La capacidad de respuesta ante una tragedia generada por un fenómeno natural define al 100 por ciento a una autoridad y su ejercicio de gobierno. Más aún: Los resultados que ofrezca ante esa contingencia pueden hundir a una gestión. En medio de la tragedia, la población afectada necesita el respaldo de su gobierno y su autoridad -presidente de la República, gobernador, presidente municipal- que permita tener certeza en medio de la zozobra. La reacción del mandatario de cualquier nivel hará saber a sus gobernados su calidad humana, responsabilidad legal y política, así como su capacidad para enfrentar los retos. En la historia de nuestro país hay ejemplos deplorables de gobiernos ineptos, corruptos y mezquinos que han aprovechado la tragedia para sacar agua para su molino o, en un caso igual de grave, simplemente han desaparecido. Tal vez, el caso más patético fue Miguel de la Madrid Hurtado, que en el sismo de 1985 simplemente se quedó con los brazos cruzados, en una evidente muestra de indolencia y estulticia. Cuando su administración entró en acción, la sociedad le había demostrado que no necesitaban al gobierno. Lo peor vino cuando nos enteramos que los víveres y apoyos recolectados para los damnificados habían sido robados, revendidos y utilizados para campañas electorales posteriores. Ese es el nivel de miseria humana que podemos encontrarnos. Por eso, al observar la actitud del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina no queda más que sentirse seguro de que el gobierno estatal hará lo suyo para ayudar y apoyar a la ciudadanía. Al mandatario lo vimos ayer muy temprano encabezar la colecta y envío del primer convoy de apoyos para los damnificados por el huracán Otis en Acapulco, Guerrero. Sus palabras fueron de absoluta certeza: Los poblanos varados en ese lugar serían auxiliados y regresados el mismo día a suelo poblano. A la par, los helicópteros poblanos fueron puestos a disposición de las autoridades guerrerenses para trabajos de rescate y apoyo. Mientras todo eso ocurría, la cola del huracán también había dejado sus estragos en Venustiano Carranza, en pleno corazón de la Sierra Norte. Sergio Salomón no lo pensó dos veces y se trasladó al sitio para atender la desgracia por casas destruidas e inundaciones. Allí estuvo, caminando entre las calles plagadas de lodo y barro, haciendo sentir el respaldo, cobijo, solidaridad y empatía de él, su familia y su gobierno. Por sus obras los conoceréis, reza el proverbio bíblico y el ejemplo está a la vista.