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domingo, diciembre 8, 2024

El DAP y la manipulación

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Para nadie es un secreto que los Siervos de la Nación no son funcionarios al servicio del pueblo sino viles operadores políticos de Morena cooptados por los liderazgos regionales donde despachan. En eso no son tan diferentes al PRI que utilizaba a sus propios seccionales para ungirlos como delegados de diferentes dependencias y así garantizar la operación política y electoral. La diputada federal de Morena Inés Parra Juárez viene de ese origen. Una mezcla de activismo trasnochado, priismo revoltoso y cacicazgo disfrazado. Por azares del destino se hizo de la candidatura en 2018. Nadie pensaba seriamente que ganara. Y, en efecto, no ganó sino más bien fue beneficiara de la ola lopezobradorista que barrió todo el país. Sin mayores credenciales y escaso trabajo, la legisladora nadó muy plácida durante tres años en la jugosa dieta que le pagan. Nadie sabía de su trabajo, su desempeño fue de los más bajos y solo nos enteramos de su existencia en San Lázaro aquella ocasión que se pronunció a favor de la remoción de la estatua de Cristóbal Colón en la Ciudad de México. Con el temor de perder los privilegios, hizo mancuerna con los adversario de Barbosa Huerta, sobre todo con Carlos Evangelista Aniceto, por la vía de su esposa, la también diputada federal Julieta Vences. A la par, estrechó su relación con Ignacio Mier Velazco, coordinador del Grupo Parlamentario de Morena en San Lázaro. Todos ellos le garantizaron estar en las boletas y operar para que se reeligiera. Todo ocurrió como se lo prometieron. Por eso es que ahora que la mandan como carne de cañón para que desestabilice la Sierra Negra con evidente interés político, no tiene otra opción que obedecer. No es si quiere, tiene que agitar las aguas para que haya forma de presionar con miras a 2024. Ya le prometieron que si Nachito Mier llega a la gubernatura será una de las consentidas.

 

El SNTE y la grilla

Al interior de las secciones 23 y 51 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se vive una encarnizada lucha por las secretarías generales y comités ejecutivos seccionales que deberán elegirse este año. La primera muestra de esta pugna palaciega fue la defenestración de Cirilo Salas Hernández, exsecretario general del SNTE 51 y quien pretendía reelegirse en el cargo. Desde la SEP estatal se operó su rescisión, pero en realidad se impidió que una figura tan nociva y ligada a la otrora poderosa Elba Esther Gordillo Morales sentara nuevamente sus reales. El proceso interno corre el riesgo de descomponerse porque hay muchos intereses de por medio y los maestros que aspiren a dirigir las secciones sindicales estarán obligados a sumar verdaderas voluntades que se reflejen en la mayor cantidad de votos. Es la primera vez en toda la historia del magisterio oficial que sus dirigentes serán electos por voto universal y secreto. ¿Está el SNTE preparado para jugar a la democracia? La respuesta no es sencilla, pero se puede decir que están listos al 100 por ciento. Al interior del sindicato se vive una paradoja: la del “oficialismo crítico”. Los maestros son un ente difícil de convencer, satisfacer y orientar. Elba Esther lo sabía muy bien, por eso los llenó de privilegios salariales. El problema es que, en la actualidad, los líderes sindicales ya no cuentan con la bolsa multimillonaria de recursos, arrastran una historia de agravios hacia la base, han perdido conquistas laborales y viven de las glorias del pasado. Tampoco es el sindicato ultra poderoso de antes y aunque aglutina al grueso de los trabajadores de la educación del país, es producto de una especie de salida burocrática ante el complejo mundo administrativo que se viven en el sector educativo. El “oficialismo crítico” tiene su base en el descontento del magisterio de su realidad, su condición actual, pero también en orgullo que les da su origen normalista, sus comunidades de nacimiento y aquellas donde se formaron como maestros. A eso hay que agregarle que muchos de ellos vieron crecer al sindicato, ser beneficiarios de las conquistas. Son críticos y difíciles de convencer. Antes podía obligarse a cumplir una orden, hoy se necesita mucha negociación y timing.

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