad de México tiene elementos para sospechar de la lealtad del poblano; mientras que Adán Augusto ya vio la desesperación de Nachito y la celada que le puso.
OLEA Y SU GOBIERNO DE PAPEL EN IZÚCAR
El reciente proceso interno de Morena dejó también evidencias de la falta de autoridad administrativa, la incapacidad de movilización y la ausencia de liderazgo político de algunos presidentes municipales, como el caso de Irene Olea Torres, en Izúcar de Matamoros. El clan Olea fue sepultado por la ola de los aliados barbosistas, a quienes la alcaldesa les llevó las contras. No se olvida aún que Irene Olea tenía como uno de sus asesores al doctor Rueda, alias José Arturo Rueda Sánchez de la Vega, socio de Ignacio Mier Velazco. Específicamente en esa municipalidad, se vio la fuerza del grupo de Melitón Lozano, secretario de Educación Pública estatal, que arrasó y colocó a varios consejeros y consejeras. Solamente para dar un ejemplo de la minúscula presencia de Olea y sus aliados en Morena, es su esposo, Antonio Guevara Palafox, quien sumó la rimbombante cantidad de dos votos. Es decir, por Toño sólo votaron Irene y él mismo.
UN PERDEDOR DE POCA MONTA
Alejandro Carvajal Hidalgo puede presumir que en su carrera política es uno de los políticos que fue sembrado en uno de los bastiones de Morena en la ciudad de Puebla y ni así pudo salir de su pequeña estatura política. En la pasada elección de consejeros, el legislador federal no pudo ni meter las manos ante la paliza que le metieron los grupos afines al barbosismo y que, contrario a lo que él dice, son los adversarios que él solito construyó a base de torpezas políticas. En el más reciente número de la revista Proceso, Carvajal se vistió de llorona en velorio y lanzó su plañidera para justificar su derrota. Lo que no le dijo a la despistada corresponsal del semanario -que una semana mete el pie y a la otra también- es que su derrota le dolió tanto porque enterró sus (guajiras) aspiraciones a la alcaldía de Puebla.