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jueves, noviembre 21, 2024

Golpea y después averiguas

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En menos de 15 días, el Ayuntamiento de Puebla ha sido protagonista de dos casos de represión mediante el uso de la fuerza. El primero fue cuando enardecidos, pobladores de La Resurrección se plantaron frente al Palacio Municipal hartos de la corrupción, exigencia de moches e irregularidades en el cobro de licencias de funcionamiento para negocios, sobre todo giros negros. El segundo fue la golpiza que propinaron integrantes de la Dirección de Vía Pública en contra de un grupo de payasos, bajo el argumento de que se habían excedido en el nivel de decibeles permitido en la plancha del Zócalo. Ambos casos tienen un solo responsable: Jorge Cruz Lepe, secretario de Gobernación municipal. En el primer caso, el funcionario fue denunciado por el Consejo Indígena de la junta auxiliar de haber signado un acuerdo con el edil auxiliar Delfino Juárez Pérez para que su administración cobrara las licencias de funcionamiento y esos recursos fueran reinvertidos e la comunidad. El problema es que dicho acuerdo nunca fue informado a la Unidad de Normatividad y Regulación Comercial que procedió a la clausura de varios establecimientos. Cruz Lepe mantuvo todo en la secrecía porque un pacto de ese tipo es ilegal y representa un quebranto patrimonial a las arcas municipales. Lo peor del asunto es que Cruz Lepe avivó la operación irregular de los establecimientos pese a que la autoridad de ese pueblo fue señalada de presuntos vínculos con el narcomenudeo y robo de gas LP. ¿Por qué pactar con un sujeto de mala fama? Dice el dicho que por sus amigos los conoceréis, ¿será que eso describe al funcionario municipal? En el caso de la represión contra los payasitos, Vía Pública depende de Cruz Lepe y no existe justificación para la agresión (una de las víctimas tiene una lesión de varios centímetros de profundidad en la cabeza por un cachazo que le dieron según la versión de los mismos reprimidos pese a que el personal no tiene permiso para la portación de armas). Este par de escándalos también permitió entender que la distracción del presidente municipal Eduardo Rivera Pérez por andar en precampaña es muy costosa y que su gabinete está conformado por una panda de inútiles que cuando deben asumir el control del gobierno, no saben cómo; o bien, es la oportunidad para que los viejos cavernícolas de la política panista salgan de su madriguera con las consecuencias por todos conocidas. Así como va, Eduardo Rivera no le pide nada a su antecesora. 

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