Muchas hipótesis se tejen sobre por qué el coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal Ávila, ha sido por fin incluido en la lista de los presidenciables de Morena:
“El presidente de la República ya lo perdonó; hacía falta ponerle más sabor a la contienda interna; había que tranquilizarlo para que deje de frenar la agenda legislativa de Palacio Nacional; es una cortina de humo para favorecer a uno de los aspirantes; hay pacto para que sea el candidato morenista en la Ciudad de México y, mientras tanto, servirá de sparring”, y así un largo etcétera.
En todas ellas, sin embargo, aparece un común denominador: el zacatecano, a estas alturas de la contienda, con unos 10 meses por delante para la definición, en septiembre próximo, ya no es peligroso.
Ya no podrá subir lo suficiente en las potenciales preferencias, como para ganar la postulación.
El momento de riesgo que representaba Monreal para la ruta y el proyecto de Andrés Manuel López Obrador ya pasó hace mucho tiempo.
Será el exgobernador de Zacatecas, quien rompió con el otrora poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1997, para ganarle desde el entonces testimonial PRD, un animado competidor, pero ya sin ninguna posibilidad de aparecer en la boleta presidencial de 2024.
En su intimidad, Ricardo lo debe saber y, en consecuencia, jugará este papel en sus aspiraciones. La Ciudad de México no es un premio de consolación que se pueda despreciarse. Tendrá el natural de Fresnillo apenas 68 años en 2030, con buena salud y lucidez extraordinarias, se prevé. La vida tiene horizonte político.
De modo tal que la decisión del presidente, “petición”, definió el mismo Monreal, para que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) lo incluya en la lista de las “corcholatas” se da en un momento estratégico.
Efectivamente, algo debió ocurrir por el ánimo de Andrés Manuel, para permitirle el paso y olvidar su iracundo desprecio al zacatecano, a quien culpó de la debacle de 2021 en la Ciudad de México, cuando su partido perdió la mitad de las alcaldías.
Por supuesto que se consigue que el coordinador de los senadores morenistas le baje cuatro rayitas a su bloqueo a las iniciativas presidenciales en la Cámara Alta, justo cuando va a votarse en febrero próximo el Plan B de la Reforma Electoral.
También, la inteligente presencia de Monreal, con sus chispazos de ironía, traerán a la contienda la sal y la pimienta que se habían ahogado en la monotonía de saber quién es la única posible ganadora.
El momento además no puede ser más oportuno, cuando requiere Morena de “hasta” cinco participantes para medir en la encuesta final, de acuerdo con sus reglas estatutarias. Con él son cuatro y son suficientes.
Ricardo Monreal sigue siendo, en 2023 un irruptor, dicho en el mejor de los sentidos.
Pero está muy lejos de ser el protagonista de la historia de aquel 1997, cuando dejó el PRI para ganarle la gubernatura desde un, hasta entonces, testimonial perredismo.
No es tema de años, sino de circunstancias. Ricardo hoy es otro.