En el viejo régimen las prácticas simbólicas del poder se construyeron para perfeccionar la simulación política. Así en un proceso electoral se realizaba, “la pasarela”, “el dedazo” y finalmente “la cargada”, los aspirantes no eran “corcholatas”, sino “tapados” y los futuros políticos dependían de la voluntad del presidente, o en su caso, del gobernador. Las sucesiones han sido desde entonces un espacio común para la rumorología, la construcción de falsas percepciones y de patadas debajo de la mesa.
Se esperaría que con la transición a la democracia, estas prácticas fueran decayendo o en el mejor de los casos, que fueran abandonadas por una nueva forma de hacer política y así sucedió por un tiempo. Entre 1997 y 2018 nuestro sistema pluripartidista (o mejor dicho tripartidista), innovó en sus procesos internos de selección de candidatos y en particular el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Acción Nacional (PAN) tuvieron propuestas muy interesantes para la selección interna de candidatos: métodos asambleístas y de participación directa de su militancia. Lamentablemente el PRD y el PAN fueron cooptados por una burocracia, su democracia interna destruida y su legitimidad política quedó desdibujada.
La elección de 2018 transformó el régimen de 3 partidos en un régimen de dos fuerzas políticas. La coalición de aliados de Morena y la coalición de quiénes se oponen a ella. Morena es la fuerza política hegemónica y la competencia por la sucesión presidencial, y en nuestro estado por la gubernatura, es más fuerte al interior que al exterior del Partido. Los interesados “corcholatas” han emprendido estrategias y prácticas que creíamos en el pasado, pero claro, con sus propios matices.
Una de las más recurrentes a nivel nacional y local es la cargada. Según el Diccionario del español de México (DEM) del Colegio de México (COLMEX) la cargada se entiende como una “Congregación de oportunistas, sobre todo en el ámbito político, que se reúne espontáneamente para adherirse a un personaje que tenga el poder o las mejores posibilidades de hacerse de él”. La cargada tiene el objetivo de generar la percepción de que una persona en particular es la que tiene mejores posibilidades de hacerse con la candidatura y para ello se busca a lo peor de la clase política, perfiles vinculados con casos de corrupción, robo de elecciones, prepotencia, nepotismo, abusos de autoridad, o cualquier antivalor político.
En la sociedad estas reuniones no tienen el efecto que esperan los políticos y es más bien un despropósito. Si lo que se busca es vencer la espiral del silencio (Elisabeth Neumann), se debería usar la creatividad y el ingenio para convocar a actos estratégicos que resulten en incentivos para que la ciudadanía manifieste el apoyo a un perfil político. Sería muy diferente, por ejemplo, que las muestras de apoyo a un candidato las hicieran líderes de los diferentes sectores de la sociedad: trabajadores, campesinos, estudiantes, artistas, etcétera. La anticargada en oposición a la definición del Dem del Colmex sería: Una congregación de líderes sociales, sobre todo en el ámbito político, que se reúne de manera organizada para construir un programa político competitivo para que un personaje pueda ganar simpatías, sumar voluntades y eventualmente, ganar una elección.
ÁNGEL CUSTODIO
El sábado 25 de marzo realizamos nuestra reunión de anticargada líderes sociales, activistas, defensores de derechos humanos, militantes de Morena y simpatizantes del obradorismo para acordar una agenda política auténticamente progresista que contemple propuestas en materia de medio ambiente, igualdad sustantiva de género, desigualdad y pobreza, seguridad pública, formación política y democracia directa. La propuesta fue bien recibida por la presidenta de Morena Olga Romero Garci-Crespo y ya se encuentra en la oficina del gobernador.