La llegada de Javier Aquino Limón a la Secretaría de Gobernación (Segob) estatal confirma el robustecimiento del gobierno de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien decidió mandar a ese cargo al hombre de su más absoluta confianza y compañero de ruta desde antes de que lograra ganar la diputación local por el distrito de Tepeaca. Ambos políticos se conocen a tal extremo que son capaces de descifrarse sin decir palabra. El mandatario poblano, de hecho, reconoce una brillantez e inteligencia en su amigo, así como tampoco escatima generosidad cuando públicamente le agradece haberlo acompañado en su lucha política. Javier Aquino es un hombre mesurado, hábil negociador, con un profundo conocimiento de la clase política local y respetado precisamente por su carácter afable y cortés. Su llegada a la Segob estatal tiene como finalidad convertirse en el hombre sobre el que el gobernador descanse la parte más complicada de una gestión: la gobernabilidad. El éxito, sin temor a equivocarnos, está asegurado. Javier tiene otra gran cualidad: Es un hombre que no ansía reflectores. Si usted lo ha visto aparecer en actos públicos y en las imágenes de las diferentes actividades del gobierno del estado es porque su anterior cargo como jefe de la Oficina del Gobernador de Puebla así lo demandaba. Esta presencia permitía, por ejemplo, conocer de primera mano las peticiones, demandas o necesidad de acercamiento de grupos o sectores en el interior del estado, además de darles cause ante las diferentes dependencias. Para un gobernante como Sergio Salomón, que gusta de tener acercamiento intenso con las comunidades, un hombre como Aquino Limón era fundamental porque cuenta con la sensibilidad para abordar cada tema en su justa dimensión y plantear alternativas de solución. Sergio Salomón y Javier Aquino seguirán haciendo uno-dos en el ejercicio del poder, pero sobre todo, son garantía de que todo transcurrirá sin sobresaltos.
EL DESATINO DEL RENTE AMPLIO
Parafraseando a las abuelitas: El Frente Amplio Opositor es la misma gata conocida como Alianza por México nada más que revolcada. La alianza del PRIPAN-PRD no aporta nada diferente a lo que ya habían construido en la elección intermedia de 2021. Tal vez, la única diferencia es que en esta ocasión las fugas y desbandadas están a la orden del día. Este problema parece que ha sido minimizado por las dirigencias de los partidos y/o utilizado para repartir culpas contra los militantes que decidieron irse a otra opción política, sobre todo Morena. La desbandada, sin embargo, debe verse como un rotundo fracaso de los dirigentes en turno que han sido incapaces de aglutinar intereses, mostrar apertura y democratizar la toma de decisiones a fin de generar condiciones de acercamiento con expresiones distintas y, principalmente, con los ciudadanos. Cómo estarán las cosas que hasta Xóchitl Gálvez, aspirante presidencial de dicho frente, reconoció que se sentía extraña por estar rodeada de priistas, a quienes les “metió un pinche susto” en las elecciones donde se postuló como abanderada a la gubernatura de Hidalgo. La escena podría ser considerada como banal, pero refleja en toda su esencia lo contradictorio de este ejercicio partidista, que no ciudadano.