Una vez más, la ultraderecha poblana dio muestra inequívoca de que lo suyo es la vuelta al pasado. Esos tiempos de gloria en que lascivamente metían la mano al erario -solapados por la nomenclatura del PRI, sus viejos y únicos aliados- y tenían al Partido Acción Nacional a su servicio con la finalidad de favorecer solo a un puñado de familias de rancio abolengo confesional.
Solo basta hacer una revisión a las propuestas de candidatos a diputados federales por mayoría relativa y plurinominal, aprobada ayer por la Comisión Nacional Permanente del PAN, para confirmar que el panismo poblano vive la versión reload del fenómeno político conocido como Las Sagradas Familias. (Lo de sagradas no es producto de la pureza, sino que forma parte de una burla a la mojigatería y apetitos desbocados de estos clanes por el ansia de poder y dinero).
La primerísima en la lista es, obviamente, la familia Rivera Ortiz, cuyo matrimonio salió doblemente beneficiado: Eduardo Rivera Pérez como candidato de la oposición a la gubernatura de Puebla, y Liliana Ortiz Pérez como tercer lugar en los espacios de la Cuarta Circunscripción.
Para evitar un desgaste de la figura de la expresidenta del DIF municipal, el Comité Ejecutivo Nacional del PAN reservó su nombre hasta el último minuto. El objetivo era que las cosas no se descompusieran aún más en la aldea local y que los aliados de otros partidos tampoco reprocharan que los yunquistas estaban acaparando todo.
Otro que integran la lista de las nuevas sagradas familias del PAN es Humberto Aguilar Coronado, alias El Tigre, que no tuvo empacho en proponer como su suplente a la candidatura por el distrito federal 10, con cabecera en Cholula, a ¡su hija Natalia Aguilar Fernández!
En la misma situación se encuentra María Leonor Apolonia Popócatl Gutiérrez, ícono de las familias custodias de Atlixco y una de las mujeres más cercana a Eduardo Rivera, quien tampoco tuvo ningún rubor en llevar como su compañera de fórmula por el distrito federal 13 ¡a su hija Guadalupe Leonor Pérez Popócatl!
Una más es Mónica Rodríguez Della Vecchia, integrante de la poderosa familia yunquista Rodríguez Regordosa, aunque su espacio en el distrito federal 9 es producto de la lucha que existe al interior de la cofradía y del reacomodo que existe en la actualidad. En otras palabras: Fue una imposición para Eduardo Rivera que detesta a ese clan en particular.
(Otra familia a la que el exdil aborrece también aborrece es la Arrubarrena García. A tal grado llegó su enojo por jugarle las contras en el Ayuntamiento de Puebla para imponer al presidente municipal interino que defenestró a Bernardo Arrubarrena y a Guadalupe Arrubarrena la bajó de la diputación local y la enviará nuevamente como regidora).
No obstante, el fenómeno de las nuevas sagradas familias es mal de la oposición que integra la coalición Mejor Rumbo para Puebla. Ahí está, por ejemplo, el dirigente estatal del PRD, Carlos Martínez Amador, quien tiene el nada honroso mérito de haber sumido al sol azteca en la peor crisis política de toda su historia.
A pesar de esta situación, Carlitos anda metido lleno para que las candidaturas a diputados locales por los distritos 19 de Puebla y Huauchinango sean entregados a su hija Karla Adriana Martínez Lechuga y a su hermano Isaac Martínez Amador, respectivamente.
El asunto no queda ahí, ya que el líder perredista también quiere la candidatura a la presidencia municipal de Huauchinango para su hermano Eloy Martínez, sin que le importe un comino que eso de imponer a familiares no tuvo buen resultado en 2021, cuando Isaac Martínez fue barrido en las urnas.
Pero si nepotismo se trata, la mejor muestra es Pacto Social de Integración, en donde la familia Navarro Acevedo pone y quita a quien quiera. Ahí está el caso de Nadia Navarro Acevedo que no tuvo empacho en afiliarse al PRI para buscar su reelección en el Senado, mientras que el papá Carlos Navarro Corro se candidato a diputación local muy posiblemente por Tecamachalco.
¡Biba la oposición!
¡Biba el PAN!
¡Biba el yunque!
