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viernes, diciembre 6, 2024

Lalo y Felipillo, ¡alerta roja!

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Felipillo Velázquez Gutiérrez buscó el lugar más apartado para dar la cara ante su inminente debacle en la elección del nuevo Comité Directivo Estatal del PAN. En su atropellado español, confirmó lo que todos sabemos: que no tiene los votos suficientes para ganar al interior del Consejo Estatal, que es verdad la decisión de dar de baja a 11 consejeros por faltistas y que su patroncito es el aprendiz de dictador bananero, Eduardo Rivera Pérez.

Obviamente, eso de que no tiene los votos para ganar no lo dijo expresamente. Por el contrario, el exfuncionario municipal —adicto a sumar procedimientos de responsabilidad— aseguró que cuenta con el respaldo de 70 consejeros estatales. Pero, es justo ahí donde se confirma la mentira: Si cuenta con 70 de los 114 votos en disputa, entonces, eso significa que sus adversarios Mario Riestra Piña y Genoveva Huerta Villegas suman solo 44 respaldos.

¿Para qué quitar apoyos a sus
enemigos si los han pisoteado
con el respaldo de más del 60
por ciento de los consejeros?
¿Para qué emprender una acción
que es a todas luces ilegal y será
controvertida en los tribunales?

En realidad, el candidato por descarte de Eduardo Rivera y su planilla suman, en este momento, 46 votos, es decir, apenas el 35 por ciento del Consejo, aunque cada día que pasa, la percepción de un triunfo de la dupla Riestra-Huerta les arrebata más apoyos.

Ante esa situación, el exedil oriundo de Toluca fue a lloriquear -fiel a su costumbre- al Comité Ejecutivo Nacional del PAN para que lo ayudaran. En una entrega anterior le confirmamos que el grupo de poder real, encabezado por Jorge Romero Herrera, no está interesado en respaldar a Eduardo Rivera porque eso supone traicionar al resto de los demás liderazgos y grupos locales que lo respaldaron en la contienda por la dirigencia nacional.

Ante el frentazo que se llevó, el aprendiz de dictador bananero buscó otra salida: llamar a sus aliados en el CEN para que lo ayudaran a concretar la destitución de 11 consejeros estatales, bajo la premisa de ausencia injustificada a las sesiones convocadas.

El problema de esta acción es que no sólo confirma la desesperación que existe en el Yunque burocrático, sino que llevará el proceso interno poblano a su judicialización.

¿Tiene dudas? Bueno, entonces, debe saber que antes de que la Secretaría General del CEN del PAN emitiera la convocatoria para elección del nuevo Comité Directivo Estatal, el Registro Nacional de Militantes dio a conocer el padrón oficial de consejeros que podrán participar en la contienda.

Sin el padrón no existe ningún tipo de certeza, ya que nadie sabría quiénes pueden o no participar en la elección de la nueva dirigencia estatal.

Con la publicación, el equipo de Eduardo Rivera se dio cuenta que no había poder humano para que se hicieran modificaciones y la muestra evidente es que se quedó con las ganas de imponer a su esposa, la diputada federal Liliana Ortiz Pérez, o expulsar a Edmundo Tlatehui Percino.

La responsable de los cambios en tiempo y forma, antes de la publicación del padrón, fue la presidenta estatal, Augusta Díaz de Rivera Hernández, pero su “olvido” les pasó grave factura.

Al revisar cómo podrían meter mano al padrón del Consejo, los riveristas pusieron sobre la mesa ir contra 11 consejeros estatales bajo la premisa de ausencia injustificada a las sesiones convocadas.

En su desesperación tras comprobar que los números no le alcanzan, Eduardo Rivera tomó esta nueva opción y la escaló entre sus aliados en el CEN. Si la medida procede, saldrán truenos y centellas porque habrá mano negra en los comicios locales.

Al tratarse de una medida administrativa, el Registro Nacional de Militantes sería la única instancia que pudiera hacer la modificación y ahí es donde aparece el problema: ¿Qué explicación dará ese órgano del PAN ante los tribunales electorales sobre el cambió del padrón que previamente había autorizado y validado, lo que inevitablemente cambió las reglas de juego a mitad del partido?

La maniobra es inconcebible porque viola todos los principios bajo los que se debe conducir el proceso electoral: certeza, imparcialidad, legalidad, equidad, entre otros. Eso abre la puerta a una cascada de impugnaciones y juicios de protección de derechos políticos-electorales ante los tribunales electorales, con un seguro triunfo para los afectados.

Ahora bien, como dijeran los abogados, suponiendo sin conceder que los 11 consejeros se hayan ausentado sin justificación a las sesiones convocadas, su baja debió realizarla en tiempo y forma Augusta Díaz de Rivera, quien además tuvo que solicitar a la Comisión Permanente la celebración de una sesión extraordinaria para designar a los sustitutos.

Nada de eso se llevó a cabo por una sola cuestión: El Consejo, tal y como está integrado, respondía a los intereses de Eduardo Rivera. Hoy que han perdido el apoyo, quieren defenestrar a aquellos que decidieron no respaldar sus locuras y porque saben que la dupla Riestra-Huerta les ha ganado con las reglas que los riveristas impusieron.

Esto nos lleva a otra cuestión igual de grave. En la lista de los defenestrados se encuentran dos figuras que representan, en buena medida, la historia de lucha del PAN poblano: Humberto Aguilar Coronado y Ángel Alonso Díaz Caneja.

Ambos, más allá de las filias y fobias, son integrantes de una generación de panistas que lucharon por el avance democrático del país, en el que contar con un organismo electoral autónomo y un padrón electoral confiable, entre muchísimas otras cosas, era la garantía del cumplimiento de los principios rectores de la democracia.

Hoy, Eduardo Rivera y sus empleados no solo pretenden llevar
al límite una chicanada jurídica
sino ir en contrasentido de la
histórica lucha democrática del
PAN, además de negarla con la
exclusión de dos hombres que se
convirtieron, lo quieran o no, en
hitos del panismo poblano.

Lo que es peor: esta aberración tiene como origen echar abajo un padrón que no les sirve para sus intereses, a pesar de que eso signifique una violación flagrante a los principios democráticos que son el ADN del PAN.

Este es el proyecto político cuyo lema de campaña es “Abramos la puerta”, pero que en los hechos significa violentemos todo aquello que va contra nuestros intereses. ¿Ya ve por qué chango viejo no aprende maroma nueva?

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